Los científicos cuestionan ahora en la revista Nature que las especies de Ardipithecus, Orrorin y Sahelanthropus sean antepasados primitivos de los humanos. Hace años, ya se cometieron errores en la interpretación de otras especies (Oreopithecus bambolii, Orrorin tugenensis y Ramapithecus) cuyos fósiles pertenecían a otros primates homínidos.
“Las características de Ardipithecus no son las pruebas que pueden asegurar que se trate de un ancestro homínido. Es muy probable que perteneciera a un grupo vinculado a nosotros, pero no al nuestro”, explica a SINC Bernard Wood, coautor del estudio y director del Centro para el Estudio Avanzado de la Paleobiología Homínida (CASHP, en sus siglas en inglés) de Washington (EE UU).
Los fósiles de los géneros Ardipithecus, Orrorin y Sahelanthropus, que tienen entre 4 y 7 millones de años de antigÁ¼edad, se han clasificado como los primeros ancestros del ser humano. Para los autores del estudio, que se publica esta semana en la revista Nature, se trata más bien de “primos lejanos”. “Es posible que sean fósiles de simios más cercanos a los actuales grandes simios”, concreta Wood.
Para Carles Lalueza-Fox, investigador en el Instituto de Biología Evolutiva (CSIC), la atribución de Ardipithecus como homínido es también “controvertida”: “El bipedismo se tomó como el rasgo crucial que define la línea evolutiva. Me sorprendió que se explicara que Ardipithecus tenía el dedo gordo del pie oponible, porque para ser bípedo debería tenerlo alineado con los otros dedos para soportar el peso corporal”, declara a SINC Lalueza-Fox.
Según los científicos, hay más de una interpretación posible de los fósiles de Ardipithecus, Orrorin y Sahelanthropus. Además, los parecidos morfológicos y de homoplasia (presencia de las mismas características en especies de diferente ascendencia) no se tuvieron en cuenta al analizarlos. Sin embargo, “decir que son un antepasado humano no es la explicación más sencilla ni parsimoniosa”.
“No existe un consenso sobre lo que cuenta la morfología sobre el genotipo y cuáles son los rasgos filogenéticamente relevantes”, señala el investigador español. Los pequeños caninos de los géneros Ardipithecus y Sahelanthropus son quizá la prueba “más convincente” de su condición de antepasado humano, aunque la reducción de estos dientes “no es exclusiva del linaje humano”.
Errores en los vínculos evolutivos
La comunidad científica defiende que el linaje humano se separó del de los chimpancés hace entre 6 y 8 millones de años. Diferenciar entre los fósiles de un chimpancé moderno y un humano moderno es más fácil que distinguir los fósiles de estas dos especies cuando todavía se parecían a su ancestro común, como sucede con Ardipithecus, Orrorin y Sahelanthropus.
Wood cree necesario aplicar técnicas nuevas para estudiar los fósiles y evitar confusiones: “Los restos fósiles son como algunos coches que son muy parecidos desde fuera, pero tienen diferentes motores y sistemas de sonido”. Los investigadores dvierten de más de un error en el estudio de las relaciones evolutivas, como ha ocurrido con Ramapithecus y Oreopithecus bambolii.
Ramapithecus, un simio del sur de Asia, resultó ser pariente cercano del orangután. Mientras que Oreopithecus bambolii, un simio de Italia, era similar a los ancestros humanos primitivos. Se sospechó incluso que su esqueleto se habría adaptado para andar sobre las dos piernas, pero, al final, sólo fue un pariente lejano de los humanos que asumió en paralelo funciones similares a las del ser humano.
Sin duda, una de las claves que define a un homínido como tal es el bipedismo que, según Lalueza-Fox, “ha implicado grandes reorganizaciones genómicas y esqueléticas”. Sin embargo, es “extraño” que, a pesar de tener los genomas humanos y los del chimpancé, “no se haya avanzado en la comprensión de los cambios genéticos implicados en esto”, añade el experto.
Cuando estos datos se conozcan, “quizás se podrá volver a mirar el registro fósil con nuevas perspectivas para interpretarlo de forma correcta”. Hasta entonces, concluye, “seguirán las controversias”.
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Referencia bibliográfica:
Bernard Wood, Terry Harrison. “The evolutionary context of the first hominins”. Nature, Vol. 470, febrero de 2011. doi:10.1038/nature09709
SINC // Elisabet Salmerón