Por Víctor Atencio G.
Activista de Derechos Humanos
En el 2009 ocurrieron 2 hechos políticos dignos de análisis. Obama y Martinelli fueron elegidos presidentes en sus respectivos países. Ambos son favorecidos por electores que compraron su promesa de cambio (el cambio en el que puedes confiar y si podemos eran eslóganes de Obama, y el Verdadero Cambio lo fue de Martinelli), en escenarios signados por crisis institucionales, financieras, de seguridad etc.
La crisis de Estados Unidos es producto del empantanamiento de la guerra en Irak y Afganistán, profundizada por la crisis financiera internacional; la de Panamá es en parte corolario de aquella, y es teñida también por la percepción de inseguridad, producida en parte por el éxito de los planes Mérida y Colombia.
A la fecha, habiendo transcurrido más o menos un año de la elección de Obama, y siete meses de la elección de Martinelli ¿cuál es el nivel de aceptación de ambos Presidentes?
Obama presenta un escaso 50% de aprobación de las encuestas, lo que representa un bajón de 20 puntos porcentuales respecto del 70 % del inicio de su mandato.
Martinelli en la última encuesta de Ditchter & Neira de 10 de febrero de 2009 sufre una merma de 17.3 puntos porcentuales, dada en los 2 últimos meses de su gestión.
La pregunta obligada es: ¿a que obedece la baja de porcentaje de aceptación de ambos presidentes?.
En el caso de Obama se debe no sólo al desgaste que provoca la estrategia en Irak y la necesidad de enviar nuevas tropas a Afganistán, sino que es resultado de las impopulares medidas de rescate a los responsables de la crisis financiera, la hasta ahora fallida reforma de salud, y la oposición que enfrenta de los republicanos.
Así Obama ha perdido algo así como 1.6 puntos por cada mes de gestión en su primer año.
El caso de Martinelli es particularmente grave pues la caída de 17.3 puntos se da en los 2 últimos meses. Y es que aunque se intentase dividir en sus 7 primeros meses de gestión, esta baja representaría aproximadamente una pérdida de 2.47 puntos por mes; que no es el caso, que sigue siendo superior a la de Obama, y en menor tiempo.
Ello significa que el manejo dado por el Gobierno desde el mes de diciembre de 2009 al nombramiento de los magistrados de la Corte Suprema cercanos al Ejecutivo, la separación de la Procuradora, la designación por el Consejo de Gabinete del Procurador Encargado Bonissi, y el ataque y descalificación a la sociedad civil y a los medios de comunicación, es equiparable en términos de aceptación, a si Martinelli hubiere ido a Afganistán e Irak, y se hubiere enfrentado a las crisis de Obama, todo junto en 2 meses.
Esto es sumamente grave en términos políticos, ya que no sólo se demuestra que pese a la acumulación de poder, el Gobierno no tiene hegemonía, dada la evidente capacidad contra hegemónica de la sociedad civil y los medios; sino que se dilapido un importante caudal político que no va a ser recuperado facilmente, debido entre otros a los próximos intentos de reformas tributarias, a la CSS y educativa, que por sentido común debemos entender que no serán populares.
Luego no parece exacto el análisis, ni la apuesta del Ministro de la Presidencia al desestimar la caída porcentual, ni la medicina para el mal: aumento de la publicidad estatal, por ser aquel deficiente y esta insuficiente.
Tampoco parece acertada la postura presidencial de desestimar el valor de las encuestas ahora que esta en el poder; ¿o es que acaso olvida como propuso escoger en su momento la cabeza de la nómina presidencial, no por primarias sino en base a tres encuestas distintas?.
Poniéndome en el lugar de abogado del diablo, ¿qué camino recomendaría a la administración Martinellí para vadear la crisis?
Una alternativa a la falta de hegemonía gubernamental pasa por corregir el rumbo, y abrir espacios de dialogo y participación con la sociedad civil. Y ello sería una receta que aplaudiría incluso un realista político como Maquiavelo, quien entendía que la política es un arte de adaptación a las coyunturas, recordando también los usos buenos y malos del mal, y que hay momentos de ser hombre o bestia, león o zorro, y así es imperativo saber determinar bien, cuando es el momento de luchar con las leyes o con la fuerza. El no entender esto es la clave de la desgracia de muchos gobernantes (y en este caso del bajón de aceptación presidencial), que persisten en usar solo la fuerza, cosa que se señala en El Príncipe:
“De todo esto es preciso concluir que aquellos que no saben mudar de método cuando los tiempos lo requieren, prosperan sin duda mientras van de acuerdo con la fortuna; pero se pierden luego que ésta se muda, no sabiendo seguirla en sus frecuentes variaciones”.
Así por ejemplo, a la Cancillería le sería útil potenciar el espacio de participación con la sociedad civil, de cara a la presentación del Informe Periódico Universal ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, máxime cuando los organismos de sociedad civil son parte importante del frente contra hegemónico.
Pero ello debe implicar también que dicho espacio de dialogo sea transparente e incluyente, que el Informe Final no defraude las expectativas de sociedad civil, y de que se acojan las más importantes propuestas presentadas por las organizaciones de derechos humanos, en materia humanitaria.
No obrar así implicaría dejar un espacio de debilidad frente a los que Maquiavelo denominaba “los grandes”, entre los que hoy se encuentran los miembros de partidos opositores sujetos a investigación y procesamiento penal, o los acaudalados que puedan ser afectados por las reformas tributarias; sin dejar de mencionar a los grupos delictivos, locales o extranjeros que puedan estar temerosos frente a la certeza de la aplicación de la ley.
Y ya sabemos que el florentino recomendaba aliarse al pueblo (sociedad civil, sectores populares), para resistir los embates de los poderosos, los atrevidos y los violentos.