En muchos países del mundo se levantan grupos de personas y bastantes académicos e intelectuales, votantes de todo el espectro ideológico, que se han denominado «Indignados». Han conmocionado la política en muchos, aunque los políticos no terminan de hacerles caso (no les interesa perder sus privilegios)…
No creo que mi propuesta sea audaz para acabar con la parálisis política y económica: un Gobierno de coalición, con todas las fuerzas del arco parlamentario salidas del 20N. Para llegar a acuerdos sobre una reforma de la Ley electoral, adoptando la formula francesa, con Primarias y listas abiertas… Lo que está pidiendo el pueblo: «democracia real».
Mi propuesta no ocupará grandes titulares en la prensa, pero seguramente los ciudadanos y ciudadanas que puedan leerla piensen que no está falta de lógica.
Los recortes que están realizando los partidos ganadores de las últimas elecciones autonómicas y municipales son una pérdida inadmisible de nuestros derechos como contribuyentes. Mientras tanto, aumentan las contrataciones de amigos y familiares, con sueldos prohibitivos.
El déficit del Estado viene de la falta de control del gasto (se dice del gasto público, para justificar, pero en realidad es de todo el gasto, incluidos los sueldos a los contratados como personas de confianza). Mientras tanto, se reduce el número de camas hospitalarias (en el país con el número de camas por habitante más bajo de Europa), no se asumen plazas de profesores auxiliares y otros servicios que cubren necesidades básicas que pagamos.
Algo debe cambiar en el funcionamiento del sistema, principalmente de los partidos políticos. No podemos volver a vivir una nueva legislatura en la que los partidos en la oposición sistemáticamente bloqueen las propuestas legislativas del partido gobernante. Y un partido, al ganar unas elecciones, le echen la culpa de todo lo que está sucediendo a quienes gobernaban anteriormente. Deben desaparecer los privilegios, y los contratos a personal de confianza deben ser limitados.
Los españoles no tenemos remedio. Si hablas con un ciudadano/a amigo o conocido de estos problemas, casi, casi te lo justifican con un ¿Y tú no harías lo mismo? Pues no, que no haría lo mismo.
Echo de menos las ansias de democracia de los españoles del 78, y rechazo el oportunismo político actual.
Estos días escuchaba a una señora que ha pasado (según ella) 30 años militando en el PSOE. Al terminarse su periodo y volver dejar de ocupar los puestos de relevancia que ocupó toda su vida, fundó su propio partido político. Lo que me confundió fue una de sus frases, contraria a todo lo que le he oído decir durante esos 30 años “Ser socialista no significa ser progresista” ¡Guau…!
Hace unos meses seguí muy de cerca el nacimiento de un nuevo partido político. Un grupo ecologista consideró llegado el momento de entrar en política y apostar por contribuir con sus propuestas a mejorar nuestra vida cotidiana. Sus intenciones me ilusionaron: candidaturas y listas abiertas y algunos de los cambios que pide la ciudadanía. El resultado ha sido para mi deprimente: del partido se han ido apoderando los comunistas, que llevan años cambiando de formaciones y siglas sin conseguir el poder que tanto desean, simplemente porque su democracia, en mi opinión, deja bastante que desear, al rechazar los preceptos que le dan vida a nuestra Constitución, votada mayoritariamente por los españoles en el 78 y que nos ha procurado 33 años de la mejor España de todos los tiempos. Algo que los españoles tienen muy presente y por eso los partidos radicales cada vez tienen menos representación parlamentaria.