La constatación de que no fue ETA la autora de los atentados del once de marzo de dos mil cuatro en Madrid produjo un enorme fastidio en el PP y en el periódico El Mundo, así como en organizaciones políticas y mediáticas afines.
El disgusto fue tan monumental, que les llevó a desarrollar la «teoría de la conspiración» mediante la cual casi todo el mundo estaba involucrado. Casi todos menos lo que realmente idearon, planificaron, organizaron y ejecutaron los atentados: terroristas islamistas vinculados a Al Qaeda.
El slogan favorito acuñado por los forjadores de la «teoría de la conspiración» ha sido y sigue siendo «11-M: Queremos saber,queremos saber, queremos saber». Slogan que desplegaban de forma incansable en las continuas manifestaciones contra Zapatero. Un José Luis Rodríguez Zapatero que, recordemos, terminaría después por escribir artículos en El Mundo. Por cierto, ¡qué oportunidad tan grande perdida por Zapatero para haber escritoalgo sobre el 11-M en El Mundo este pasado 11 de marzo! A lo mejor es que no estaba en el guion previsto… Pero no hay que desesperar, tal vez lo haga el próximo año con motivo del décimo aniversario.
Digo que sigue siendo el slogan favorito porque así rezaba el titular de uno de los artículos editoriales de El Mundo el pasado01.04.2013, «11-M: Las víctimas no renuncian a la verdad». Otra más de las falacias de El Mundo al hablar de «las víctimas» en general tratando de representar a todas las víctimas del 11-M, tratando de interpretar el sentir y el pensar de todas las víctimas del 11-M. Tengo que insistir –y no me voy a cansar de repetirlo– en que ElMundo no hable de «las víctimas del 11-M», porque a mí no me representa ni necesito que me interprete.
Pero ya que El Mundo habla por boca de «unas o algunas víctimas del 11-M» que «no renuncian a la verdad», cada vez que vuelva a ver un pronunciamiento así, voy a recordar lo dicho por Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, en su carta del director del 10 de junio de 2012:
«Hace un par de semanas un miembro del Gobierno que durante años se había distinguido por su beligerancia en defensa de la versión oficial de la masacre me confesó, en un rasgo de nobleza, que estaba «cambiando de opinión» sobre lo ocurrido. Personas de alta calidad intelectual le habían aportado nuevos elementos de reflexión y para él empezaba a ser evidente que los «suicidas de Leganés» y quienes fueron condenados en el juicio tuvieron que tener algún tipo de asistencia o tutela de carácter mucho más profesional–servicios secretos, o algo parecido– para consumar los atentados.»
Que al cabo de diez meses Pedro J. Ramírez no haya dicho nada nuevo sobre este asunto y vuelva a escudarse en «las víctimas del 11-M» diciendo que no «renuncian a la verdad», sólo demuestra el ocaso de sus argumentos y su propensión a utilizar a «las víctimas del 11-M» para tratar de salvar los muebles de su fracasada apuesta por sus trasnochadas teorías conspirativas.
QUEREMOS SABER, QUEREMOS SABER, QUEREMOS SABER más sobre lo que un miembro del Gobierno le confesó a Pedro J. Ramírez.