En plena evolución del siglo XXI, aún existe el pensamiento que asocia el concepto (objetivo/subjetivo) del Amor, a la cursilidad, a una característica que parece no tener relación en nuestros roles profesionales, académicos y diarios en extrema competencia por la sobrevivencia o supervivencia.
El punto refiere a observar y tomar cuenta que nos encontramos en una situación donde se asoman características emergentes y altamente veloces en nuestras comunidades. La Crisis de esta globalización a la que todos señalan como económica, también debería identificarse como intelectual y social. Nuestras constantes presiones por no perder segundo en el trajín de nuestras rutinas, poco tiempo da para que utilicemos nuestro razonamiento en torno a las problemáticas sociales que nos rodean constantemente pero que no aceptamos como propias, hasta que el efecto negativo de ellas toque nuestros nombres.
Este es el punto que deriva como tangente temática de estos párrafos, ¿cómo hacemos para vivir sobre lo meramente tangible y olvidar nuestro crecimiento espiritual (termino que utilizo fuera de cualquier dogmatismo religioso) y mental personal –o sea, ya no destinado a nuestra responsabilidad laboral o cualquier otra). Hablo de pensar, de sentirnos parte de lo que sucede, de mantener en claro que todos somos responsable de lo que sucede, puesto que ya no sucede “a nuestro alrededor” sucede con nosotros aunque tengamos o no conciencia de ello. Nuestra actitud frente a las situaciones que preocupan a nuestros entornos sociales, tienen un resultado en ello, que sumado individualmente genera una mirada cultural específica de nuestros tiempos.
Ahora bien, me pregunto y comparto mi inquietud con Ustedes: ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor? Qué estamos haciendo día a día para que el amor que sentimos por nuestros hijos represente un verdadero cuidado por sus libertades futuras de disfrutar de los recursos naturales, de caminar sin miedos en las calles, de pensar sin ser sometidos a una rutina inquietante y temerosa. Dirán muchos que demasiadas actividades tienen como para anotarse a un voluntariado social, y bien tengo una manera para que podamos sentirnos del “lado de los buenos” en los sucesos de nuestra actual cultura global:
Hagamos las cosas con amor, y cuando digo amor, digo con la certeza de sentirnos parte de absolutamente todo, de contagiar la idea de un progreso humano en nuestras familias (y no solo progreso económico), pensar en maneras y formas que aporten a las organizaciones dedicadas al sector social y sus planes y proyectos de acción, etc.
El punto es que quizás necesitamos recordar un sentido de unión que actualmente se muestra como necesidad primera para restablecer y curar las problemáticas, aportar a estos fines no quiere significar exclusivamente a la “caridad” sino al genuino compromiso que tenemos referente a esto.
Por eso quiero pensar junto con Ustedes: ¿de qué hablamos, cuando hablamos de amor?
“Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección.”
Antoine de Saint-Exupery