Economía

Capitalismo y crisis I

Ya en mi artículo anterior sentaba las bases de un análisis preliminar sobre las crisis en el capitalismo. Se habla actualmente de una crisis que, al parecer, se verá la peor recesión en la historia de este sistema económico. Ante eso se ha necesitado replantear la concepción misma que se tiene sobre las causas y consecuencias de la crisis, así como los mecanismos de política pública que permitan a los países salir de un período complicado. Así pues, los detractores del liberalismo han mostrado su felicidad al decir que, después de todo, la visión liberal es errada. Con este artículo y los que siguen, trataremos de explicar los alcances y limitaciones del actual sistema económico, así como las teorías que en este momento debaten sobre la naturaleza del problema.

I – El capitalismo contemporáneo

Está claro que el capitalismo de principios del siglo pasado, que atestiguó la crisis de 1929, no es el mismo que el capitalismo actual. Las características que definen a ambos son notablemente distintas, así como el paradigma económico que reinó en el aquel viejo sistema. Si bien Estados Unidos ya se había erguido como potencia mundial, para los años veinte, que significaron un período de escape tras la Primera Guerra Mundial, apenas mostraba los alcances de su fuerza. Lenin describiría aquella etapa como el imperialismo, entiendo esta fase como el tramo final de este modo de producción. No obstante, si bien Lenin pudo explicar de acuerdo a su teoría la naturaleza del capitalismo que él vivió, no pudo ver con claridad que en realidad el llamado imperialismo no se trataba de ninguna manera de la fase superior, sino un mero estado transitorio que tiempo después habría de devenir en un capitalismo más global. En cambio, su colega marxista, pero a la vez enemiga teórica en ciertos aspectos, Rosa Luxemburgo, había visto una tendencia de expansión internacional de los mercados típicamente capitalistas en un sentido más extenso, no delimitado la existencia del capitalismo en un período establecido de tiempo.

Como hemos visto, el principal error del marxismo clásico fue suponer un determinismo innato a la historia. En ese sentido, ¿cómo podría Lenin explicar el fenómeno de la globalización, que, al parecer, es un estado aún más elevado que el de la fase de imperialismo de principios de siglo? O dicho de otro modo, ¿cómo pueden los detractores del capitalismo contemporáneo caracterizarlo de la misma forma que hicieron con aquel viejo sistema donde ni siquiera se había terminado de cocinar una teoría económica? Pretender describir de la misma manera nuestro actual paradigma es, en última instancia, el mayor error.

Esta breve introducción es poco ociosa: en la actualidad se habla de un capitalismo que vive inmerso en las crisis por su misma naturaleza, y que éstas se ahondan gracias al nuevo liberalismo. En primera instancia es necesario acotar lo que en realidad es el liberalismo y lo que éste implica. En todo caso, sería necesario definir de qué se trata esta visión, a la que hemos de denominar como monetarismo, una de las tantas vertientes que tiene el pensamiento capitalista. Su padre, como no podía ser de otra manera, fue Milton Friedman, el aclamado y a la vez odiado premio Nobel que se encargó de defender al individuo en detrimento de lo colectivo y de la figura más elevada que tiene una organización social en la actualidad: el estado.

El keynesianismo fue la respuesta a la crisis del 29, por considerar que el modelo liberal había provocado la caída de la economía. No obstante, Keynes no fue capaz de comprender su misma realidad, puesto que habló de una crisis que se debía al viejo modelo liberal clásico. Esto supone un gran error, ya que hasta antes de 1929 Estados Unidos era una nación proteccionista que abandonó el respaldo del oro en su sistema monetario. Fue el inicio de la emisión del dinero fiduciario la que permitió financiar a la Unión Americana numerosos proyectos. Además, si hasta antes de la Primera Guerra Estados Unidos era una nación deudora, tras el conflicto bélico se consolidó como una nación acreedora. Para financiar el alto gasto público que implicaba ser el principal prestamista durante la guerra, Estados Unidos tuvo que dejar de lado la rigidez que exige el patrón oro. Nuevos billetes veían la luz, y aunque estos seguían respaldados por el oro, fueron impresos sin tener en cuenta que la masa monetaria excedente implicaría una futura inflación. De cualquier modo, Estados Unidos, para 1922 se había convertido en un referente para el mundo.

Los años veinte, pues, significaron un período de una gran expansión económica, que fue liderada por un presidente casi olvidado en la historia americana, Calvin Coolidge, que si bien coqueteaba con las ideas liberales y un reducido gasto público, no dejó atrás el papel proteccionista que caracterizó a los gobernantes del país. Y si para 1928 dejaba una economía fuerte, un año después ésta vería una caída estrepitosa. La reacción de los gobernantes no se hizo esperar, y el gasto público se convirtió en el estandarte de la recuperación económica. El New Deal fue muestra de ello. No obstante, Estados Unidos no pudo recuperarse completamente sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

La estanflación de los años 70 mostraron el más grande error del principal pilar sobre el que descansaba el viejo keynesianismo: la curva de Philips que sostenía una relación inversa entre el paro y la inflación. Milton Friedman, y también Edmund Phelps en menor medida, se encargó de atacar al pensamiento keynesiano desde que tuvo oportunidad, pero sus ideas no triunfarían sino hasta la presidencia de Ronald Reagan, un momento histórico que puso fin a la Guerra Fría en lo que Francis Fukuyama llamaría penosamente como el fin de la historia. A partir de ese entonces se creó una nueva concepción del liberalismo: el llamado neoliberalismo. Sus principales postulados fueron: 1) una participación reducida del estado en la economía; 2) un sistema monetario que decansara sobre el dinero fiduciario de curso forzoso, un banco central, como monopolio emisor de la moneda, cuya meta principal es el control de la inflación por medio de un a política que intervenga en la emisión de billetes y en la alteración de las tasas de interés.

El capitalismo actual no es, de ninguna manera, posible de describir como se hacía antes. En estos momentos es necesario comprender que el liberalismo poco tiene que ver con un sistema económico en que el gobierno acuda al rescate de la economía. Sea para bien o para mal, no es posible de hablar de capitalismo liberal en tanto el gobierno forme parte crucial de la actividad económica. Tal es el caso de Estados Unidos, con el rescate a dos grandes inmobiliarias, que si bien quebrarían en condiciones normales, el gobierno ha decidido absorber la deuda. ¿Es posible considerar esto como capitalismo liberal? La respuesta es no. En tanto no se pueda establecer la diferencia principal que hay entre liberalismo y capitalismo de estado, entonces resultan inútiles todas las críticas que se le puedan hacer al sistema liberal. O puesto en otros términos: si un gobierno que se dice ser de izquierda en verdad no lo es, no tendría sentido criticar a todo el espectro de la izquierda por eso.

Capitalismo no es sólo una categoría, sino que ésta tiene que ver con su modalidad. Si aceptamos la idea marxista, que en realidad tiene mucho de cierto, el capitalismo sólo se definiría como el sistema económico donde existe la propiedad privada de los medios de producción. Sin embargo, tratar de extender esta definición a alcances que la misma teoría es débil, resulta inútil. De esta manera, no podemos definir este sistema económico como aquel donde se produce plusvalía ya que, si bien sigue en parte arraigada la idea de la teoría del valor-trabajo, ésta se encuentra más que refutada. Quedémonos, pues, con la definición inicial y veamos que el capitalismo puede subdividirse en liberalismo e intervencionismo. Pero no hay que confundir el capitalismo que descansa sobre la propiedad privada en tanto ésta provenga de pactos con el estado. Tal es el caso de los monopolios privados que, como en el caso de la telefonía en México, se alcanzaron gracias a un pacto entre un hábil empresario y un presidente que decidió otorgar todo el sistema que antes era público a una sola persona. En términos ingleses, esto se conoce como crony capitalism, que no tiene mucho de diferente con el mercantilismo, que a su vez fue el objeto de la crítica de los primeros liberales. Que existan empresas privadas y un estado pequeño no define de facto al liberalismo, en cambio es necesario ver en qué condiciones aparecieron estas empresas.

No es propósito de este estudio defender a ultranza el sistema actual, sino todo lo contrario. Sin embargo, es importante delimitar nuestro campo de crítica, para que éste no se vuelva falaz al momento de querer describir una teoría que ni siquiera es aplicada como tal. Y si bien es cierto que la praxis dista de los modelos que aparecen en los libros de texto, sí que hay características que son capaces de revolucionar todo un paradigma que se creía antes existente.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.