Sociopolítica

¿Lesa Humanidad o Justicia Revolucionaria?

Desde Miami

Desde 1959 a la fecha, lo que muchos militantes de derechos humanos denominan «democracia cubana» reconoció oficialmente que 10.207 ciudadanos fueron fusilados por los hermanos Castro. En la Argentina, sin contar los que viven en Europa y México fueron documentados unos 9.000 casos de desaparición forzada. ¿Como se interpreta esto en las organizaciones de derechos humanos de Argentina que hablan de 30.000 personas desaparecidas? Al parecer: «En el caso Argentino son crímenes de lesa humanidad», «en el cubano, un acto de justicia revolucionaria».

Pareciera que mentir es la consigna. No cuenta si la mentira oculta muertes y violaciones flagrantes a la Constitución Nacional, las leyes y los procedimientos judiciales. En la Argentina actual no vale la verdad, se destruye y humilla a quien se atreve a decirla y si esa verdad contrapone los intereses de los gobernantes peor aun, se etiquetara como fascista, golpista o en el mas morigerado de los casos se le acusara de portar animo destituyente a quien se atreva a honrarla.

No acompaño las ideas políticas de la ex Senadora Fernández Meijide, pero quien puede negar que sea una persona honorable en materia de derechos humanos y que consagro gran parte de su vida en la defensa de ellos de manera racional, sin odios. Graciela Fernández Meijide dispone de autoridad moral, perdió a su hijo -Pablo- durante los años de la guerra revolucionaria en Argentina. ¿Que ha hecho de malo Graciela Fernández Meijide para que Hebe de Bonafini la maltrate públicamente con sus conocidas y violentas declaraciones mediáticas? Pues ha confrontado el establishment de la propaganda y los negocios en su país despertando la ira de reincidentes y despreciables gamberros, de conocidos reventadores e inútiles sociales.

Fernández Meijide acaba de lanzar un libro rigurosamente documentado desnudando una realidad que, a la vista y la lengua de personajes destructivos para la sociedad argentina como Hebe de Bonafini y los militantes de pseudo-organizaciones de derechos humanos la ha colocado del lado de los ciudadanos argentinos execrables.

Meijide se ha referido en su libro al numero de desaparecidos situándolos en unos 9000 casos y se permitió hacer una propuesta totalmente lógica para tratar de destrabar la búsqueda de mas desaparecidos. Esto contrasta claramente con la basura que hay dentro de aquellas organizaciones mal llamadas «organismos de derechos humanos». Recordando la frase del general Perón, Graciela Fernández Meijide ha «sacado los pies del plato».

Lo cierto es que el número no tiene una dimensión moral: «Quien salva una vida, salva a la humanidad», «Quien asesina a un ser humano, mata a la humanidad». Los números no pueden convertirse en un estandarte de guerra sino en un interrogante que puede o no ser develado en un enfrentamiento armado de las características del conflicto argentino de los años 70.

Al parecer la confrontación ideológica en estos temas resulta inacabable en la Republica Argentina. Estela Carlotto, otra de las personalidades de los organismos de derechos humanos en aquel país también polemizó semanas atrás con la medico cubana Hilda Molina ¿Cual es el pecado que cometió la doctora Hilda Molina? ¿Decir que hay que repudiar por igual las dictaduras de derechas como las de izquierdas, algo que Carlotto y Hebe de Bonafini nunca hicieron? Acaso los hijos de muchas Madres y Abuelas de Plaza de Mayo ¿no militaban en organizaciones armadas que se alzaron contra el gobierno democrático de Juan Perón (y luego contra el de su esposa Isabel Martínez) mucho antes de 1976 ejecutando acciones terroristas para instalar el modelo soviético-cubano de Fidel Castro en la Republica Argentina de los años 70 y empleando métodos que violaban los derechos humanos mas elementales?

Lo que encuentro verdaderamente, dual, hipócrita e inmoral es que se soslaye la falta de respeto por la vida y se reduzca todo a una cuestión de cifras como si fuera un juego de tenis. En estos temas, Argentina nunca ha podido dar un paso superador precisamente por el odio y la venganza de aquellos personajes patéticos que dicen defender los derechos humanos, esta es la absoluta verdad y en ello tienen responsabilidad funcionarios de gobierno como el secretario de derechos humanos Luis Duhalde y muchos obsecuentes adoradores de la violencia. Se ignora y se tergiversan los verdaderos hechos con fines y posiciones económico-ideológicas repudiables y falaces. Hubo dos grupos de personas armadas enfrentándose y matándose entre si; estallaron bombas; se secuestro y asesino diplomáticos; empresarios y jueces. Pero parece que eso no cuenta. Mientras tanto, los que no participaban en ninguno de los bandos en guerra, también murieron.

Llámele si usted quiere «daños colaterales». Pero para esa gente no hubo Justicia ni indemnizaciones como si para los terroristas. ¿Quién reparo el daño de las familias destrozadas por sus seres queridos asesinados por los terroristas? Esto aun es un tema que en la Argentina de hoy, el poder de turno se encargo de borrar. Las Fuerzas Armadas admitieron 22.000 muertos del lado de los terroristas desde los años 1971 a 1982. Aun así, en la Argentina cuando conviene le creen a los militares y cuando no, los denigran, humillan y encarcelan. ¿En que quedamos?

Pero la gravedad extrema (e incomprensible) es que el propio gobierno argentino en vez de optar por cerrar heridas, unir la sociedad civil y pasar pagina con equidad y justicia a un tiempo doloroso de la historia del país eligió lo contrario, financio el odio y el revanchismo, organizo campañas publicitarias masivas, condiciono a la prensa y los medios locales para no publicar noticias sobre el tema de los militares en prisión -hoy presos políticos- y como no pudo evitar que la verdad atravesara las fronteras y repercutiera en el exterior, rápidamente decreto crímenes de lesa humanidad de un lado (algo que caerá por su propio peso en el  mediano plazo) pero la prescripción (jurídicamente hablando) de los crímenes que los terroristas cometieron en otro.

Así no funciona la verdadera justicia. Así será imposible superar el pasado de sangre y plomo que la ideología castrista-soviética pretendió instalar en aquellos tiempos. En este escenario kafkiano, quizás, los hemipléjicos organismos de derechos humanos de la Argentina actual lleguen al numero de 30.000 desaparecidos que han sostenido desde 1984, eso le quitaría los nervios a muchos que han gestionado y percibido millonarias indemnizaciones y aparecieron vivos posteriormente llevando diáfanas vidas en Paris, Estocolmo o Madrid, también a Bonafini y a Carlotto quienes se fastidiarían menos con Meijide por su valentía en abordar estas cuestiones en su libro. Pero para que ello suceda los peronistas deberán incluir las masacres que ejecuto la Triple A (Alianza Argentina Anti-Comunista) creada por Peron y conducida por su sicario López Rega, lo mismo si le suman las muertes por hambre, desnutrición infantil y la delincuencia común de los últimos años obra del populismo y la demagogia gubernamental. Con ello, no seria extraño que la cifra de 30.000, se triplique.

Para el gobierno argentino, para Bonafini y Carlotto, la muerte de inocentes ciudadanos, de militares e integrantes de fuerzas de seguridad a manos de «los muchachos románticos e idealistas» de Montoneros, ERP y demás organizaciones terroristas entrenadas en Cuba no se cuentan, pareciera que fueron «muertes merecidas en pos de instaurar la Patria Socialista». Pero deberían considéralas pues también con ellas llegarían a la cifra que pretenden.

Cuando desde el fanatismo y el odio se manipula la justicia, esta deja de ser justicia para convertirse en un vulgar accionar animista, en salvaje y primitiva venganza. Si el camino elegido es juzgar y no seguir senderos de reconciliación, pues juzguen a todos los culpables, sin recurrir a argumentos insostenibles que agravian la equidad, la justicia y la verdad histórica y menosprecian la elevada misión del Poder Judicial.

Algunos argentinos continúan creyendo que el número estadístico es más importante que la vida individualmente entendida. Crímenes se cometieron en los dos bandos, pero hay una gran diferencia: la alevosia, la mentira y la doble moral, son inauditamente estimulados desde el poder y sus grupos adictos en la Argentina de hoy.

La sociedad argentina no podrá organizarse sobre cimientos sólidos si no existe en su seno el compromiso compartido de preservar y fortalecer determinados valores fundamentales. Cuando en los siglos XVIII y XIX se generalizó la adhesión de las naciones civilizadas al constitucionalismo liberal y al gobierno democrático, se extendió también rápidamente por el mundo la idea sobre determinados valores jurídicos y morales básicos, a saber, aquellos relacionados con los derechos individuales y su inviolabilidad o con el respeto incondicional a la dignidad del ser humano, debían ser consagrados expresamente como principios supremos y fundamentales. Entre esos valores e ideales que la civilización y la historia han consagrado, ocupan un lugar de prioritaria relevancia el rechazo y la superación de toda forma de violencia, la defensa de la paz como ideal universal y la exaltación de la libertad y la justicia como conceptos fundamentales de toda estructura social organizada. La sociedad argentina y muy especialmente su dirigencia política deberá adherir a estos preceptos básicos, de lo contrario su futuro será poco alentador.

Saludable será para la democracia argentina, que su gobierno y organismos de derechos humanos desistan de «danzar patéticamente en los cementerios». Se debe permitir al Poder Judicial impartir justicia de modo independiente y ofrecer a la ciudadanía señales claras de su interés por construir un país serio, sustentable y creíble.

Argentina se merece mucho más que ser representada por organismos de derechos humanos ideologizados conducidos por bellacos mercantilistas cobijadores de asesinos etarras y por fascistas antisemitas aplaudidores de los crímenes del terrorismo integrista en las Torres Gemelas.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.