En 1911, la polaca Marie Curie recibÃa el Premio Nobel de QuÃmica. Por este motivo el mundo entero celebra, un siglo después, el Año Internacional de la QuÃmica y también, el Año Internacional de las Mujeres CientÃficas. En estos cien años, las plumas han sido reemplazadas por las tabletas digitales y las cartas, por los e-mails o las redes sociales. ¿Pero siguen las cientÃficas de hoy en dÃa esta velocidad 2.0? Nueve investigadoras de diferentes generaciones cuentan a SINC su experiencia.
Dos sillas alrededor de una mesa blanca de madera y sobre ella, tratados de fÃsica, una lámpara de petróleo y un ramo de flores. La sencillez definÃa el pequeño apartamento parisino en el que vivÃa Marie Sklodowska (que pasarÃa a la historia como Marie Curie) y su marido. A finales del siglo XIX, las cartas, telegramas y el incipiente teléfono eran los medios utilizados por los investigadores para informarse.
Hoy, en el escritorio de la fÃsica Irene Lapuente apenas caben su ordenador portátil, su netbook, una impresora, un flexo, un escáner y alguna revista de fÃsica. La joven tiene cuatro blogs, dos cuentas de Twitter, perfiles en Facebook y Linkedin y cuentas en YouTube y Flickr.
Cien años después de que Marie Curie ganara el Nobel de QuÃmica, el mundo entero celebra el Año Internacional de la QuÃmica y también el Año Internacional de las Mujeres CientÃficas. En este siglo, las redes sociales se han convertido en fuente indispensable de entretenimiento e información para millones de personas pero, ¿cómo se enfrentan a este universo las cientÃficas?
En todo el mundo, las mujeres, dedican más tiempo que los hombres a utilizar este tipo de herramientas. Según datos de comScore, ellas emplean un 30% más de sus minutos diarios al mundo de las redes sociales. Expertas de dilatada trayectoria y jóvenes investigadoras de los sectores de la biologÃa, fÃsica, medicina, quÃmica, ciencias del mar e informática cuentan a SINC su experiencia con estas herramientas.
La raÃz de las redes sociales
Para muchos expertos, los blogs representan la raÃz de las redes sociales; el punto de partida donde el usuario aglutina sus perfiles sociales y de cuya información los alimenta. “Tengo dos blogs y están pensados para transmitir la cercanÃa y la cotidianidad de la cienciaâ€, explica Laia Guillaumes.
La visión de esta estudiante de doctorado de QuÃmica es similar a la de Silvia Simón, dos décadas mayor y doctora en QuÃmica Computacional. “Colaboro en dos blogs cientÃficos y también he usado esta herramienta a nivel interno, para coordinar proyectosâ€, explica.
Dos posiciones que contrastan con blogs más personales como es el de Mercè Piqueras. “Es un cajón de sastre, en el que predomina la divulgación de la ciencia, sin que sea un blog exclusivamente cientÃficoâ€, recalca la reconocida bióloga catalana.
El gigante Facebook
La red social por antonomasia –Facebook– también atrae a las cientÃficas entrevistadas aunque, en este caso, se nota un salto generacional. “No me interesa divulgar mi perfil personal. Ya hay suficiente rastro en Google de mis actividades profesionales y cÃvicasâ€, asegura la veterana endocrinóloga Flora de Pablo, investigadora en biologÃa molecular.
Esta profesora de investigación del CSIC considera que, exceptuando algunos blogs “de gente muy responsable y seriaâ€, las redes sociales “no ayudan a la divulgación responsable de la cienciaâ€. De forma totalmente opuesta piensa Irene Lapuente: “Creo que son muy positivas porque acercan la ciencia al público general, la personalizan y crean seguidores afines y fielesâ€.
La concisión de Twitter
Los 140 caracteres atraen sobre todo a las jóvenes investigadoras aunque hay excepciones. “Twitter me parece muy útil para difundir noticias, anunciar actividades o enviar comentarios y opiniones sobre lo que ocurre en un ámbito especializado o en generalâ€, explica Mercè Piqueras, con décadas de experiencia a sus espaldas.
Esta opinión es compartida por la joven Laia Gallart, ingeniera técnica en informática de gestión; “para mà Twitter es la mejor de todas las redes sociales y la que utilizo con más frecuencia. No es estrictamente profesional pero con ella puedo consultar y compartir informaciónâ€, subraya.
En lo que coinciden todas las cientÃficas entrevistadas es en que hay que tener precaución con los datos que circulan por estas redes. “No todo lo que se publica es verÃdico. Tenemos que tener claro quiénes son las fuentes y contrastar la informaciónâ€, asegura Gallart.
Redes cientÃficas
Al calor de las redes generalistas han surgido herramientas especializadas en apoyo a la investigación cientÃfica. “Muchos especialistas están interesados en seguir la actividad profesional de sus colegas pero no les interesa saber dónde pasaron el fin de semana con la familiaâ€, explica José Ãngel Maestro, experto en ciencia 2.0. Redes como Academia, Alexa o ResearchGate son sólo algunos ejemplos de este tipo de redes profesionales.
“ResearchGate te permite conocer e interactuar con investigadores de todo el mundo que trabajan en las mismas lÃneas de investigación que tú o en otras que te puedan interesarâ€, indica Mireia Aguilera, estudiante de doctorado de BiologÃa y usuaria también de ReDinamiza, una red social de aprendizaje en I+D+i.
Quedarse fuera de juego
En la otra cara de la moneda encontramos a investigadoras de dilatada experiencia que nunca han utilizado ningún tipo de red social. “No he tenido necesidad de hacerloâ€, asegura Francisca Puertas, doctora en Ciencias QuÃmicas del CSIC. “No las uso por falta de tiempo. Seguramente cuando me decida a usarlas encontraré muchas ventajasâ€, añade Pilar López, fÃsica del CSIC.
La edad tiene mucho que ver en este rechazo. “Según se avanza va siendo más difÃcil adaptarse a los cambios. Sin embargo, no queda otra: quien no se ponga las pilas con la ciencia 2.0 corre el riesgo de quedar fuera de juego en pocos añosâ€, finaliza José Ãngel Maestro.
SINC // Laura Chaparro