Sociopolítica

La libertad de La Palabra

Hechos 28:17 Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos;
18 los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte.
19 Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación.
20 Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena.
21 Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti.
22 Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.
23 Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.
24 Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían.
25 Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:
26 Ve a este pueblo, y diles:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis;
27 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyeron pesadamente,
Y sus ojos han cerrado,
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y entiendan de corazón,
Y se conviertan,
Y yo los sane.
28 Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán.
29 Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.
30 Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían,
31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
De muchas cosas los hombres disertan en nuestros tiempos pero ninguna tan excelsa como la disertación sobre Dios y su Hijo Jesucristo. No porque yo lo diga sino que, el paso de los siglos lo ha confirmado una y otra vez. La trascendencia de la Palabra de Dios y la libertad que tenemos de para predicarla se suman para establecer un poder inconmensurable contra quien nadie ha podido prevalecer hasta hoy.
El apóstol Pablo había sido encarcelado tratando de convencer a sus compatriotas acerca de la veracidad del cumplimiento de las profecías en Cristo Jesús y estando aun preso, no cejaba de hacerlo denodadamente, mañana y tarde. Nótese que Pablo hablaba, casi exclusivamente, a los judíos y en esta ocasión trae a colación la profecía que se encuentra en: Isaías 6:9-10 acerca de la indiferencia que tuvieron (y tienen hoy) los judíos de aquel entonces.
Sin temor a equivocarme, predicar la Palabra de Dios estando preso, debe ser una tarea de titanes y sin embargo el apóstol Pablo lo hizo. Nos cabe preguntar si lo que hacemos por Dios es suficiente. Pablo también les advierte a los judíos que los gentiles serían conducidos a los pies del Señor. Los que en esos tiempos le escucharon acerca de esa realidad, jamás se imaginaron que con su rechazo rechazaban al mismo Dios, quien había estado con los brazos extendidos hacia ellos para convertirlos y sanarlos y lo está hasta hoy pero ahora son menos los que del pueblo judío quieren escuchar de Cristo.
Finalmente los cristianos hemos sido constituidos como el Pueblo de Dios, la Israel de arriba y ellos han sido desechados y no pueden hacer nada para reivindicar ese privilegio que tenían, sino a través de Cristo.
La esperanza del actual Israel físico y del antiguo también estuvieron y están en Cristo Jesús; ellos, hasta hoy, esperan un redentor guerrero que les dé, por medio de la guerra, toda la tierra prometida la cual era desde el rio Éufrates hasta Egipto, es decir: los territorios de los actuales Palestina, Siria, Jordania, Irak, Líbano, Kuwait y parte de Arabia Saudita. El gran problema es ese. Ellos se creen el pueblo escogido de Dios; lo fueron pero ya no lo son porque, por su pecado continuo, Él los desechó para siempre como pueblo y una de las razones actuales de su rechazo al cristianismo es que también tendrían que renunciar a sus pretensiones sobre estos territorios.
Tanta es la esperanza que tiene el pueblo de Israel y todos los pueblos del mundo, en Cristo que hasta hoy tiene Dios sus brazos extendidos para que todo aquel que crea en su nombre pueda recibir la salvación, el perdón de sus pecados y la vida eterna.
Hasta hoy, también, hay quienes asienten y los que no creen. El mensaje de Dios ha sido el mismo desde el primer siglo, no ha cambiado nada, ha sido firme y constante. Lo que creyeron los primeros cristianos es lo mismo que creemos nosotros ahora. El mensaje es sencillo. En principio debemos escuchar la Palabra de Dios, creer en Él y en su Hijo Jesucristo. Debemos reconocer nuestros pecados contra Dios y los hombres. Debemos creer que Dios nos puede perdonar en Cristo. Debemos someternos a sus mandamientos. Debemos nacer de nuevo como nuevas criaturas. Debemos hacer su voluntad.
Cuando el Espíritu Santo de Dios se funde con nuestro espíritu nos convertimos en santos en su presencia y si hacemos su voluntad cumpliendo sus mandamientos, le agradamos y nos bendice de muchas maneras. Todos los sufrimientos son sobrellevaderos en su nombre y la esperanza de una vida eterna en su presencia nos vuelve pletóricos hasta la muerte.

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Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.