Sociopolítica

La letra escarlata

Así se llamaba la mejor novela de Hawthorne. Aludía el título a la costumbre de marcar a las adúlteras con una A de ese color en la Nueva Inglaterra del siglo XIX. De nueva, como se ve, tenía poco, y tampoco era muy nuevo el viejo continente precolombino al que llegaron los españoles mucho antes de que Hawthorne escribiese la novela.

Recurro a su título, en clave de alegoría, para aludir a lo que está sucediendo, por voluntad suicida de quienes allí viven, en buena parte de los países colonizados a golpe de priapismo y crucifijo por Vandalia. No es, en puridad, una letra escarlata, sino una inmensa marea roja lo que anega Centroamérica y el Cono Sur.

Decían hace nada los políticos y creían los economistas, incompetentes o embusteros todos, que la feraz y a menudo feroz zona comprendida entre el cabo de Hornos y el río Grande iba a ser Jauja en un futuro muy cercano.

En ninguna otra parte del mundo, aseguraban, pintarían tantos oros como allí. Inviertan, aconsejaban los santones y bribones de los fondos tóxicos a los empresarios. Era, otra vez, el mito del Dorado, que vuelve siempre, pues humana y universal es la avaricia. Y los empresarios invertían, mientras algunos, que no somos empresarios, ni economistas, ni políticos, ni santones, ni bribones, pero que por escarmentados somos más avisados, pensábamos lo que piensan los perros cuando los abandonan: yo no lo haría.

¿Oros? ¿Prosperidad? ¿Futuro? No. Mancha roja, en vez de eso, que, elección tras elección, amañadas o no, se extiende: dio remoto ejemplo Fidel en Cuba, siguió Chávez en Venezuela y ya tenemos a los Kirchner en Argentina, a Evo en Bolivia, a Ortega en Nicaragua, a Correa en Ecuador (¡lo han reelegido!), a Zelaya en Honduras, a Colom en Guatemala, a Tabaré Vázquez en Uruguay, al sinvergüenza de Alan García en Perú y, recién encaramado a la cresta de las olas del surf liberticida, a Funes en Ecuador.

Es la herencia de España, el sello de Vandalia, la marea escarlata. Sólo en esa parte del mundo vuelve una y otra vez, como el mito del Dorado, el miedo igualitarista e intervencionista a la libertad. Sólo allí y aquí sigue coleando la izquierda dura y facha, esa herejía del cristianismo. Antes hubo dictadores castrenses, tiranos banderas, fiestas del chivo: eran la versión americana de nuestros espadones. Ahora siguen en las mismas, pasadas no por las armas, sino por las urnas. Zapateritos son. Quien quiera perder dinero, inviértalo allí.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.