Sociopolítica

¿Dónde poner la frontera?

Impulsar el respeto a la diversidad de tradiciones sin rebasar los derechos fundamentales de las personas, buscar un espacio de encuentro cultural donde no haya un tú y un yo, sino un «nosotros».

Más de cinco millones y medio de personas extranjeras viven en España, según el último censo municipal. De ellas, alrededor de un millón se encuentran en situación «irregular» y el resto son trabajadores, estudiantes… ciudadanos de pleno derecho. En menos de treinta años, España ha pasado de ser un país de personas que emigraban a ser uno de los países que más inmigrantes recibe. Este cambio rápido ha provocado conflictos en la convivencia entre diferentes costumbres, tradiciones y religión.

Matrimonios de conveniencia, niñas mutiladas, menores obligadas a casarse y mantener relaciones sexuales, utilización de hiyabs en las escuelas… situaciones nuevas a las que se enfrentan los jueces y también la sociedad española. Sin embargo, organizaciones de inmigrantes, como Atime o la red Acoge, defienden que «las fronteras están claras: los principios constitucionales de España y las leyes en vigor. Fuera de eso no cabe nada».

Tanto los que vienen de fuera como los que están tienen que hacer un esfuerzo para crear espacios de encuentro y de diálogo para poder resolver los problemas de una convivencia en una sociedad moderna y multicultural. Los expertos explican que desde las administraciones y los sistemas educativos hay que trabajar e impulsar el respeto a la diferencia, a la diversidad de tradiciones y creencias, pero los derechos fundamentales de las personas son el límite. Un hecho delictivo no puede esconderse tras la cortina de la tradición o la religión.

La interculturalidad es el próximo paso. Hoy, la sociedad está compuesta de diversas culturas, pero aún falta el verdadero encuentro cultural donde no haya un tú y un yo, sino un «nosotros». Se trata de que la sociedad de acogida se integre con el que viene. Al transformarse con la llegada de inmigrantes, las sociedades de acogida tienen que crear nuevos espacios con señas comunes de identidad. Sólo de esta manera habrá una auténtica convivencia entre culturas. La interculturalidad nada tiene que ver con la absorción o la pérdida de la identidad. Las sociedades que se empeñan en no «mezclarse», en ser «puras»… acaban muriendo. Así ha sido a lo largo de la historia. El mestizaje es símbolo de vitalidad, de dinamismo… de vida.

El mundo globalizado en el que vivimos hace más cierta aún la teoría de que cuando una mariposa mueve sus alas, ese movimiento produce toda una serie de consecuencias que afectan al resto del mundo. Nuestras sociedades nada tienen que ver con aquellas de las palomas mensajeras o de años de camino para conocer la realidad de otros pueblos. Desde nuestra casa, hoy, podemos saber lo que ocurre en el otro lado del mundo con tan sólo un movimiento de nuestros dedos para encender la televisión o Internet. Miles de personas ven cómo en los países ricos, sus privilegiados ciudadanos, derrochan alimentos, tienen grandes coches y compran «lujosas» casas. Ese es el verdadero «efecto llamada». La realidad es algo diferente a la que presentan los comerciales de la televisión, pero los inmigrantes arriesgan sus vidas cada día en busca de un mejor futuro para ellos y sus familias. Los ciudadanos de las sociedades privilegiadas del Norte tenemos que hacer el esfuerzo, por justicia, de adaptarnos a este mundo de «mestizaje» donde el otro sea un elemento de riqueza y progreso.

Ana Muñoz Álvarez

Periodista

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.