Sociopolítica

Aprovechar la crisis

Escuchemos a quienes preconizan un sistema económico guiado por la justicia y no por intereses mercantilistas. Que ahora no juzguen quienes deberían ser juzgados.

No es sólo un inmenso andamiaje económico lo que se desmorona, sino una concepción del poder, de sus bases ideológicas. Es necesario tener en cuenta todas las dimensiones de este derrumbe para reconstruir con otros materiales. Y, sobre todo, reponer en el eje mismo de la acción pública los principios democráticos que, en un error histórico, se sustituyeron indebidamente por las leyes del mercado.

Aprovechar las crisis para el cambio de rumbo y de destino: que no desoigan ni ridiculicen las propuestas de cambio los mismos que desoyeron y ridiculizaron las recomendaciones que les hacíamos, desde principios de la década de los noventa, convencidos de que un sistema económico guiado por los intereses mercantiles en lugar de por la justicia está abocado al desastre. Ahora que no juzguen quienes deberían ser juzgados. Han sido “rescatados” por el Estado y quedan desautorizados para opinar.

Es una crisis del capitalismo y no en el capitalismo, como pretenden los más fervientes defensores de la economía de mercado. Conviene no volver a un “nuevo capitalismo”, sino promover un nuevo sistema económico mundial regulado por instituciones integradas en unas Naciones Unidas completamente reformadas, quizás refundadas, para actuar eficazmente y aplicar a los transgresores todo el peso de la ley.

Se ha hablado últimamente de la necesidad de reformar el FMI, cuando lo que hay que reformar es el sistema de Naciones Unidas en su conjunto, empezando por la inclusión en el mismo del FMI y el Banco Mundial, así como de la Organización Mundial del Comercio, para que se reafirme en su misión inicial, nunca cumplida: “Evitar la guerra”, es decir, construir la paz, en favor de las “generaciones venideras”.

Sólo con una autoridad supranacional adecuada podrá tener lugar la regulación de los mercados. Y la eliminación inmediata de los paraísos fiscales, con los que los tráficos de drogas, armas, patentes, capitales y personas podrán también desaparecer.

A escala internacional:

– Se dispondrá de los fondos necesarios para procurar la alimentación a escala mundial y la lucha contra el sida.

– Se activarán también los Objetivos del Milenio, acompañadas de la cancelación de la deuda externa.

– Se convocará rápidamente una cumbre de las Naciones Unidas en las que no se escatimen, como se hizo en el año 2005, los fondos destinados a la erradicación del hambre.

– Considerar rápidamente la inmediata y ya propuesta aplicación de fórmulas como las tasas sobre transacciones de divisas.

– Reducción del impacto de catástrofes naturales para evitar los efectos de episodios recurrentes (huracanes, inundaciones, incendios, etcétera) que siguen hallando, incluso en los países más desarrollados tecnológicamente, una falta total de preparación con una gran vulnerabilidad social.

– Atención prioritaria a África, eliminando con apremio la vergüenza que representa la explotación en el Congo del coltán (mineral empleado en ordenadores y telefonía móvil), así como de situaciones como la de Angola, con tantas riquezas explotadas, mientras la población malvive con menos de 2 dólares al día.

Que los súbditos se transformen en ciudadanos, los espectadores impasibles en actores, para que tenga lugar un cambio profundo del fondo y de la forma en el ejercicio del poder: la gran transición de una cultura de fuerza e imposición a una cultura de la paz y de la palabra requiere educación en todos los grados y durante toda la vida; el fomento de la creatividad y diversidad cultural; la promoción de la investigación científica; de la sanidad para todos.

Las crisis son una oportunidad de edificar un mundo nuevo, de volver a situar los principios éticos universales de la justicia, de la democracia genuina. No desperdiciemos las oportunidades. Debemos recordar, todos los días, el sabio aviso de Sófocles: “Cuando las horas decisivas han pasado es inútil correr para alcanzarlas”.

Federico Mayor Zaragoza

Presidente de la Fundación Cultura de Paz y ex Director General de la UNESCO

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.