Este desgobierno que sufrimos ha nombrado ministra de educación y portavoz a doña Isabel Celaá, una señora casi setentona, encantada de conocerse, y supongo que de ser ministra, y que nos habla con el tono didáctico propio de los docentes.
En su caso con el tono propio de los profesores de educación especial, que dan clases a niños con reducida capacidad intelectual.
Prepotente y soberbia, como buena sociolista (no es un error) vasca, de los que acostumbran a mirar por encima del hombro al rebaño de sus votantes, recrimina frecuentemente a los periodistas, les dice que las preguntas están mal formuladas, pues no son las que ella quiere oír, contesta lo que puede o quiere, ante un presidente de la cosa silente, que lleva dos meses desaparecido de los focos mediáticos (a este paso, “Maduro Sánchez” va a hacer bueno a Rajoy), y confunde el gobierno con el estado, cuando dice que “el Estado no va a tolerar ningún chantaje”, etc.
Pues o, señora, usted no es el Estado, ni, a Dios gracias, representa al Estado. Usted solo representa a un gobierno ocupa, que esperemos sea desalojado pronto de La Moncloa, y estén allí los legítimos representantes del pueblo español, elegidos por unas elecciones generales, y no mediante chanchullos partidistas, como sucede en el caso que nos ocupa, y preocupa…
El único representante del Estado es el Rey, como Jefe del Estado, y eso suponiendo que todavía no se haya marchado, y no nos hayamos enterado, pues su silencio sepulcral ante lo que está cayendo, da mucho que pensar, y nada bueno.
Esta señora es profesora de enseñanza secundaria, pero ha vivido toda la vida de la política y para la política, primero en puestos de segunda fila, como jefa de gabinete (es decir, lo que antes era un secretario particular), y posteriormente ocupando cargos en la consejería de educación del gobierno vasco.
Y no le ha ido mal en la vida, por lo menos económicamente, a juzgar por el magnífico chalet de lujo en el que vive, cerca de Guecho, de Bilbao, de la playa, de la real sociedad de golf de Neguri y de la ría de Bilbao…, como corresponde a una “sociolista”. Inmueble que es propiedad de su sociedad conyugal, en régimen de gananciales…, pero que se le “olvidó” poner en la declaración pública de bienes. ¡Qué cosas! Esto le puede pasar a cualquiera. ¿Quién no tiene un lujoso chalet en una de las mejores zonas de Bilbao?
El chalet se levanta sobre una imponente parcela de cuatro mil quinientos metros cuadrados (más grande que él del descamisado Pablo Iglesias, pero ya se sabe que todavía hay clases, y los de Bilbao somos así), con txoko y bodega, faltaría más, que por algo vivimos en la única región de España que no fue ocupada por los romanos.
Pero la señora no anda nada mal de dinero:
– 330.048,77 euros en depósitos a la vista y cuentas corrientes (No tan corrientes, con estos saldos).
– 553.381,40 euros en acciones y fondos (no hay que fiarse de la seguridad social, que está al borde de la quiebra).
– 106.331,21 euros en seguros de vida.
– 441.762,87 euros en otros bienes y derechos de contenido económico.
– Y la mitad del valor del chalet, es decir, entre 750.000 y 1.000.000 de euros.
Desconozco cuál es la profesión u ocupación de su marido, don José Ignacio Aspichueta, pero a juzgar por la edad de su esposa, supongo que llevará ya varios años jubilado. Y, desde luego, ¡ya querrían la práctica totalidad de los profesores de enseñanza secundaria tener una situación económica tan desahogada!
Y como los españoles somos muy envidiosos, y yo el primero, no me resisto a transcribir la descripción del inmueble, según el correspondiente registro de la propiedad, para pasmo de los que no somos “sociolistos”:
“un terreno de cuatro mil quinientos metros cuadrados, sobre el cual se alza una vivienda unifamiliar, con una superficie habitable de 694 metros cuadrados, sin contar con la buhardilla, y compuesta por semisótano, entresuelo, planta baja, primera planta o piso superior y cámara de aire”. Todo ello distribuido en “garaje (para varios vehículos, naturalmente), sala de calderas, txoko, cocina de txoko, bodega, dos aseos, cinco cuartos de baño (parece villa “meona” de la Preysler), porche recibidor, hall, salón, cocica principal, comedor, sala, nueve dormitorios –uno con vestidor- y cuarto de servicio” (que para algo somos socialistas).
Hace bien. ¡Mientras haya tontos que les voten…!