Economía

Cuestión de prioridades (El gasto de las familias con el comienzo del curso académico)

Cada año volvemos a la misma cantinela, como el turrón regresa por Navidad y los coleccionables al terminar el verano, cada septiembre trae consigo la temible cuesta, nada que envidiar a la de enero, basada en los gastos escolares que las familias tienen que hacer frente con el comienzo del nuevo curso académico.

No hay duda de que es un gasto importante, y de que podría haber fórmulas que evitaran el despilfarro que supone el tener que adquirir libros de texto nuevos cada año, pero tampoco hay duda de que en lugar de gasto debería de ser tratado como una inversión.

Una inversión en formación de los propios hijos, una inversión de la que se beneficiarán ellos mismos a medida que se van formando como personas y la propia sociedad que acumulará entre sus componentes a ciudadanos formados.

Sin embargo, España no tiene cultura educativa. Cada año nos quejamos de lo que nos gastamos en libros de texto, en material escolar, en libros de lectura, y así un largo etcétera, mientras nos tomamos un par de cañas y una ración de calamares con unos amigos, o mientras degustamos una suculenta comida en el restaurante de moda de la ciudad, o mientras repasamos las fotografías de nuestras últimas vacaciones, un crucero a todo tren.

Los españoles no apreciamos la educación y esta indiferencia ante ella se la transmitimos a nuestros niños, que crecen bajo el concepto erróneo de que la educación es un mal menor, cuando deberían de hacerlo considerándola como lo más importante en sus vidas, como aquél aspecto que determinará el tipo de persona que serán en el futuro.

Porque la educación nos convierte en personas y cualquier inversión en materia educativa está bien invertida, muy por encima de cualquier otro gasto al que pueda hacer frente una familia.

La educación en España es paupérrima, falta de calidad, y carente de utilidad social por culpa de un sistema federal que premia colegios de primera y castiga colegios de segunda, pero también por culpa de unos progenitores que no saben inculcar a sus hijos la importancia de la educación.

Ello nos lleva a encontrarnos con Licenciados universitarios incapaces de expresarse de manera coherente, con bachilleres que cometen faltas de ortografía en su redacción o con infantes maleducados que olvidan el respeto a sus mayores y a las instituciones básicas.

Se trata, pues, de una cuestión de prioridades, de desconocer la importancia de las cosas, de preferir malgastar por un lado lo que se podría ‘biengastar’ por otro.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.