La igualdad es un valor inseparable de otros como libertad, fraternidad o justicia. Estos altos ideales han sido tan adulterados que ahora mismo se encuentran tal vez en el peor momento de toda la historia de la humanidad.¿A quién debemos ser iguales? ¿cual es el modelo a imitar y el camino a seguir? Abordaremos esto en dos artículos si la paciencia del lector lo permite.
IGUALDAD NO ES UNIFORMIDAD
¿Qué es exactamente la igualdad? ¿Tener todos las mismas riquezas? ¿poseer los mismos tipos de objetos?¿vivir en casas iguales?¿Vestir de la misma manera? ¿Tener las mismas comodidades? ¿el mismo color de piel?…¡Cuántas variantes podríamos pensar sobre aquello que consideramos el mundo material! Pero ¿cuántos de nosotros queremos eso mismo que quieren tantos otros? Ni todos viviriamos en el mismo tipo de viviendas si pudiéramos elegir ni consideramos como buenas las comodidades que otros prefieren, ni tenemos- ni queremos tener siquiera– los mismos gustos, los mismos valores, la misma sensibilidad, o las mismas posesiones de dinero o bienes.
Igualdad no es uniformidad, aunque quienes dirigen la sociedad industrial se afanan en conseguir nuestra uniformidad mental para vendernos sus productos clónicos. El resultado de ese proceso son nuestras modernas ciudades, nuestras viviendas, electrodomésticos, tipo de cultura, productos de consumo, etc. El occidente colonizado por el “amigo americano” y sus secuaces andan en el empeño de sustituir donde pueden la originalidad por la Mismidad, que es la uniformidad convertida en filosofía mercantil e incrustrada en las mentes , en los paisajes urbanos y en la vida cotidiana de los ciudadanos abducidos por su Sistema. Este ha conseguido el doble objetivo de mantener y aumentar las desigualdades sociales manteniendo y aumentando a la vez el principio de la uniformidad gracias al trabajo de sus mercenearios del marketing, la política, la cultura o la religión. Se trata de que todos queramos las mismas cosas en los mismos espacios de tiempo (para abaratar costes, optimizar beneficios y organizar la producción) y quien no pueda conseguir sus productos, puede vivir la frustración de haber quedado fuera de la Mismidad encuadrada en el binomio insoportable uniformidad-desigualdad.
EL FRACASO HISTÁRICO DEL IDEAL DE IGUALDAD
Todos somos conscientes de la historia social de la desigualdad y de los asesinatos de que fueron victimas aquellos que defendieron que existen pobres porque existen ricos, y que el poder como se ejerce es enemigo de la Ia igualdad, porque ese poder lo ejercen los ricos desde la sombra a través de sus hombres de paja en los gobiernos con el miserable empeño de seguir aumentando sus cuentas corrientes y su prestigio.
Es emblemático el asesinato de Jesús de Nazaret por predicar la igualdad, la libertad, la fraternidad, la justicia y la unidad entre los humanos poniéndose directamente en contra de las castas sacerdotales y de la sociedad esclavista romana en la que los ricos eran, como hoy, admirados, respetados e imitados. Y por supuesto, no estaban dispuestos a dejar de tener esclavos, como hoy no lo están , aunque en el Occidente la esclavitud no sea tan evidente como en algunos países africanos controlados precisamente por el Occidente “cristiano”. De volver a encarnar, Jesús de Nazaret sería perseguido por las mismas razones y por las mismas gentes: las castas sacerdotales, los ricos y el poder político.
El fracaso -hasta hoy , pero no para siempre- del cristianismo y de sus ideales al ser adulterado por el catolicismo y otras corrientes oportunistas no es el fracaso de Cristo sobre Sus valores expuestos en el Sermón de la Montaña, sino el fracaso de sus falsos seguidores, las jerarquías de las Iglesias que comenzaron inclinándose por igual ante las fuerzas espirituales enemigas de Dios y ante los césares del mundo para terminar por convertirse en sus mentores en una maquiavélica maniobra mantenida por siglos y propia de mentes oscurantistas. Ahora forman parte inseparable del mismo Sistema de Poder al que sirven de tapadera moral y está arruinando al mundo. Sin embargo, atribuir a la Iglesia el fracaso de los nobles ideales cristianos sería concederle más poder del que ya tiene. ¿Acaso no cuenta la voluntad del género humano? Pregunten a ver quién no quiere ser rico y tener poder.De hecho, esto de poseer más y estar por encima de otros es uno de los motores principales del comportamiento colectivo.
Mientras las mayorías tengan estos sentimientos de envidia y deseos de poder y riqueza, queriendo ser , tener y poseer, es impensable que existan sociedades cooperativas o comunistas como las que tenían los primeros núcleos cristianos y algunos otros grupos de índole espiritual donde el desinterés por la riqueza y el amor hacían posible tal grado de evolución. Este pensamiento no ha calado nunca en las masas, pero sí el sentimiento de injusticia y odio a causa de la desigualdad extrema, lo que llevó a revoluciones dirigidas por minorías organizadas que nunca fueron capaces de proporcionar la justicia y la igualdad por la que murieron miles y miles de personas. En cambio se consiguió de las gentes la sumisión a la autoridad y la uniformidad, excelentes bases para instalar a continuación el capitalismo sin que se alterase el pulso del país. Rusia y China son dos buenos ejemplos de esa transición.