Hoy hemos conocido los datos de desempleo del mes de junio y las cifras son alentadoras ya que hay 55.000 personas desempleadas menos que en el mes anterior, con lo que nos podemos dar con un canto en los dientes.
Pero con mucho cuidado porque corremos serio peligro de rompérnoslos y no está la cosa como para andar gastando en dentistas. Es verdad que las cifras son positivas, pero también es cierto que deben de ser relativizadas.
Tradicionalmente, el mes de junio se caracteriza por las contrataciones veraniegas, por lo que habituamente es un mes que ofrece buenos datos de contratación. Sin embargo, no hay que olvidar que estas contrataciones son, en su mayoría, temporales y, por tanto, precarias.
Por tanto, 55.000 personas desempleadas menos puede ser un dato bueno, en valores absolutos, pero es un dato malo, en datos relativos, en datos comparados, en los datos que realmente sirven de algo.
Porque estas 55.000 personas son pan para hoy y hambre para mañana, contratos de hoy, desempleados del mes de septiembre cuando la temporada veraniega finalice.
A pesar de que el Gobierno insista que los datos de hoy son consecuencia de sus planes económicos la realidad nos dice que la única causa plausible es el verano y sus trabajos temporales en el sector servicios.
¿Llueve menos? En materia de empleo, no, porque seguimos siendo un país con población activa poco formada y que aporta escaso valor añadido a su empleo, porque seguimos sufriendo las consecuencias de la dualidad entre empleo temporal e indefinido, porque nos aferramos a un modelo de mercado laboral enraizado en la revolución industrial, porque no estamos abiertos a poner solución a los problemas que nos acucian.