uchos años hace de ello y me lo contó Lorenzo Molina, entonces director de la emisora Radio Jaén; el que como ex seminarista (estuvo en dos) católico, había convivido con muchos curas y me lo decía que un jesuita al que él admiraba (creo recordar que dijo fue el padre Cue) resignadamente (¿ o fue indignadamente?) un día le dijo… ¿pero a quién beneficia tanto dolor?… es claro que se refería al dolor y dolores inmensos que afligen al ser humano y toda la humanidad… donde… ¿quién es el que no ha sentido dolor? Dolores en el alma, que son peores que los del cuerpo, pues los segundos pueden mitigarse, los primeros casi nunca; y duran desde que el ser «un poco despierto», piensa en su «ser y sentir» y se pregunta los porqués que han atormentado y atormentan al ser humano… ¿Qué soy, por qué soy, de donde vengo… hacia donde voy?
Cuando he intentado profundizar sobre estos temas, muy pocos he encontrado a lo largo de mi ya larga vida, que se atrevieran a intentar agotar el tema… a la mayoría; simplemente les da miedo y prefieren huir de la realidad… y sumergirse en las «diez mil borracheras en que se emborracha el ser humano»… precisamente para no pensar.
Pero yo pensé desde bastante niño y luego he seguido pensando; y creo que moriré pensando y preguntando, no a mí mismo… sino a ese Indeterminado Ser o Fuerza que me dio el ser, el sentir y la capacidad de pensar y deducir… ¿por qué?.
Sí… porqué tanto dolor, tanto sufrimiento, tanta lucha, tanta miseria y que se va repitiendo de igual forma y a lo largo de todos los siglos y de todas las civilizaciones conocidas y donde los infinitos dolores, padecimientos y «miedos», parecen ser como el temible motor que ha movido toda la tragedia humana que conocemos; ¿dónde el progreso moral del ser humano?… incluso también en la vida animal, es el miedo el que los mueve y curiosamente cuando están en su ambiente natural, es sobre la base de ese miedo como progresan, se fortalecen, evolucionan y viven perfectamente… viviendo en esa perfección cuando en su vida no interfiere el hombre, que tan pronto entra en ella… los deteriora, los transforma y muchas veces los extermina… curioso que el hombre no signifique nada para que se mantenga la vida natural y que ese «Algo» marcara con instintos y tendencias para que «todos vivan y dejen vivir a los más fuertes y a los mejor dotados, para que la especie sea cada vez más potente»… ocurre igual incluso en las plantas, donde «unas» (árboles incluidos) cubren con sus hojas y ramas a los más débiles y no los dejan crecer o proliferar… hasta que mueren por falta de la energía solar que los mantenía y que otros más fuertes se han apropiado; «en beneficio de la especie y para que sus semillas sean más potentes».
¿Por qué?… aquel cura jesuita debió sufrir mucho… desconozco lo que fue y cómo terminó; si terminó «en la Compañía» o fuera de ella, pero debió ser un gran hombre. He tratado de saber algo sobre él, pero lo que aparece en la red no me aclara nada, pues hay «varios Cue» y yo no sé el nombre y apellidos del que me refiero.
Desde aquellos años en que oí aquello, ha pasado medio siglo y tras muchísimas veces de acordarme de aquella terrible pregunta; hoy a mi vejez me atrevo a opinar y dentro de mi ignorancia digo.
He leído y oído mucho sobre la reencarnación y evolución de las especies… y deduzco que el hombre seguimos evolucionando, «dentro y fuera de este mundo», puesto que si ello no es así, «eso de la justicia divina (con minúsculas y adrede) es un cuento más que chino»; si esa Justicia (con mayúsculas) existe tiene que ser tan Grande y Justa, que no tenemos ni la más somera idea de ella.
Por ello (hoy deduzco); que si es verdad lo del nacer y renacer indefinidamente (recordemos que el Papa Juan Pablo II reconoció alma hasta a los animales).
La Creación, nos obliga a «conocer o saborear», todos los sabores del mundo (quizá de otros mundos también) y por ello, nos hace pasar por todos los «aros» en que ha de vivir el ser humano; el que tiene que conocer todo o lo principal de esa terrible vida a la que es obligado a vivir y padecer… precisamente para que conociéndola, enfangado en ella; llegue (superando todo) a encontrar ese bien prometido (perfección que predican todos los credos) y teniendo la enorme fuerza de irse regenerando en una existencia o en las siguientes (recordemos la sentencia de Cristo: «el que a hierro mata a hierro muere») hasta que depurando todas sus capas «oscuras o desechables», surja al final el cuerpo o «ser» puro que… ya será libre de esos dolores que tanto tiempo nos atormentaron… puesto que no se olvide este importante detalle… «hay seres tan sensibles que sienten el dolor propio y el ajeno» y por tanto, sufren por sí mismos y por los demás.
Yo… hoy escribo como muchas veces lo hago; por dictado de mi alma… por esa fuerza interior que muchas veces te dice… «deja todo y escribe»; y eso es lo que hago. No pretendo nada o creo que nada… «pero había que vomitarlo y ahí queda».
Tras ello yo quedo muy tranquilo, muy esperanzado y sin miedo a la muerte… al fin y al cabo y como ya he dicho muchas veces… «yo no soy causa sino efecto y la Causa sabrá cuidar de mí»… y si tras la muerte desaparezco totalmente, tampoco me aflige ello… mi vida vivida en este planeta ha sido lo suficientemente intensa, rica y práctica, como para incluso estar agradecido a «Esa Fuerza que me creó».