Compromiso solidario
Frente a la peligrosa instrumentalización de su fuerza de amor compasivo, defendemos su presencia, en la sociedad civil y en la Iglesia, como “un verso suelto”, libre, que se inserta en un sistema enfermo y que, paso a paso, recorre el camino que conduce hacia la nueva humanidad.
Cerramos un nuevo año internacional dedicado al voluntariado; esta vez se ha tratado del Año Europeo. Resulta reiterativa y sospechosa tanta celebración, en la medida en que se airean las bondades individuales de tanta gente, al tiempo que las políticas que sustentan la universalización de los derechos sociales (salud, educación, vivienda, protección social, etc.) se ven sometidas a un retroceso histórico, especialmente en los países mediterráneos.
Sea como fuere, los “años internacionales” creo que siempre constituyen una buena excusa para re-pensar el sentido, en este caso del voluntariado: su fundamentación y dirección.
Mi intención es ofrecer una sencilla reflexión a la luz de lo que veo, contrasto, siento y vivo en este ámbito de la solidaridad organizada. Adelanto mi posición: en tiempos de crisis a todos los niveles y de desprotección hacia los que peor lo pasan; en tiempos donde el tiempo es sinónimo de velocidad y aceleración; en la antesala de una progresiva instrumentalización del voluntariado, que será utilizado como tapón para que los desagÁ¼es por donde se desliza la exclusión social no se conviertan en tsunamis, entiendo que el voluntariado que yo defiendo y anhelo es otra cosa bien distinta.
Modestamente, creo que ha de convertirse en un verso suelto inserto en un sistema social, económico, político y ético que se encuentra francamente enfermo. Un verso suelto, libre, no domesticado, tanto en la sociedad civil como en la Iglesia; un verso suelto que con modestia y determinación va poniendo un pie delante del otro sobre el camino que conduce hacia la nueva humanidad.
Luis Aranguren Gonzalo
Autor de Humanización y voluntariado