Sociopolítica

El mito de la derecha andaluza

Hubo una época, poco antes de la victoria socialista del 82, en la que se instaló en España aquella idea a la que se llamó “una pasada por la izquierda”. Lo curioso es que esta idea no estaba sólo en los votantes de la izquierda -como es natural- , sino que había una parte de la derecha convencida de que esta experiencia sería benéfica para España.

¿Por qué? Aporto varias razones. La primera, había que demostrar, con la alternancia, el correcto funcionamiento del sistema. La segunda: era necesario desmitificar a la izquierda. Desmitificarla en un doble sentido. La izquierda no tiene soluciones mágicas para los problemas (por desgracia, estas entelequias no existen), ni tampoco va a conducirnos al caos revolucionario.

 Ni el mito utópico ni el catastrofista. Ambos quedaban diluidos con la famosa “pasada”. Hacía falta que la izquierda -en su versión socialdemócrata y europea, por supuesto- gobernase para curar a la sociedad española de este trauma, como la infección se cura con los anticuerpos de la vacuna. Esa situación puede extrapolarse a Andalucía, donde se perpetúa (con victorias de impecable limpieza, por otra parte: no es ése el debate) el gobierno socialista después de más de dos décadas. Hace falta en Andalucía, como en España en los años 80, la experiencia del cambio.

 Son necesarias ideas nuevas, caras nuevas; es imperioso probar otras fórmulas. No va a haber soluciones radicales ni cambios bruscos. Habrá, eso sí, una política que difiera en matices de la actual, pero no se va a producir en Andalucía eso que en el mundo anglosajón se llamó la Revolución Conservadora. Todas estas razones son importantes, pero secundarias. Sobre todo, hace falta que la derecha gobierne la autonomía andaluza para que se produzca, por fin, su desmitificación.

 El mito, anacrónico y con cierto olor a naftalina, tiene un nombre que lo resume: el señorito. La derecha andaluza, se dice, es un partido de señoritos. Gente ociosa y privilegiada que vive a expensas de los demás y que, además, tiene una forma especial de petulancia y un marcado sentido de la superioridad. Este modelo social tenía una fuerte vigencia en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, cuando predominaba una economía eminentemente agraria y una clase propietaria -en ocasiones pequeños y medianos propietarios- que podía vivir bien a costa de los bajos costes de la mano de obra y de la inexistencia de derechos laborales. Pero este modelo social no tiene nada que ver con la economía de principios de siglo XXI, que ha dejado de ser agraria y se ha convertido no ya en industrial, sino en postindustrial. Casi nadie vive en Andalucía ya de la agricultura y los que lo hacen son trabajadores arriesgados y empresarios entusiastas, cuyas estresadas vidas no se parecen en nada a la tranquilidad del señorito en su casino de pueblo.  El “señoritismo” ha dejado de ser una situación socio-económica y se ha convertido más bien en un estilo estético y lúdico (el enorme movimiento de masas del Rocío es su más patente realización); pero un estilo del que gustan gentes de todas las ideologías y niveles económicos. El empleado de banca, el fontanero o el comerciante se calan su sobrero cordobés y se aúpan a un caballo, convirtiéndose en señoritos ocasionales. Luego, volverán a su vida cotidiana, que no es la de poderosos terratenientes, sino la de forzados ciudadanos que hacen números para llegar a final de mes y pagar sus hipotecas.

 El “señoritismo”, a pesar del enorme anacronismo que supone, es el gran mito que pesa en la derecha andaluza como una losa. Hacen falta unos años de gobierno para que este mito se diluya, para que dejemos de pensar con tópicos y aterricemos en la prosaica realidad. Como la España de los 80 necesitaba una pasada por la izquierda, la Andalucía de principios del siglo XXI necesita una pasada por la derecha.

 

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.