Economía

Capitalismo y crisis II

II – El ciclo económico en el capitalismo

Establecida la clara diferencia que hay entre lo que es el inalcanzable – al parecer – capitalismo liberal de estado mínimo con el capitalismo actual, que parece combinar el viejo keynesianismo con ciertas nociones monetaristas, provenientes de la escuela de Chicago, pasaremos a dilucidar la naturaleza más profunda de las crisis del capitalismo.

A decir verdad, hay pocas escuelas de pensamiento económico que han elaborado una teoría de la crisis que sea verdaderamente abarcativa. Lo que en la actualidad se toma en cuenta no son sino las recetas que hay contra estos períodos traumáticos para la economía. Es decir, la tendencia actual es simplemente tratar de solucionar los problemas sin siquiera prestar atención a su razón de ser. Para el caso que nos compete hablaremos puntualmente de dos grandes teorías de la crisis en el capitalismo: la escuela marxista y la escuela austríaca de economía. Cabe destacar que, aunque existen diferencias importantes entre ambas interpretaciones, las dos teorías en una parte u otra retoman la idea del ciclo económico como factor de vital importancia en el desarrollo del capitalismo.

La interpretación marxista

Si queremos esclarecer las cosas, podríamos afirmar que el marxismo no es otra cosa que una teoría sobre la crisis capitalista. Su fundamento más profundo yace sobre la teoría del valor-trabajo, que ya había sido descrita por los economistas clásicos y que Marx retomó para ampliarla y cohesionarla con sus ideas filosóficas y económicas. Si bien este artículo no pretende establecer una crítica sobre la teoría del valor en sí misma, debemos destacar algunos puntos para entender la crisis desde el punto de vista marxista. En un primer instante podemos confundir precios con valores, pero en realidad éstas son dos categorías bien diferenciadas. Si nos ocupamos de los valores, podemos decir que bajo la óptica marxista éstos se dividen en dos: el valor de uso y el valor de cambio. No obstante, la naturaleza más profunda del valor recae en el trabajo socialmente necesario que se emplea para la producción de determinada mercancía. O dicho de otro modo, la teoría del valor marxista es puramente objetiva porque no toma en cuenta otros aspectos más que el trabajo.

La relación que hay entre la crisis y esta teoría, es que Marx fundamenta toda su obra en la idea de que sólo el trabajo produce valor. El salario de los trabajadores es, en última instancia, una porción materializada por el trabajo del obrero, pero que no es retribuido en su totalidad, ya que en el excedente que se produjo en el proceso laboral es apropiado por el capitalista en forma de plusvalía, lo que en pocas palabras quiere decir que ese quantum extra de valor constituye la ganancia. Sabemos – y esta es una afirmación que no podría ser negada ni por el más ferviente liberal – que lo que mueve a los empresarios es la ganancia. Si bien esto merece muchas críticas desde una perspectiva de moral marxista, no ahondaremos en el tema. Hay varios modos para que aumente la ganancia del capitalista: 1) alargando la jornada de trabajo para extraer más valor extra (plusvalía absoluta); 2) puede obligar al trabajador a aumentar su productividad en el mismo lapso de tiempo, para así apropiarse de mayor plusvalía. La coyuntura política vuelve más viable la segunda opción, por lo que el capitalista querrá aumentar su productividad y para eso se vale de las innovaciones tecnológicas. Estas nuevas máquinas lograrán aumentar la producción con un menor número de trabajadores, por lo que el capitalista despedirá a los obreros que no le sean útiles. Estos últimos, en terminología marxista, irán al ejército industrial de reserva. O, dicho en palabras burguesas, aumentarán la tasa de paro o desempleo. Por otro lado, el mercado se inundará de mercancías, ya que, como sabemos, parte de la ganancia también viene dada por lo que se venda. Los ingresos del empresario, en un principio crecerán, por lo que continuará en el proceso de arrojar más mercancías al mercado.

Ahora supongamos el escenario en que ésta sea una tendencia en un período determinado. Visto desde los números, apreciaríamos un crecimiento en la actividad económica y un mayor dinamismo. No obstante, llega un punto tal que son tantos trabajadores situados en el ejército industrial de reserva que se constituye una tendencia general a la caída del beneficio. Esto se da, claro, porque sólo el trabajo puede generar valor; las máquinas sólo lo transfieren al producto. Es en este punto cuando el capital comenzará a monopolizarse, ya que los grandes capitalistas se harán de las mejores tecnologías. Finalmente el mercado, gracias a la eterna sed del capitalista en búsqueda de beneficios mediante la venta de sus mercancías, se mostrará inestable vía una superproducción. Como los obreros no tienen ni siquiera el salario necesario para adquirir esas mercancías extra, entonces el capitalismo entra en crisis. Esto, además, se da de un modo cíclico a lo largo del tiempo, ya que es la naturaleza del mercado. De hecho, teóricos marxistas, como Mandel describieron las ondas largas por las que cruza el capital. El corolario de esta teoría no podía ser otro que la creciente tendencia a agudizar las crisis con cada período de recuperación y su consecuente superproducción.

La visión austríaca

Para la escuela austriaca de economía el proceso de la crisis es distinto. El principal sustento, y no una mera consecuencia, es el ciclo económico que, a primera vista, parece inherente al capitalismo. En este caso, la teoría del valor no juega un papel importante, porque si bien es importante para explicar la verdadera naturaleza espontánea de todo mercado, no nos es del todo útil para describir el proceso cíclico. No obstante, la interpretación de Böhm-Bawerk nos servirá para destacar los principales errores de la visión marxista en un posterior análisis.

Si queremos obtener un contexto histórico, podemos decir que el padre de esta teoría es Ludwig von Mises, probablemente uno de los economistas más infravalorados del siglo pasado y uno de los más brillantes. El problema del ciclo económico fue descrito ampliamente en su obra magna, La acción humana y más tarde fue reforzada por su discípulo predilecto, Friedrich von Hayek. Por otro lado, hay que tener en cuenta que tanto Mises como Hayek son dos economistas que caben perfectamente en el espectro del liberalismo económico, pero que marcan una diferencia muy importante entre las tendencias más modernas, como el monetarismo. La profundidad en el análisis de Mises es, quizá, mucho mayor que la de Marx, puesto que basa en postulados que retoman la verdadera esencia del proceso humano en la economía; a saber, las preferencias temporales, el cálculo económico, el capital y la función empresarial. Son todos estos puntos objetos del análisis miseano. El tema que hay de fondo es demasiado extenso para tratarlo en un mero artículo, pero podemos sintetizar el punto de la preferencia temporal como aquel que hace funcionar a un mercado de un modo coherente. Es decir, son las preferencias temporales las que determinan los recursos que se emplearán en el proceso productivo.

Quizá parezca muy simplista el último punto, pero tenemos que tomar en cuenta que estas preferencias no son fuerzas abstractas del mercado. No son manos invisibles y sabias que mueven a los individuos en el impoluto espacio comercial. La filosofía de la acción humana entra en acción aquí: cada persona es un ser que actúa en base a lo que lo rodea. En este caso, los empresarios decidirán qué bienes utilizar para su producción presente o futura. Habrá períodos en que los precios de determinados insumos sean tan elevados que resultaría absurdo emprender un proyecto de inversión con ellos, ya que el beneficio puede ser nulo o bien, éste puede llegar demasiado tarde. Ahora bien, en condiciones normales – suponiendo un espacio donde no haya distorsiones – los empresarios, si bien no son sabios, sabrán por medio de los precios qué bienes o insumos son más asequibles, y, por lo tanto, tendrán conocimiento sobre la rentabilidad del proyecto. El cálculo económico juega un papel sumamente importante en esto, ya que es el que permite una elección óptima y coherente de los recursos.

Hemos establecido ya que los precios son los que posibilitan un cálculo económico óptimo. Los empresarios tomarán sus decisiones en base a los precios presentes, especulando sobre el futuro. Como el mercado se encuentra siempre fuera del equilibrio que aparece en las gastadas gráficas de oferta y demanda, el empresario tratará de asignar eficientemente sus recursos. Si, por ejemplo, un capitalista ve que hay más ganancia en un sector, resulta natural que más capitales se muevan hacia éste.

Entremos al problema del ciclo económico: en el escenario en que los empresarios han deducido un aumento futuro en el precio de los bienes, vía la tendencia presente del precio, ellos estarán dispuestos a pedir préstamos que permitan aumentar su inversión. La demanda de dinero en este caso aumentará, por lo que, en condiciones normales, las tasas de interés – o el precio del dinero – se mostrarán a la alza. Con esto llegamos al punto clave del ciclo económico. Si otras escuelas de pensamiento desprecian el papel vital que tiene el interés en la realidad, la escuela austríaca lo considera la médula del ciclo. Normalmente estas tasas de interés – más viejas que el mismo capitalismo – tienden a subir y bajar, compensando el consumo con el ahorro. Un tipo de interés alto incentiva el ahorro, y un tipo bajo propicia el consumo. Esclareciendo el asunto: en el escenario en que suben las tasas de interés se da una tendencia generalizada al ahorro y a una desaceleración económica, por tanto, habrá menor cantidad de dinero en circulación; esto a la larga propiciará que el tipo de interés se presione a la baja, aumentando la demanda de dinero.

Los ajustes en la economía son recurrentes, pero éstos se vuelven más grandes cuando existe algo que perturba el interés. Los bancos centrales, al aceptar su papel como monopolio de emisión de moneda y principal actor en el mundo del interés, suelen modificar las tasas en base al panorama económico presente. Digamos que el gobierno decide acelerar la economía, lo que hará será aumentar la masa monetaria para que haya más liquidez en el sistema. Evidentemente este aumento injustificado en la cantidad de circulante deviene en una inflación y en una modificación en las tasas de interés. Como habíamos dicho antes, cuando hay una mayor demanda de dinero, los empresarios verán un panorama favorable en el que podrán invertir y, a su vez, demandar cada vez más dinero. Esta expansión artificial bajará las tasas de interés en un primer momento, aunque en realidad deberían subir por el exceso de demanda que hay de dinero. Adicionalmente, la masa monetaria adicional aumentará los precios de determinados bienes, aunque el interés se mantendrá una tendencia inversa. Al empresario, evidentemente, le resulta más rentable vender lo mismo a un mayor precio, por lo que no debería extrañar a nadie que el capitalista comience a demandar aún más dinero para financiar sus inversiones futuras. Esto, en pocas palabras, generará un boom en un sector de la economía, que se ha cimentado sobre información económica falsa o distorsionada.

También es natural que el gobierno quiera mantener este auge en la economía, por lo que seguirá la misma línea de acción. Continuamente aumentará la masa monetaria y los empresarios continuarán invirtiendo en los mercados más atractivos. No obstante, llega el momento en que el dinero pierde valor al ser éste excesivo, más aún si el sistema cuenta con dinero fiduciario sin respaldo alguno. Si una moneda se vuelve débil, lo más lógico es esperar una fuga de capitales. Esta oferta excesiva de billetes repercutirá en el mercado de dinero, bajando aún más las tasas de interés, agudizando así el aumento de precios. ¿Cuál es la consecuencia? Los empresarios tendrán la señal de que es viable aumentar la producción. Si bien esto comienza en un sector de la economía, el problema suele pasar a otros sectores. En este punto, la economía ha entrado de lleno en el ciclo económico. Se da, evidentemente, una superproducción que no refleja las necesidades del mercado. Pasado el tiempo, debido a la mala asignación de los recursos, la economía entrará en depresión. A partir de ese momento comenzarán a liquidarse las malas inversiones, las empresas quebrarán, aumentará el paro y el mercado entrará en un período de catarsis que culminará con el reacomodo de recursos en sectores que así lo necesitan.

Esto puede ocurrir a la inversa, cuando la autoridad monetaria decide, arbitrariamente, forzar las tasas de interés a la alza. El mercado de dinero captará los capitales hasta que el ahorro crezca, trayendo consigo una caída importante en el consumo. En este caso hablaremos de una acumulación excesiva de recursos que no se emplearán en el proceso productivo, volviéndose un lastre para la economía. Si, además, el poder adquisitivo crece porque se ha aumentado el ahorro, ocurrirá una deflación tal que los empresarios no podrán devolver los préstamos que adquirieron, ya que el interés es demasiado alto.

De esta forma vemos cómo la escuela austríaca se muestra más sólida a la hora de explicar las crisis. Si bien la conclusión del marxismo, referente a la superproducción es cierta, ésta no es capaz de comprender realmente la crisis capitalista. Marx caracterizó la crisis como algo inherente al mercado, pero Mises mostró que el problema se encuentra contenido en la intervención en la información económica, que bien se puede deber a la ambición del estado por incentivar una actividad productiva de modo injustificado. Bajo este esquema, los empresarios simplemente actuarán en búsqueda de su beneficio sin saber que la información es falsa, desembocando esto en un mal cálculo económico y en un uso indebido de los recursos.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.