Irene Villa presenta hoy su nuevo libro: “Saber que se puede. 20 años después”. Sus ganas de luchar, su capacidad de perdonar, y su amor por la vida, la han convertido en un ejemplo de resiliencia, digno de ser tenido en cuenta.
Irene perdió, en el año 1991 las dos piernas y tres dedos de una mano. La imagen del atentado dio la vuelta al mundo, y ella, sin quererlo, se convirtió en la imagen viva de la entereza. Hoy es un ejemplo de superación: licenciada en Comunicación audiovisual, Psicología y Humanidades, es colaboradora en varios medios, y con su pluma, transmite su testimonio, siempre valiente y esforzado…, y además, campeona de España y subcampeona de Francia en esquí alpino.
Sin embargo, aquel día gran parte de los que vimos esas imágenes subestimamos la capacidad de Irene de sobreponerse (y de qué manera), a la experiencia traumática que estaba viviendo. Irene nos ha demostrado que es mucho más fuerte de lo que la mayoría la considerábamos: ya que no sólo tuvo que luchar contra sus múltiples lesiones físicas, sino que también lo tuvo que hacer por los que proyectaban sobre ella un victimismo paralizante, con el grave riesgo para ella de que su profecía se cumpliera: “han arruinado su vida para siempre”.
“La gente me pregunta ¿cómo has podido salir de eso?”, dice de vez en cuando, y en alguna ocasión, la he escuchado decir que es “cuestión de humildad”. Humildad: una clave que no debemos olvidar cuando la tentación de la “queja”, nos paraliza y viene a alejarnos de un nivel de motivación que nos permite conseguir nuestros objetivos.
Irene aprendió algo difícil: a percibir como oportunidad la dificultad, como experiencia el trance por el que pasó, y ver en todo eso, una ayuda para la madurez afectiva y emocional. Desarrolló una capacidad extraordinaria para seguir proyectándose en el futuro a pesar de un acontecimiento tan desestabilizador y traumático, como lo fue el atentado que sufrió.
Ella huye de su consideración (emocionalmente hablando) de víctima del terrorismo, y prefiere considerarse responsable activa de su futuro: “la constancia y el trabajo son imprescindibles”, nos comenta.
Seguramente características de su personalidad y de su entorno familiar, fueron muy determinantes en el fantástico afrontamiento de Irene. El apoyo social con el que contó, y sobre todo, el haber encontrado un propósito significativo para su vida, fueron también claves en su determinación por aprender de la experiencia (o experiencias) negativa.
Un ejemplo de confianza en las propias capacidades para afrontar cualquier adversidad, sin victimismos, sin quejas, sin resentimientos ni odios. Seguramente ella, suscribiría las palabras de Indira Gandhi: “es un verdadero privilegio haber sobrellevado una vida difícil”.
Gracias Irene. Nos vemos.