Cuando era niño creía en mis padres, de adolescente creía en el Partido Comunista, al terminar la Universidad creía en el socialismo, pero hoy ya no creo en nada, porque todo es mentira, al menos hasta que no se demuestre lo contrario.
Cualquier ideología se pervierte al ser extrapolada de la abstracción a lo concreto porque las mentes humanas que la mundanizan aportan una visión siempre interesada e influenciada por múltiples factores, ciertos unos, imaginarios otros.
La izquierda política y el socialismo económico son paradigmas ideológicos en los que me siento cómodo, pero no me identifico con las soluciones específicas aportadas por los grupos de interés que intentan apropiarse de ambos conceptos apartando a todo aquel que no comulga con su forma de entender la realidad.
Prefiero mis propias soluciones que son las únicas que me representan adecuadamente y que defenderé hasta las últimas consecuencias o hasta que alguien me demuestre que estoy equivocado, todo lo demás, todo lo relacionado con aceptar las posiciones de un partido político o de una asociación de cualquier tipo conlleva ir contra las convicciones más íntimas de las personas, las cuáles sólo pueden ser traicionadas por amor.
El paradigma de la izquierda política y el socialismo económico permite entender la sociedad de manera solidaria en busca del beneficio propio dentro del bienestar común. Ahora bien, las formas de lograr estos objetivos pueden variar de una sociedad otra y de unos momentos históricos a otros.
No acepto que se me diga que la flexibilización del mercado laboral no es una política de izquierdas, porque no hay nada menos solidario y más injusto que dos trabajadores en el mismo puesto pero con desempeños profesionales distintos cobrando el mismo salario y disfrutando de los mismos derechos.
No acepto que se me diga que la gestión privada de los servicios públicos bajo supervisión pública no es una política de izquierdas, porque no hay nada que genere menos bienestar común que un servicio público mal gestionado.
No acepto que se me diga que un acercamiento de la Universidad a la empresa privada no es una política de izquierdas, porque no hay nada que vaya más en contra del beneficio propio que desperdiciar cinco años de estudios para terminar barriendo calles, con todos mis respetos para las calles y para quienes las barren.
No acepto, en definitiva, que se me asigne una etiqueta u otra por ir contra la verdad establecida y los conceptos políticamente correctos. La sociedad, como la ideología, es evolución y la evolución parte de la negación de la verdad del momento.