Pablo Martínez-Lage (Pamplona, 1964), responsable del área de Neurología en el Centro de Investigación y Terapias avanzadas de la Fundación CITA-Alzheimer, ha asistido estos días en Madrid al Global Alzheimer’s Research Summit. Entre ponencia y ponencia, nos ha contado la necesidad de seguir investigando en la lucha contra esta devastadora enfermedad.
¿Cuáles son los desafíos frente a la enfermedad de Alzheimer a corto plazo?
Hacer del diagnóstico temprano una realidad y ensayar fármacos en esa fase inicial. Pero, sobre todo, detectar la enfermedad antes de los primeros síntomas. De momento, los únicos marcadores diagnósticos son la punción lumbar u otras pruebas muy caras, por lo que por ahora no tiene sentido realizarlas a personas que no tienen síntomas.
¿No existen otras vías para detectar la enfermedad antes de los primeros síntomas?
Se trabaja para encontrar marcadores a nivel sanguíneo, que serían más fáciles de analizar. Por supuesto, también ayudaría el conocer mejor los perfiles de riesgo. De esta manera, si una persona tiene una mayor probabilidad de desarrollar la enfermedad (porque posee antecedentes familiares, edad o un determinado marcador en sangre) se podría analizar si tiene la proteína beta amiloide en su cerebro o no y, en tal caso, comenzar el tratamiento.
Y en la investigación clínica en alzhéimer, ¿cuáles son los retos inmediatos?
Impulsar la investigación traslacional. Es decir, trasladar los resultados de la investigación a las consultas. Un ejemplo es el diagnóstico temprano. Aunque se ha probado la utilidad de los biomarcadores, especialmente los bioquímicos aunque también los de imagen (de metabolismo, o de pérdida de volumen y atrofia), apenas se están aplicando en las consultas para acelerar el diagnóstico.
¿Cómo valora la situación en el tratamiento de la enfermedad?
Hasta ahora existen cuatro fármacos con eficacia demostrada en la mejora de los síntomas cognitivos y conductuales. Incluso mejoran la pérdida de capacidad funcional. Tienen un efecto parcial y transitorio, pero al menos pueden estabilizar la evolución de un enfermo durante uno o dos años, lo que consideramos importante para los enfermos y sus cuidadores. Sin embargo, la situación actual es delicada: llevamos aproximadamente siete años sin ningún fármaco nuevo para el alzhéimer.
¿Por qué?
Los tratamientos sintómaticos y los etiopatogénicos dirigidos contra los mecanismos de la enfermedad, en concreto dirigidos contra el depósito de la proteína beta-amiloide, han fracasado en distintos ensayos clínicos. No han funcionado la inmunoterapia (es decir, la vacuna), los fármacos antiagregantes de amiloide, los inhibidores de la síntesis de amiloide.
¿Cuál es la vía más avanzada en la ‘hipótesis amiloide’?
La línea de investigación más adelantada en esta teoría, que determina que la enfermedad se produce por el exceso de producción y depósito de la proteína beta amiloide en el cerebro, es la de las inmunoterapias. Es una línea de investigación que se abrió hace unos años. Primero se trabajó con una vacuna activa que se probó con éxito en animales. Pero en humanos tuvo que detenerse rápidamente el ensayo porque hubo efectos adversos graves.
¿Y cómo se interpreta este fracaso?
Estamos en una época de incertidumbre, no se sabe muy bien si estos fracasos se han producido porque la hipótesis de amiloide es falsa o porque se han aplicado tarde. Es posible que esta proteína dañe el cerebro en un momento dado y ponga en marcha los mecanismos neurodegenerativos, pero quizás la neurodegeneración avanza luego sin que esté la proteína presente. Habría que probar estos tratamientos en fases muy precoces, por lo que volvemos otra vez al tema del diagnóstico temprano.
¿Hacia dónde va el futuro de la investigación?
Se han desarrollado vacunas menos agresivas, que no producen estos efectos secundarios. En estos tratamientos se inyecta directamente el anticuerpo. Es posible que dé resultados a corto plazo. Además, se están probando medicamentos que van por la vía de otra proteína, también involucrada en la enfermedad, la proteína Tau. Hay fármacos inhibidores de la fosforización de esta proteína que podrían ser efectivos. El problema es que estos resultados no se van a tener hasta los próximos tres, cuatro o cinco años, ya que son ensayos clínicos largos.
Las demencias no Alzheimer
Aunque no tienen día mundial, están ahí: las demencias frontotemporales, las demencias por cuerpos de Levi, las demencias asociadas al párkinson, la demencia vascular y otras enfermedades neurológicas. Los expertos afirman que en todas ellas hay muchísimo que investigar, sobre todo desde el punto de vista del tratamiento.
SINC, Ágata A. Timón