Cayó Mubarak y el mundo corrio a agradecérselo al presidente Obama. Hasta se habla de una supuesta doctrina suya a favor de la democratización del mundo árabe. ¡Pamplinas! Barack Obama no movió un dedo durante la crisis de Túnez ni de de Egipto, como tampoco hizo nada para defender al Gobierno de Hariri frente a los islamistas de Hezbolá en Libano.
En Egipto, Washington ha hecho el ridículo mayor: Mientras Obama hablaba de “cambios”, su secretaria de Estado hablaba de “prudencia”. El jefe de la CIA anuncio la caída de Hosni Mubarak sin que se hubiera ido y el director nacional de Inteligencia afirmo que los Hermanos Musulmanes son una fuerza “esencialmente secular”.
Si en verdad hay una doctrina Obama, esta se basa en la contradicción. Que se lo digan si no a los manifestantes del movimiento verde en Irán a los que Obama traicionó por su interés en dialogar con los ayatolas. Barack Obama es duro con los blandos y blando con los duros. Esa es su doctrina para los opositores iraníes que desde hace dos años viven bajo brutal represión.
Bajo la apariencia de forzar cambios democráticos en el mundo árabe-islámico, lo que el presidente americano quiere instaurar son nuevos gobiernos donde todos, incluidos aquellos que no son nada democráticos tengan su espacio. De allí la defensa por parte de la Casa Blanca para que los Hermanos Musulmanes entren en el futuro gobierno egipcio. Obama dispensa una fe ciega en lo que el llama “islamismo moderado”. Esa es su verdadera doctrina aunque apoya en una coalición de futuro incierto las acciones de los rebeldes anti Gaddafi a pesar de que la inteligencia militar estadounidense ha declarado que identifico elementos de Al-Qaida y de Hezbolá entre los rebeldes.
Las posiciones de la administración del presidente Obama en lo concerniente a las llamadas “revoluciones árabes” son muy extrañas, duales y totalmente serviles a regímenes represivos y expansionistas como Irán y Siria. La política del presidente estadounidense está causando estragos en toda la región. Observando lo que ha sucedido últimamente en Egipto y el resultado real, uno no puede sino dudar más aun sobre el papel de los EE.UU. En realidad nada ha cambiado en Egipto a pesar de la revolución y de los llamados cambios históricos. Hasta ahora, el único cambio tangible que ha ocurrido es simplemente la sustitución del presidente Mubarak por el general Mohamad Al-Tantawi quien se desempeñara como ministro de defensa de Mubarak hasta 15 días antes de que iniciaran las manifestaciones. Mientras tanto, ninguna reforma constitucional se ha realizado, los cristianos egipcios continúan siendo perseguidos y considerados ciudadanos de segunda categoría y el ejército domina la escena política ¿Dónde está la revolución?
En el contexto de esta confusión, Obama ha restituido (de manera incomprensible) su embajador en Siria, lo que equivale a decir que concedió al régimen terrorista del presidente Assad luz verde para hacer valer nuevamente su hegemonía brutal sobre el vecino Líbano para mandar a pique su democracia, derrocar su gobierno electo por la ciudadanía y de corte pro-occidental. Debido a esta extraña política estadounidense Hezbolá controla absolutamente el Líbano y ha nombrado primer ministro (en contra de la voluntad de la mayoría de los libaneses) a Najib Mikati para formar un gobierno servil a Siria y Hezbolá, abriendo así el camino para erigir una república de los mulás iraníes en el Líbano.
Es claro que el presidente Obama nunca se ha llevado muy bien con la palabra “libertad”. Y si los pueblos árabes e islámicos llegan a ser libres en el futuro, es seguro que no se lo deberán a él. Si la agenda de la democracia y la libertad se logra algún día en la region no habrá de ser por políticos como Barack Obama.