Sociopolítica

UN CURA CON NOVIA DECLARADA

No resulta nada nuevo el que a un cura le gusten las mujeres; al fin y el cabo son hombres como los demás; pero es claro que en caso de “pecar”, lo han llevado con la máxima discreción y en secreto que mejor han podido guardar. Pero ello no es nuevo ni mucho menos; incluso papas hubo bastante “guerreros en la cama”; por lo que el celibato, sí… pero según que momentos las necesidades humanas son más fuertes y estas se imponen.

Recuerdo dos cosas de cuando yo niño: una era la de una familia que les denominaban “los curicas” y esa denominación o mote les venía, por cuanto su padre fue un cura de la ciudad donde nací y vivo. El pueblo les puso ese mote y ello fue más fuerte que sus propios apellidos y los curicas, eran conocidos así en su segunda generación, o tercera que es la época que cuento. Pero aquel cura progenitor de una gran prole, ¿era un cura malo o mal cura?… ¡No al contrario! Fue un verdadero padre que no renegó de sus hijos, que se enfrentó al obispo y que incluso (me contaban) que con “su mujer” y sus más de media docena de hijos; se iban al campo los días que el tiempo era apacible y aquel gran sacerdote (todo el mundo hablaba bien de él) salía con su sotana puesta y su “teja” y con una gran sartén al hombro así como con toda su prole que le ayudaba a llevar los alimentos; se iban de comida campestre y le importaba un rábano lo que dijeran desde la feligresía hasta el obispo. Esto debió ocurrir hace un siglo y entonces las cosas del clero “eran bastante serias”.

Mi otro recuerdo es relativo a mi persona y siendo aún niño, si bien bastante crecido; “mi jefe” (bastante católico) le ofreció a mi madre, meterme en el seminario para hacerme cura. Mi madre me lo dijo y yo sin pensarlo y ante la impotencia que se me avecinaba… lloré, grité, pataleé, diciendo… ¡¡Yo no quiero ser cura!! Yo veía a los entonces cientos de seminaristas, que salían en formación y que eran llevados a pasear determinados días; mientras la mayor parte del pueblo, los menospreciaba e incluso les apodaban… “los borregos”; cosa deleznable y que luego al crecer valoré, pues cada cual debe ser libre para dedicarse a lo que le interese o vocacionalmente le agrade. Pero entonces y hablo de los peores años de la pos guerra civil española… las cosas eran así y el resentimiento y sobre todo las ignorancias, eran enormes; lastre que aún perdura en esta España nuestra.

Pero en lo que a mi respecta; es que eso de “no tocar mujer” no me iba y yo y desde temprana edad, mi inclinación era tocarlas… y tocarlas bien; o sea lo normal; por tanto no escuché lo que mi pobre madre (viuda y pobre) me habló de mi seguridad y porvenir e igualmente de la suya… pues entonces, una viuda con un hijo sacerdote, era algo envidiable y envidiado, puesto que se habían acabado los problemas en la familia… yo seguí con mi jefe, trabajando duro en aquella droguería y esperando otros caminos… que afortunadamente a su tiempo llegaron; y Dios (en el que creo) me compensó con creces, de la dureza de mi infancia, niñez y primera juventud; es cierto eso de que… “Dios aprieta pero no ahoga”.

Estos recuerdos y este artículo me lo provocan, la siguiente noticia:

“Vestido con su sotana negra y feliz cuando habla de su novia, el famoso sacerdote católico Alberto Cutié ha dicho que está enamorado de la mujer con que fue descubierto besándose en la playa de Miami Beach. El padre Alberto, como se le conoce popularmente en Miami, dio una entrevista para la televisión hispana de Estados Unidos en la que dejó en claro que no se arrepiente de haber roto por amor a una mujer la regla del celibato que impone la Iglesia a los curas. Nunca voy a pedir perdón por amar a una mujer; estoy enamorado y ella de mí; soy un hombre y debajo de la sotana hay pantalones”.

El padre Alberto que cuenta cuarenta años de edad; es uno de los sacerdotes hispanos, más famosos en USA y cuenta incluso con programas en la TV y gran presencia en los medios de prensa… así pues y por mi parte… ¡¡Un cura con un par de bemoles!!

Y digo ello convencido, por cuanto a lo largo de mi ya larga vida; he conocido a diferentes sacerdotes y con alguno incluso, en confianza; hablamos sobre el tema y llegado al planteamiento de llegar a la vejez y el abandono o soledad del clérigo… aquel, le vi revolverse agitado y decirme espontáneamente… ¡No me hables de eso… no me hables! Y es que la familia “natural”, con todos sus inconvenientes, tiene sus grandes ventajas y lo digo yo, que tengo tres hijos, seis nietos y alguno más en camino… y estoy con la misma mujer o esposa, desde hace ya más de cincuenta años y mi deseo es “dejarla viuda”; puesto que igual que aquel cura, le temo a la soledad.

Por todo ello nunca entendí la soltería o celibato del cura o sacerdote; máxime que esa misma Iglesia tiene ramas, donde se casan y el celibato es opcional… por ello debiera ser opcional el celibato y no obligado; pues ya lo dice la propia Biblia… “no es bueno que el hombre esté sólo… necesita su Eva”. Quizá (o sin quizá) la decadencia de la Iglesia Católica; la falta de vocaciones sacerdotales, esté en gran medida en ese celibato; en esa soledad del clérigo, en el privarle de engendrar libremente sus propios hijos y como es lógico buscar una esposa a su entera satisfacción… aunque como humano luego se equivoque; por tanto ese cura famoso norteamericano; marca un reto que ya veremos como lo acogen los vejestorios de Roma… puesto que es claro que a ellos, esos asuntos ya les resbalan y para lo que les queda en el convento… pues eso… “que dijo aquel viejo fraile del cuento”.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.