Sociopolítica

Menos armas, más deporte

El forjamiento del carácter de menores de edad no justifica su reclutamiento para formación militar en Estados Unidos. Para eso están las actividades deportivas y culturales que han convertido al país norteamericano en un referente deportivo a nivel mundial.

No tienen nacionalidad congoleña, colombiana o liberiana. Los miles de niños que reciben entrenamiento militar entre los ocho años y la mayoría de edad pertenecen al programa Young Marines, que tiene como slogan “Fortaleciendo la vida de la juventud americana (en referencia a Estados Unidos)”. Según la página web de la institución militar, el programa tiene como misión promover el desarrollo mental, moral y físico de sus miembros por medio del forjamiento del carácter, del liderazgo y la promoción de un estilo de vida saludable y libre de drogas.

Estados Unidos ha promovido desde hace décadas otro tipo de proyectos juveniles desvinculados de la formación militar. De ahí el éxito del país norteamericano en las competiciones deportivas de los Juegos Olímpicos y en actividades de otras esferas de la vida.

Desde edades tempranas, numerosos programas gubernamentales y de la iniciativa privada fomentan actividades deportivas y culturales para promover valores que parecen más adecuados que el entrenamiento militar. Muchos de estos programas forman una parte central en las escuelas, tanto en educación primaria como secundaria.

Esto continúa en las universidades norteamericanas por medio de becas y de programas que les permiten a los jóvenes estudiar la universidad mientras practican un deporte a un nivel semi-profesional. En tan sólo diez años, la selección estadounidense de fútbol se ha convertido en un digno rival para cualquier selección del mundo. Si no, pregúntenselo a España, una de las favoritas para ganar el próximo mundial.

Además de forjar el carácter de niños y jóvenes, la actividad deportiva les aporta una visión de vida basada en el esfuerzo permanente, en la disciplina, el compromiso y la vigencia de principios y valores que son inmanentes a la naturaleza humana. En entrenadores y maestros queda el trabajo con los jóvenes para ayudar a que saquen lo mejor de sí mismos.

A largo plazo, el deporte, las artes y otras actividades escolares serán más eficaces para prevenir la exclusión social y ahuyentar los problemas con las drogas que cualquier entrenamiento militar temprano, por mucho slogan que presuma. Estas academias militares se conocen también por los abusos.

Quienes apoyan programas como Young Marines argumentan que el grado de estrés físico y emocional no es igual que el de los militares adultos. Por su parte, los detractores consideran que el entrenamiento de los pequeños marines fomenta la violencia, pues desde ahí aprenden a manejar armas de fuego en un entorno de  presión, de acoso y de competencia voraz. A diferencia de artes marciales que enseñan el autocontrol y la defensa propia, el rigor de las academias militares genera frustración y alienación.

También se han conocido abusos de menores de edad por parte de reclutadores. Violaciones, acoso y amenazas son prácticas comunes. A veces así los “convencen” para que continúen su formación militar y que se incorporen al ejército.

Algunos datos del Departamento de Defensa respecto a programas como Young Marines dan una posible clave de porqué Estados Unidos no ha ratificado la Convención de los Derechos del Niño, el tratado de derechos humanos con más reconocimiento internacional.

Cada año, más de 12.000 jóvenes de 17 años formalizan su reclutamiento. Aunque el número va en descenso, aún representa más del 15% del reclutamiento total a nivel nacional. Algunos comienzan hasta los dieciocho años su entrenamiento militar formal, que dura entre cuatro y seis meses, pero centenares de ellos se registran para su formación militar formal cuando aún son menores de edad.

El descenso del reclutamiento de menores en años recientes no debe permitir que los legisladores bajen la guardia, pues cada vez existe una mayor dificultad para encontrar reclutas voluntarios. Con el probable fracaso en Afganistán, pueden aumentar las dificultades y que el Gobierno tenga que recurrir a nuevas estrategias. La población más vulnerable y con menos educación se encontraría en el centro de la diana.

La reducción progresiva del número de soldados en el ejército coincide con varios fenómenos militares emergentes en los países ricos. Además de la proliferación de empresas militares privadas, los ejércitos han emprendido “cazas” de inmigrantes que no tienen mucho que perder para conseguir los papeles y alcanzar una formación y unos ingresos que no pueden obtener por otros medios.

Carlos Miguélez Monroy

Periodista

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.