Sociopolítica

Deciden ellas

“La vida es sagrada, pero ésta sólo puede desarrollarse en el marco de la suprema libertad responsable”.

La nueva legislación sobre la interrupción del embarazo que se tramita en el Congreso de los Diputados en España saca de nuevo este debate a la calle. Una vez más, políticos y religiosos se apresuran a dictaminar sobre un tema que en más de un aspecto escapa a su dominio. El Estado cumple con su cometido al legislar sobre las facilidades médicas y sanitarias a reconocer en el derecho a una maternidad responsable, pero deberá abstenerse de penalizarlo en cualquiera de los casos. Son ellas, las madres, las que deciden.

A mayor deber, mayor derecho. La vida no tiene dueño, pero ellas la alumbran. Si el compañero falla, de ella será en última instancia el compromiso y también la última decisión. A nosotros nos toca cuidar y honrar a las madres, a las compañeras y a quienes traen en su seno.

Nosotros aportamos semilla, pero son ellas quienes la acogen, quienes la hacen suya, quienes la gestan y fructifican. Se fundirán en uno y ella se dará por entero: sangre de su sangre, carne de su carne. Ella también anunciará el mundo a la criatura. La cantará, la arrullará hasta que, un día con forma ya humana, la dará a la luz. Pero la fiesta habrá de ser siempre en libertad. Son ellas las que acogen el latido y las que lo sostendrán hasta que cobre autonomía.

Será precisa una educación que ponga más énfasis en la responsabilidad que comporta el acto sexual, que en el “todo vale” de una sexualidad gimnástica tan extendida. Que nuestra sociedad hedonista y desnortada forme sólidamente a los jóvenes en que el placer ha de ir unido al amor, y el amor entraña también compromisos y deberes.

Protejamos la vida que surge en el seno de la madre. Hagamos todo lo posible para que no se consume ningún aborto. Creemos las circunstancias adecuadas para que ninguna mujer se vea abocada a adoptar tan triste decisión; pero respetemos la última palabra de ellas. Tan sagrada como la vida que lleva la madre en su seno es su libertad a salvaguardar. Las gentes, los pueblos, las naciones sólo pueden crecer y evolucionar en un ambiente de plena y responsable libertad.

Como es al principio, es al final. En el alba y al anochecer respetemos las voluntades. No procede prolongar el último latido a fuerza de máquinas. A menudo se alarga la vida a costa de la dignidad. A menudo olvidamos que el alma retorna con otro vestido corporal, con otra canción de cuna en su oído, pero con un mismo anhelo de seguir creciendo.

No hay, por lo tanto, último latido para el alma, pero la Iglesia se sigue empeñando en que no callen los corazones. Ya puede estar el corazón envuelto en una ruina vegetal, pero ese músculo deberá seguir ejercitándose por encima de todo. El Vaticano se niega a comprender que puede ser más cristiano desconectar un sonda que mantenerla conectada sin ninguna esperanza de que el paciente recobre siquiera facultades mentales.

En la propia ciudad de Awasa, en Adis Abeba, la mujer que alberga vida en su seno pero que no tiene ni recursos, ni condiciones para alumbrar, sabe que hay una puerta que se les abrirá cuando la criatura que lleva dentro reclame el sol. Sabe que allí podrá dar a luz asistida y en paz, que podrá estar por tres meses con todas sus necesidades y las de la criatura cubiertas. A la entrada del pabellón de las Misioneras de la Caridad, nadie les preguntará por lo que no quieren, mucho menos aún por un dinero que no llevan en su bolsillo.

Hay una Iglesia silenciosa que puja realmente por la vida y su continuidad. Me quedo con esa Iglesia con rostro de mujer que se pasea por las barriadas pobres de tantos lugares del mundo, atenta a la madre desvalida para sostenerla, para ayudarla, para preservar la vida que lleva en su seno; que deambula por los bosques de niños abandonados atentas al primer gemido. Me cuesta más acercarme a esa otra Iglesia con rostro de cardenales, más presa de una nostalgia del poder del pasado, una Iglesia que sigue cercenando libertades ajenas y que se otorga facultades que Dios no le ha dado.

La asignatura pendiente de la jerarquía eclesiástica es asumir el valor excelso de la libertad. La vida es sagrada, pero ésta sólo puede desarrollarse en el marco de la suprema libertad responsable.

Koldo Aldai

Escritor

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.