Cada vez es más patente la oposición que las políticas neoliberales encuentran en todos los ambientes, mientras con esta crisis generalizada crecen las manifestaciones de descontento popular, incluso en el Sur planetario. No están solos, y así debe ser, por más que los gobiernos no se den por enterados dejando al descubierto la mentira que es la democracia que ellos manejan a su antojo.
Los trabajadores, los desempleados y hasta los pensionistas son cada vez menos sensibles a las palabrerías de los políticos. Y cada vez es más visible el poco aprecio que estos últimos muestran hacia la libertad de expresión y las demandas justas de los pueblos. Querrían gobernar sobre sordomudos insensibles, adaptados al Sistema, productivos a la carta y obedientes. Ese sería su ideal de ciudadano perfecto, pero este no existe nunca del todo ni en todas partes. Siempre hay personas y grupos dispuestos a no callar, y por eso cada reunión de los dirigentes mundiales se amuralla con alambradas y policías y se guarda silencio sobre lo esencial de lo allí se habla, pero el caso es que lo que allí se habla afecta directamente a nuestras vidas. Por ello, los dirigentes políticos miran con creciente preocupación y afán de control a todos los grupos alternativos multifacéticos formados por gentes de pensamiento libre: pacifistas, ecologistas, activistas políticos, diversos grupos espirituales y colectivos “no homologados”y otros nada proclives a pactar con la política del consenso capitalista.
Muchos grupos, minoritarios pero con las ideas claras, son capaces de organizarse en un momento determinado y actuar para defender la justicia en su propio campo de acción…Carecen de representantes parlamentarios, pero no los desean; carecen, salvo honrosas excepciones, de medios de comunicación alternativo y aun con estas limitaciones saben cómo hacer llegar a los pueblos mensajes que cuestionan la legitimidad de los poderosos y sus monstruosidades ecológicas, militares, económico-sociales o de cualquier otra índole. Con frecuencia, denuncian a los gobiernos y a las multinacionales por su ineficacia en la gestión medioambiental, las guerras permanentes, el uso de energías sucias y la injusticia global…pero (y esto es un punto débil) apenas si existe entre todos ellos una coordinación, ni siquiera un modo de conexión permanente que permita unificar acciones. Y por si fuera poco, apenas si es posible eliminar las suspicacias tradicionales que aquejan a los grupos organizados frente a otros grupos organizados. Pese a todo ello, el Poder, los gobiernos, tienen miedo a la popularidad de estos grupos y a su extensión, e infiltra a provocadores para generar violencia en sus manifestaciones públicas, y provocar desórdenes, así como presentar ante la opinión pública una imagen perfectamente estudiada para ser inaceptable por los tele- durmientes del sofá para que la opinión pública los asimile a terroristas o violentos de algún tipo. Y en un momento determinado dejan de ser noticia, no porque no hagan bien su trabajo, sino porque los medios los silencian, como está sucediendo ahora mismo para así hacernos creer que no tienen fuerza o arraigo. Y el triste caso es que la durmiente mayoría cree en los medios y en sus silencios.
Esta línea de actuación que busca desacreditar y crear una barrera psicológica popular contra los diversos grupos contrarios a los depredadores planetarios, persigue en última instancia facilitar la represión contra los que no callan. Por ello, los media no descansan para hacer creer a los desprevenidos ciudadanos que dormitan ante sus televisores que aquellos que abogan por la justicia climática, la paz entre los pueblos, la justicia social y cosas semejantes son poco menos que guerrilleros urbanos de los que hay que protegerse con un aparato defensivo militar de un tamaño descomunal… Pero. ¿No la voz del pueblo las que disiente y justamente la voz de la parte más consciente? ¿O es que el pueblo sólo sabe hablar metiendo papelitos en las urnas para elegir a sus capataces cuando se le da la señal? ¿Sordomudos y sumisos? No, gracias.