Gracias a la sentencia del juez de la Audiencia Provincial de Murcia, Juan del Olmo, a partir de ahora cuando a una mujer le llamen zorra no debe sentirse ni insultada ni maltratada, ni mucho menos mostrarse verbalmente dura al responder a aquel o aquella que que la haya definido con lo que la mayoría siempre ha entendido como “puta”, al contrario debe mostrarse agradecida porque al compararla con una zorra le han reconocido su inteligencia y su astucia. O sea que cuando te encuentres andando por la calle a un amigo o conocido y te pregunte que tal está la zorra de tu madre, la zorra de tu esposa o de tu hija, no pienses que viene con un mal rollo sino todo lo contrario se está interesando por las mujeres de tu familia y les está dando un trato exquisito. Al no condenar a un maltratador por llamar a su esposa “zorra” considerando el juez que no era un insulto sino una alabanza, se ha cargado un adjetivo muy peyorativo aplicado a las mujeres que viene desde tiempos inmemoriales, he leído en alguna parte que en la antigÁ¼edad se cambió la palabra “puta” por “zorra” porque “puta” sonaba muy mal.
Mucho van a cambiar a este respecto las cosas, a partir de esta decisión del juez Del Olmo, por citar algún caso concreto quiero recordar que en la obra de William Shakespeare, escrita allá por 1603, titulada “Otelo” el moro de Venecia y recordar en concreto aquella escena en la que Blanca se siente ofendida cuando Emilia, le dice: “¡Ah!, maldita seas zorra”. Respondiéndole Blanca: “No soy una zorra, y soy tan decente como tú que me injurias”. Esta respuesta había que cambiarla de modo y forma que Blanca mostrara su agradecimiento a Emilia, pues después de esta sentencia no se entendería la fuerte respuesta de Blanca. Es seguro que habrá un antes y un después de la decisión del juez Del Olmo. Pero sobre todo las mujeres y aquellos a los que les mencionen a sus esposas, madres e hijas, llamándoles zorras, tendrán que estar muy vivos cuando a estas las llamen zorras y fijarse en el semblante y en el tono empleado a ver si se refiere a putas sin más, o las trata de astutas e inteligentes.
Esto me ha recordado aquel viejo chiste en el que se cuenta que una joven se estaba examinando y uno de los miembros de la mesa le requirió que dijera quien era el autor de “Don Juan Tenorio”. La muchacha se “atascó” y no había forma de responder, de pronto detrás de ella se escuchó una voz que en tono bajo le apuntaba: “Zorrilla”. La muchacha seguía sin poder dar respuesta y nuevamente la voz: “Zorrilla”. Esto se repitió varias veces hasta que la joven creyéndose insultada se volvió y le espetó al reiterativo apuntador: “Cállate, mariconcete”. Si esto hubiera ocurrido después de la sentencia ni la joven se hubiera sentido insultada ni al que solo le guiaba el deseo de ayudar y no de insultar le hubieran mostrado tal desagradecimiento. Creo que el juez Del Olmo, sin pretenderlo, ha dado la vuelta a las cosas y que ha cambiado lo peyorativo por lo elogioso. Repito, habrá un antes y un después.