Sociopolítica

LA SOLEDAD DE HOY

Puede que el primer libro que hablara de la soledad del hombre fuese La Biblia… “No es bueno que el hombre esté sólo… y fue creada la mujer”; pero de lo que no hay duda es de que el hombre, tenemos que vivir en sociedad, puesto que hasta nuestros “primos hermanos” los monos, viven socialmente y también establecen orden jerárquico en sus relaciones sociales… pero el hombre, somos “el mono más insociable que existe en este planeta” y como ello es ir contra natura; aquel que padece esa terrible enfermedad es más digno de lástima que de otra cosa.

De acuerdo que vivir en sociedad es complicado; si uno no practica aquello que debemos aplicar y que no es otra cosa que “aguantaros los unos a los otros” (y no “el amaros” puesto que ello es imposible)… o el tolerarse hasta un cierto grado de convivencia lógica y necesaria, que reitero… hasta los monos lo hacen y saben guardar las distancias lógicas que marcan sus disciplinas animales.

Pero el mirarse el propio ombligo (ombliguismo) está muy desarrollado en el “homo sapiens” y el que padece esta enfermedad, ya es proclive a su propio aislamiento, puesto que muchos se consideran algo así como pequeños dioses. Si padece igualmente esos miedos que nadie conoce nada más que él mismo y que le acompleja y fuerza a su propio aislamiento; ello debe ser terrible; máxime si se le suma algo de ese ombliguismo antes referido.

Pero por lo que sea; yo noto dos extremos y en ambos lo que subyace es la soledad individual, o el aturdimiento entre la masa, para precisamente encontrarse menos solo de lo que en realidad se está… la soledad, sin embargo es buena en ciertos momentos o períodos de corto tiempo, para precisamente encontrarse uno mismo dentro de las inmensidades que nos rodean y las que nos hacen ver, que… “apenas somos nada”, pero he aquí la maravilla… “somos una nada maravillosamente dotada”.

Uno de los extremos que cito es precisamente la masificación. Nunca como hoy el ser humano se ha reunido en “hormigueros” tan atrozmente (para mí) numerosos; como pueden ser esos monstruosos recintos para espectáculos o de los mal denominados deportes (que no lo son) y donde la masa, se apretuja para en definitiva gritar y desahogar de diferentes formas sus frustraciones, puesto que allí puede desahogar “gases” que en otros lugares tiene que retener y aguantar la presión de los mismos.

Los jóvenes igualmente en estos lugares, pero también en esos denominados “recitales” (no me explico el por qué esa denominación que indica algo armonioso) o mejor dicho infernales aglomeraciones, donde lo que prima son los estruendos (que no música) y el griterío aberrante de una masa, que en realidad lo que allí camufla es su más o menos padecimiento de una soledad que allí mitiga o eso cree él… o ella.

Algunos se atreven y lo dicen incluso publicándolo; puesto que, lean lo que copio y que da que pensar: es lo que me ha motivado este artículo.

“Tengo un iPod donde escucho mis canciones favoritas y que no despego de mis oídos, paseo y me aíslo de cualquier mirada, de cualquier intento de entablar conversación; tengo un iTouch donde visiono mis fotografías y películas allí donde me encuentro (playa, autobús, clases, etc.); mis mensajes y mis llamadas en mi iPhone, de mis contactos y amigos a los que no he visto y jamás veré; no sé siquiera sus verdaderos nombres; sin embargo me hablan de sus inquietudes, de sus miedos… de esas cosas que no hablan con sus padres y hermanos… llego a casa y me encierro en mi cuarto…”.

La carta sigue en su desgarro y yo al leerla me estremecí… sin saber siquiera ni haber oído nunca, que “leche son esos aparatos que se denominan iT, iP” y otras claves que desconozco y que visto lo visto, me van a importar un rábano; puesto que veo que no son otra cosa que otras nuevas argollas para pobres esclavos “modernos”; yo aún ni tengo teléfono móvil; no lo necesito para nada.

Ahora voy entendiendo el que cada vez vea más jóvenes (y menos jóvenes) con esos cables que penden de sus orejas y que conectan con un aparato oculto y que andando o deambulando por las calles, van en su mundo y posiblemente no ven nada más. Leyendo lo que confiesa lo que he copiado… siente uno verdadero sentimiento de lástima; puesto que su estado interior no debe ser muy normal que digamos.

Recuerdo finalmente… mi infancia y aquellos juegos en patuleas (pequeños grupos), de cómo nos buscábamos los niños para improvisar juegos (no había dinero ni apenas para poder comer decentemente); cómo nos buscábamos, cómo jugábamos libremente en calles, altozanos, afueras del pueblo; hasta que al anochecer regresábamos a casa o éramos llamados a voz en grito para regresar… cómo nos acostábamos rendidos pero felices y deseando que viniese el nuevo día para ir a jugar… o incluso a trabajar, pero en compañía siempre hablando, discutiendo, peleando incluso… en fin… aquellos verdaderos juegos humanos, que hoy han desaparecido; pero que hasta los monos conservan y siguen practicando.

Las calles y plazas están desiertas y sin niños; el miedo impera… y los adultos en mayoría “van solos entre la multitud”; que generalmente va corriendo siempre… ¿Esto es progreso?… no me hagan reír; si el hombre se muestra más en soledad que nunca lo ha estado y pese a sus muchas miserias padecidas en el pasado.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.