(Aguilar, 2009)
Superar una crisis -la crisis que nos está destrozando-, no es volver a tener sino conseguir ser, afrontar cada instante con dignidad, esperanza y sentido de realidad.
«La crisis será lo que hagas de ella», afirma Álex Rovira en este libro. Una obra que asume la dificultad como signo de vida, pero que nos enseña a incorporar lo bueno del pasado, a entregarnos al cambio, a desafiar la rutina, a crear y a pensar de manera diferente, a encontrar un sentido al dolor… y a disfrutar de esta crisis como los enfermos la pasan para transformarla en salud y en fuerza.
Las crisis son las crisis, y así las consideró Hipócrates, pero si la naturaleza, ayudada por nosotros, las sabe aprovechar… las transformará en algo nuevo. Es a lo que Álex Rovira, Jordi Pigem y otros llaman, por sus efectos, buena crisis. No hay crisis buena ni crisis mala, como no existen enfermedades sino personas concretas que padecen una determinada dolencia. Ya tengo dicho que para comprobar que no existen la bondad ni la maldad, la belleza ni la fealdad, la generosidad ni la solidaridad, etc., sugiero ir al Corte Inglés y preguntar a la persona vestida de rojo: «¿Me podría indicar la planta de las virtudes, o la de las enfermedades o la de los vicios?» Ya os imagináis la cara del interpelado. Pues igual sucede con la crisis. Pero a nuestro querido autor le viene bien para completar la trilogía de La buena suerte y La buena vida, que tanto éxito han tenido.
Es momento de aprender a combatir las dificultades, los cambios inesperados, la inmovilidad, y utilizar la inteligencia emocional, confiar y seguir remando. Pero ojo, marinero en desdicha, confía en Alex, pero rema hacia la orilla. Si constatas que estás padeciendo (pathos, patientia, padecer, pati, soportar) una crisis es porque estás vivo.
Aviso al lector, hay que superar las primeras cartas. Al menos a mí me resultaron algo flojas, déjÁ vu, pero el autor se crece y nos va aportando ideas, citas, textos y sugerencias de gran valor.
(Aprovecho este comentario, por si llega el autor, ¿cómo podríamos leer esas máximas a las que aludes en pág. 143? porque ya no me atrevo a preguntar por «la travesía por su desierto hasta encontrar un pequeño oasis», de la pág. 21). Un abrazo para Álex, y para Pigem también.
J. C. Gª Fajardo