A modo de preámbulo, deseo expresar la dificultad de este escrito, el cual, entre ayer y hoy, sólo ha existido en mi cabeza, lo he tenido que revisar varias veces para hacerlo breve y conciso, y, por supuesto, a sabiendas de que mañana lo borraré, salvo si genera debate y lo que éste dure.
También deseo expresar, y este punto me parece importante, que no me amputaré los dedos si debo criticar a un tullido. Sin faltar al respeto, el hecho de que Stephen Hawking (en adelante, “SH”) lleve más de 40 años sobreviviendo a su esclerosis lateral amiotrófica o ELA merece mi consideración, pero no lástima, pena o simpatía moral.
SH es un hombre que, sin duda alguna, merece una gran ovación por nuestra parte. Contra las adversidades de su enfermedad, su cerebro no sólo ha permanecido en cierto modo “intacto”, sino que su inteligencia y lo que ésta concibe supera con creces a la mayoría de nosotros, incluido el que teclea.
Ha ocupado la Cátedra Lucasiana en Cambridge durante años, un privilegio al alcance de muy pocos; sin embargo, ¿qué ha aportado, en realidad, SH a la ciencia física? Me temo, amigos, que aquí viene el primer golpe: ha aportado casi nada o nada. Y de esa “casi nada”, para rematar, actualmente se considera inválido y refutado por los continuos descubrimientos.
Pero SH vende. Y vende a cascoporro. Es más: después de haberse estrenado la película en su honor y todos los premios que ésta se ha llevado, a día de hoy SH vende más que Madonna (hay fuentes, no es mi invención). No sólo eso: cuando SH afirma o niega algo, las revistas científicas para profanos le dan un trato de Mesías; “SH, el Mesías, ha dicho X”. Y los profanos deben alabar la Providencia.
También están sus libros, donde se rifa, junto a Roger Penrose y Michio Kaku, gran parte del mercado concerniente a la divulgación científica. Hecho que no deja de ser curioso, pues, salvando su libro «Breve historia del tiempo»,
…estos tres científicos no han hecho más que vender libros bastante malos. Doy mi palabra como alguien que sabe “algo” sobre el tema.
Cuando se publicó este libro, en 1988, se trataba verdaderamente de un buen texto divulgativo. Pero SH, desde su particular humor sarcástico a la inglesa, frivolizó con la idea de que Dios podía existir. Los físicos no hicieron caso, pero para los profanos fue como la Luz que acompaña al Mesías. Más de uno se bautizó, comulgó y confirmó en aquellos años.
En 2010 publicó «El gran diseño» (vaya título: tócate las pelotas) junto a Leonard Mlodinow, un libro tan malo y patético que, tras haberlo comprado y leído, tarea que me incumbía, lo acabé dejando en la entrada de la Biblioteca Municipal por si alguien deseaba perder su tiempo con él. Dicho texto fue algo así como la doble frivolidad: aprovechó para resarcirse de su anterior polémica declarando que Dios no era un asunto del conocimiento humano. Y los que entonces se bautizaron, comulgaron y confesaron, volvieron a su agnosticismo porque el Mesías así lo hubo estipulado.
El año pasado fue portada, una vez más, la siguiente declaración del Mesías: “SH admite que existen las singularidades espacio-temporales desnudas *¹”. Pero, ¡hostias! Resulta que a esta conclusión ya habían llegado, antes del 2010, un grupo de científicos tras una serie de trabajos. ¿Alguien sabe cómo se llaman esos físicos y matemáticos? Yo sí. Pero dudo del profano, si se me permite.
El 8 de marzo del 2013 sucedió algo fantástico y emocionante. En la sala de conferencias del LHC (CERN, Ginebra, Suiza), repleto de científicos que no podían apenas estar callados, uno de los portavoces anunció lo siguiente: “Señores, hemos encontrado la prueba definitiva de que el Bosón de Higgs existe”. Peter Higgs estaba entre los presentes y no pudo contenerse; se quitó las lentes y estalló entre sollozos, porque se trataba de una hipótesis que hubo formulado en 1964 y por fin se había confirmado. Este hecho le valió a él, junto a FranÁ§ois Englert, el Premio Nobel de Física.
Pero, ¿alguien recuerda qué dijo SH cuando se inauguró el LHC y se trazaron los propósitos generales de lo que ahí debía suceder? Quizá el lector no lo sepa, pero yo sí lo recuerdo. Nuestro amigo se apostó una suscripción anual a la revista Playboy diciendo que jamás encontrarían esa partícula. ¡Vaya cosas! Dicho sea de paso: SH no posee un Premio Nobel. Y cuando vi las lágrimas de Peter Higgs, se me ocurrió pensar que nuestra Prima Dona se podría haber metido sus palabras por el orto.
Hablemos ahora de los “aportes” de SH. Son dos y solamente dos; uno en solitario, el otro junto a su colega Roger Penrose. SH construyó una teoría que, como ya dije, ha sido refutada, por la cual un agujero negro, cuando se evapora, emite una radiación (Radiación de Hawking) que lentamente va disipándose hasta desaparecer. Pero, ¡rayos! ¿Cómo encaja esto en el Principio de Conservación de la Energía? ¿“Desaparecer”?
Este hecho lo advirtieron los físicos Leonard Susskind y Gerardus t’Hooft (Premio Nobel), quienes, junto a posteriores publicaciones de otros científicos, acabaron desmontando la infructuosa teoría de SH. Incluso su inseparable colega Roger Penrose, en su cuasi patético libro «Los ciclos del tiempo» (que también abandoné en el mismo sitio), 2010, refuta la idea de su amigo. Aunque sólo fuese por abarcar cuota de mercado.
Sobre el segundo “aporte”, llamado Teoría del Censor Cósmico (o Censor de Penrose), que data de 1969, SH trabajó con su amigo en la siguiente idea: dado que un agujero negro, el cual posee -por hipótesis- un horizonte de sucesos, no existe física que pueda explicar lo que ahí sucede. Pero, ¡esperad! ¿Recordáis lo que he mencionado sobre las singularidades desnudas *¹? Efectivamente: la Teoría del Censor Cósmico se fue, en sentido literal y figurado, a tomar por saco.
De hecho, no existe evidencia empírica de que los agujeros negros existan. Así es, amigos: no hay evidencia. Como, por definición, la luz es absorbida por estos “monstruos cósmicos”, sólo se pueden establecer conjeturas mediante observaciones indirectas. Diré algo más: las singularidades espacio-temporales son soluciones teóricas (teóricas, repito) a ecuaciones que propuso Albert Einstein en su Teoría de la Relatividad General. Pero el “caso Einstein” es algo que he querido omitir por no hacer de este texto un escrito de varias páginas.
Agregaré un dato reciente. La Teoría de la Relatividad (Especial y General) sigue aguantando los embistes que continuamente sufre; empero, el 9 de febrero de este mismo año, los científicos Ahmed Farag Ali y Saurya Das encontraron, desde el punto de vista Cuántico y una reformulación geométrica del espacio-tiempo aplicando las geodésicas de David Bohm, eminente físico en el campo de la Mecánica Cuántica, no sólo que las singularidades dejarían de ser válidas, sino que, de un plumazo, la “Conjetura” del Big Bang sería falsa, los agujeros negros una solución errónea; y, algo todavía más prometedor: tanto la materia como la energía oscura no tendrían cabida en este nuevo modelo.
Sigo: en marzo del año pasado se descubrieron pruebas empíricas de las ondas gravitacionales, “supuestamente” originadas por el Big Bang. Pero, no os dejéis engañar, amigos: esto sólo prueba que hace unos 13,2 – 13,6 mil millones de años tuvo lugar una impresionante deflagración a nivel cósmico, pero no por ello esta deflagración implica que en ese momento se originase el Universo tal y como conocemos.
La “Conjetura” del Big Bang, además de tener un fundamento relativista que, como dije, quizá discuta en otra ocasión, se basa en la Inflación Cósmica, descubrimiento o espejismo que le debemos a Alan Guth, Andrei Linde, Andreas Albrecht, Paul Steinhardt y las observaciones de Edwin Hubble. La formulación es sencilla: si el universo se expande de forma acelerada, ¿qué pasa si hacemos una regresión consecuencia→ causa?
Efectivamente: llegamos a ese paradigma por el cual el Universo, en algún momento, no fue más que una singularidad del tamaño de un garbanzo, concentrando todo lo que es el universo actual a la espera de explotar (espera sin sentido, pues no existía el tiempo). ¿No es esto muy determinista, y, desde el punto de vista epistemológico, un craso error por aplicar el Modus Tollens en sentido opuesto por definición?
Pues sí, amigos. Mientras unos investigan de forma seria sin esperar la respuesta final, puesto que, una respuesta final sería la contradicción por antonomasia en lo que a las ciencias refiere, nuestra Prima Dona, la “cara bonita de la física teórica”, sigue en su papel de Mesías, vendiendo, siendo tomado en serio con demasía a costa de, uno, los profanos curiosos, y, dos, lo “simpático” que resulta ser un tullido intocable por cuestiones morales.
No estoy sentenciando a un hombre que, como ya dije, merece una gran ovación por estar ahí pese a sus impedimentos. Pero a mí no me lo venderán como un Grande: los Grandes son personas cuasi anónimas que se han dejado la piel, carne y huesos por la Ciencia.
He intentado, os lo prometo, ser lo más breve posible. Espero no haberos aburrido y, por supuesto, no influir en lo que penséis o dejéis de pensar.
Aplaudo el mérito personal, como persona, de SH; sin embargo, en lo que a física y matemáticas se refiere, este señor sólo es un tipo a quien, por lo visto, no podemos criticar porque sería atacar a un pobre tullido.
Suene más o menos cruel, aquí lo dejo.