La falta de respeto en las aulas no es noticia nueva en nuestro país. Muchos jóvenes, desde la escuela a la Universidad, muestran cada vez más el síndrome adquirido no de forma genética, sino por una deficiente educación por parte de sus padres y un Sistema demasiado permisivo con quienes no dan la cara, a la vez que demasiado restrictivo con quienes dan las dos caras. Alumnos que agreden a profesores, amenazas de muerte, padres y madres que vienen a las escuelas para increpar a un maestro, a insultarlo; incluso a la agresión física, todo en defensa de ‘sus hijos’, quienes son el chivo expiatorio de un maestro que les ha cogido manía.
Pero este tema se repite, por desgracia, cada vez más, y nuestros noticiarios audiovisuales y escritos están colmados de noticias en las que podemos leer fulanito de tal agrede a su profesor porque éste le sugiere apagar el teléfono móvil (regalado por papi o mami) mientras está en clase. ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de padres, hijos, sistema educativo o Sistema en mayúsculas? Eso se lo dejo a usted, lector, pues hay mucho sobre qué reflexionar.
Sin embargo, quien escribe, se dirige a un ámbito que trasciende algo el tópico de las escuelas e institutos, padres mosqueados y profesores amenazados. Hoy, como estudiante universitario, deseo criticar la actitud de los alumnos -o una parte de ellos- en las aulas, pues a diario soy testigo de cómo sujetos y sujetos femeninos faltan al respeto a señoras y señores que, para llegar a ese puesto que les concede el don de subirse a una tarima y hacerse escuchar entre cien personas, han tenido que pasar un durísimo proceso educativo y de investigación.
Quien escribe estudia Ciencias Matemáticas Puras. Comparte aula con otros 106 alumnos y alumnas que, después de haber superado una selectividad y bajo el supuesto de libre elección, han decidido cursar una de las carreras más difíciles que se pueden impartir en cualquier Universidad del Mundo (junto a Física, Medicina o algún tipo de Ingeniería, por decir algo). Estos chicos y chicas deberían saber que quien se sube a la tarima a dar una lección sobre Álgebra, Métodos Numéricos o Topología ha tenido que pasar por un duro proceso: para empezar, debe haber aprobado la antigua Licenciatura, de cinco años, con un expediente medio de 3.5 (eso equivale a una media de sobresaliente y Matrícula de Honor), con todo el esfuerzo que ello conlleva. No sólo eso, esa señora y ese señor han tenido que pasar dos años investigando, con lo bien reconocida que está la investigación en nuestro país. Pero, además, esa profesor ha tenido que realizar una Tesis Doctoral, que lleva entre tres y cuatro años, en el que debe resolver algún área concreta de las Matemáticas que aún no ha sido resuelta. Después de, digamos, diez años estudiando y forzando la mente hasta límites insospechados, esa persona debe encontrar una plaza vacante en una Universidad y luchar por ella.
No es un camino de rosas. Por ello yo me pregunto, ¿qué coño hacen en clase niñatos que sólo vienen a hablar, lucir sus atuendos pagados por papi y mami, jugar a la videoconsola mientras el profesor explica, interrumpir, mirar por encima del hombro a alguien que ha demostrado mucho, ignorar las peticiones de silencio y, en lugar de ello, no se dirigen a cafetería, cualquier jardín o su puta casa a charlar, salir de juerga y hacer lo que les sale de las pelotas? Lo dice un señor de 28 años al que estudiar le ha costado aproximadamente 1.000€ y sacrificar un trabajo; un tipo que observa con admiración a esos profesores y profesoras que hacen uso de su talante para no perder la paciencia ante críos consentidos, pajeros, insolentes y maleducados que, con su presencia, no sólo faltan el respeto a los profesores y resto de compañeros, sino a sus propios papis y mamis, quienes tanto les quieren.
Por ello, como estudiante universitario indignado y no tan viejo, reivindico que esta situación es realmente inadmisible. No tiene Justicia alguna que un mocoso costeado por sus padres venga a la cuna de la Ciencia a mirar de reojo a un profesor, mofarse de él y de todo el progreso humano en general, la Educación y el respeto que toda persona se gana: insisto: se GANA. Si debo culminar este artículo, lo haré afirmando que sobran titulados en paro y sobran imbéciles llenando las aulas, aunque eso le venga bien a los bancos y cajas que pillan cacho del dinero de las matrículas.