Sociopolítica

Cómo idiotizar a la sociedad: «La alienación ideológica»

Adroctinamiento ideológico

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Resumen:

Tanto los nacionalistas como la izquierda, buscan reorganizar deliberadamente la sociedad, la manera de conseguirlo es introducir su ideología en la familia y en la escuela. Además, para llegar más fácilmente al público sus líderes simplifican superfluamente su mensaje, de modo que sus fieles seguidores puedan fácilmente trasladar sus proclamas. No se buscan las causas reales de los problemas, se ignora la verdad, se buscan tópicos, simplificaciones útiles, análisis  superficial y medias verdades.

 

La ambición de poder acompaña los sueños de opio de algunos megalómanos líderes políticos españoles. Algunos predican a los cuatro vientos su retórica reductible con el fin de agradar a su personal, medias verdades y mentiras que convenientemente reducidas a cuatro palabras útiles, que repetidas una y otra vez hasta el hastío, pueden llegar a convertirse en una casi «indiscutible verdad». Así, no sólo el líder tiene que realizar menos esfuerzo en aplicar su ideología, sino también les resultará más fácil a muchos de sus seguidores ideologizados trasladar sus proclamas. En España tenemos algunos ejemplos de este reduccionismo superfluo: «la crisis es culpa del capitalismo», «si lleva la bandera de España es que es un fascista», «si no está de acuerdo con la lengua catalana, es que es un nacionalista español», «sólo los machistas no están de acuerdo con el aborto», «la derecha es franquista», «la crisis financiera es culpa del liberalismo», etc.

 

Lamentablemente, al resto de la sociedad le resulta difícil romper algunos de estos tópicos creados artificialmente por la izquierda, o por todos aquellos que quieren reorganizar deliberadamente la sociedad, sencillamente porque la sociedad ha renunciado a plantear oposición, o porque ante la constante intervención de los medios, y la presión social, terminan por aceptar como válidos los argumentos que a todas luces son bastante discutibles. Información que llega de forma incompleta y manipulada a la gran masa social, y que sin ningún tipo de rigor pasan a convertirse en «verdades» por ser aceptadas mayoritariamente (aunque en sí mismas no lo sean, o sean fácilmente falseables), hasta tal punto que su posterior discusión resultaría inadecuada, por no decir «políticamente incorrecta». Y aunque la izquierda casi siempre suele ser la que con mayor habilidad emplea este tipo de alienación social, también podemos comprobar la utilización de estos tópicos por algunos partidos conservadores y por el nacionalismo.

 

Nuestro sistema de organización social, aún nos permite trasladar afortunadamente nuestros valores y principios a las siguientes generaciones, normalmente estos están a cargo de la familia y la escuela. Sin embargo, tanto el socialismo como los nacionalismos pretenden deliberadamente tomar el control de la sociedad, y para conseguirlo ven necesario acabar con la libertad de pensamiento del individuo, y todo en aras del pensamiento colectivo. Pero, resulta difícil transformar una sociedad si no se tiene el control sobre todos los elementos que pueden definitivamente modificar su comportamiento, es decir: la familia y la escuela.  Por ello, a pesar de los intentos permanentes por desnaturalizar a la familia, o de querer decidir incluso cómo se tiene que organizar ésta, al socialismo, no le resulta fácil alterar sus costumbres y sus normas no escritas. Por este motivo, la manera menos difícil de introducir su ideología en la sociedad consiste en trasladar sus propuestas de cambio social y colectivo, a la escuela, transformando las mentes de los más frágiles, quienes se convertirían presumiblemente en fieles seguidores del nuevo cambio social. Se trataría de alienarlos para entender la sociedad como el socialismo desea, y acabar de este modo con la capacidad del individuo para discurrir por sí mismo, impidiendo la fluidez de sus ideas y eliminando a todos aquellos que se resistan a sus consignas (ya sea por su carácter, o por sus capacidades intelectuales), mediante la exclusión social del grupo, mediante: el chantaje, el insulto, la coacción, etc., y así propiciar la «muerte social del individuo». Estas armas de los alienadores y de sus cómplices (los alienados en su ideología), están hoy en día muy presentes en la forma de actuar para controlar la sociedad por los nacionalismos excluyentes, y son un vivo ejemplo, el más avanzado quizás, de control del individuo para conseguir determinados fines políticos.

 

Si nos paramos a buscar argumentos que apoyen dichos tópicos, todos éstos suelen ser simplistas y generalistas, y por tanto, difícilmente podrían soportar un análisis serio, riguroso y sosegado. Por ello la necesidad de cambiar los principios y valores de la sociedad, porque es más fácil argumentar los problemas con generalidades, impidiendo así el libre discurrir de las ideas. Si se agrupan las distintas causas de un problema en un único argumento explicativo, ya no es discutible. Se asume un tópico como verdad absoluta porque resulta entendible a la masa o porque exculpa al líder, por ejemplo, cuando se dice «la crisis económica es culpa de los neoliberales y el capitalismo», se estaría deliberadamente simplificando las verdaderas razones de la crisis. Estas ideas simplistas nos ofrecen las respuestas fáciles, y nos señala un culpable, además, alivian la labor de tener que pensar por nosotros mismos aquello de lo que desconocemos. Para qué pensar, si mi líder (mis padres, mis jefes, mis dirigentes, etc.) ya piensan por mi, mejor dejarme llevar por quienes saben lo que hacen, dicen los ideologizados. ¿Un dogma de fe en el que creer sin condiciones?

 

Quizás sea este el motivo por el que a los liberales se nos vea siempre como unos inconformistas, los que aparentemente llevan la contraria a unos y a otros, más aún cuando parece que el consenso social se ha conseguido. Nuestra máxima es no renunciar a discutir las cosas, ¿qué podemos perder en el intento? No debe extrañarnos tampoco que algunos reduccionistas de izquierdas nos llamen fascistas por no compartir sus ideales sobre la forma en la que se debe organizar la sociedad. Tanto si es un fanático que sigue la corriente que le mandan sus líderes, como si es un alineado que defiende sus ideas con consignas o descalificaciones, en el fondo la culpa no es de ellos. Ellos sólo responden a la figura del líder, a quien ofrecen sus aplausos y sus votos. Puesto que carecen de habilidades y conocimientos para discernir, son desafiantes, poco flexibles, y no entienden las razones de los que piensan diferente, porque si eso ocurriera acabarían con sus esperanzas de transformar la sociedad según sus ideales. Es difícil escapar después de muchos años de adoctrinamiento. Es como si uno quisiera discutir con un miembro de una secta, cuando éstos no sólo no piensan por sí mismos, sino que además, intentarán convencernos de que somos nosotros los que no llevamos la razón. La negación de la realidad es una de las características típicas, no sólo de aquellos ingenuos que se creen sus propias cábalas, sino también de aquellos que son incapaces de pensar por sí mismos.

 

Es necesario desideologizar la sociedad para alcanzar la verdad, sólo así, podremos elaborar pensamientos más profundos, razonamientos más claros y probablemente más justos. El socialismo, busca el bienestar del colectivo, no del individuo, por esta razón, para conseguir sus objetivos políticos pretenden inmovilizar las respuestas de la sociedad y deconstruir sus estructuras básicas, entre otras, la familia. El socialismo busca dirigir nuestra opinión, no busca el talento individual, porque al socialismo no interesa que seamos capaces de elaborar nuestros propios juicios, o promover ideas alternativas. Los ideologizados, sólo podrán cambiar de opinión con el tiempo y una educación abierta y flexible,  alejada de los tópicos y del adoctrinamiento. Lamentablemente, la historia nos confirma que en algunos casos tienen que ocurrir acontecimientos realmente terribles para que la opinión de la sociedad cambie (guerras, dictaduras, recesiones, paro, enfermedades, divorcios, etc.), sobre todo, después de haber caído abiertamente en el totalitarismo, sin oposición puede resultar mucho más difícil admitir que se puede estar equivocado. Por ello, no debiéramos dejar de luchar por una educación que permita la libertad de expresión, trasladando estas virtudes de la democracia desde la familia y la escuela, para que nuestros hijos consigan aprender a pensar por sí mismos.

Gunther Zevallos

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.