EL CRISOL – Pascual Mogica Costa
Me he sentado ante el teclado y tenía mis dudas si escribir sobre los herejes y las excomuniones de Martínez Camino o comentar las palabras de Camps dichas en sede parlamentaria, lo cual es más grave aún, y por orden de importancia y de interés público me he decidido a escribir hoy sobre lo peligrosos que pueden ser los gobernantes mentalmente desahuciados.
Como le supongo enterado, querido lector, el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, en la sesión de control al Gobierno celebrada el pasado jueves día 12 en las Cortes Valencianas, le dijo al portavoz socialista, Ángel Luna, los siguiente: “A usted, señor Luna, le encantaría coger una camioneta, venirse de madrugada a mi casa y por la mañana aparecer yo boca abajo en una cuneta”. Tremendas e incalificables las palabras de Camps que solamente tienen justificación si tenemos en cuenta en el lío en que se halla metido por el caso GÁ¼rtel por tener “amigos del alma” y “quererlos un huevo” a más de decirles que lo que hay entre ellos es muy bonito. Cuando uno trata con ciertos personajes que andan caminando por oscuros vericuetos le puede suceder lo que le está sucediendo a Camps y que por causa de ello le está desquiciando mentalmente. A ninguna persona en su sano juicio se le ocurriría decirle lo que le dijo al portavoz socialista. Está claro que si a alguien en el PP le queda un mínimo de cordura deberá plantear de inmediato el cese de Francisco Camps. Un presidente de Gobierno que dice tales barbaridades no está mentalmente en condiciones de gobernar ni su propia casa, máxime cuando con esas palabras da la clara impresión de que padece manía persecutoria. Cuando alguien dice como ha dicho Camps, no existiendo motivos para ello, que lo quieren matar es un claro síntoma de desequilibrio mental y potencialmente una bomba de relojería que en cualquier momento puede estallar y hacer mucho daño y que por ello debe de ponerse en manos de especialistas en trastornos mentales lo antes posible. Por su propio bien y por el de los demás.
Pero si lamentables son esas palabras dichas en sede parlamentaria más lamentable aún fue la reacción de los diputados del Partido Popular que las aplaudieron. Cualquier “·cantaor” tiene mejores y más sensatos palmeros que Camps.