Sociopolítica

Inteligencia ecológica

Desarrollar nuestra inteligencia ecológica es practicar un consumo consciente que influya en la cadena de producción. Es tomar decisiones que nos permitan vivir en equilibrio de la naturaleza de la que formamos parte.

La sensibilidad por querer escuchar y comprender los mensajes que nos está enviando nuestra casa, el planeta Tierra, me ha llevado a zambullirme en la ecología. Por mucho que lo asfaltemos con sistemas sociales y económicos, este ente vivo sigue estando ahí, ofreciéndonos lo que necesitamos para sobrevivir y disfrutar de esta maravillosa experiencia de aprendizaje y evolución a la que llamamos “vida”. Tras muchos siglos de ignorar, manipular e incluso violar el medioambiente, éste parece estar reclamando a las empresas y a la sociedad que lo tengamos en cuenta cada vez que tomemos decisiones relacionadas con la producción y el consumo.

Nuestra percepción como seres humanos no está diseñada para procesar la destrucción del planeta, lo que dificulta la movilización para el cambio. En general, seguimos sin saber el verdadero impacto ecológico de los productos que consumimos.

Debido a esta ignorancia y la inconsciencia de no querer aprender, la mayoría somos víctimas y verdugos de la paulatina degradación del medio ambiente. Aquí no hay culpables. Sólo responsables. Basta con que nos miremos al espejo. La solución pasa por desarrollar nuestra inteligencia ecológica.

La inteligencia ecológica es la capacidad de vivir tratando de dañar lo menos posible a la Naturaleza. Consiste en comprender qué consecuencias tienen sobre el medioambiente las decisiones que tomamos en nuestro día a día e intentar, en la medida de lo posible, elegir las más beneficiosas para la salud del planeta. La paradoja reside en que, cuanto más coherentes somos con su bienestar, más invertimos en el nuestro.

Lo que la sociedad considera normal está muy lejos de ser natural. Bas­ta con entrar en un supermercado para comprobarlo. Nuestra comida no procede del huerto, sino del laboratorio. Y aunque nos cueste reconocerlo, no somos hijos de la tecnología, sino de la Naturaleza. Así, desarrollar nuestra inteligencia eco­lógica no es más que tomar decisiones que nos permitan recuperar el contac­to con lo que verdaderamente somos, lo que mejora nuestra salud física y emo­cional.

Me refiero al consumo consciente: donde ponemos nuestro dinero, pone­mos nuestra energía. Y con ésta se crea el mundo. Si nadie compra un determinado producto o servicio, desaparece del mer­cado. El consumo consciente parte de la responsabilidad personal (compro lo que necesito y no lo que la publicidad me hace desear) y de la consciencia ecológica (me informo de si lo que compro se fabrica res­petando el medioambiente). Las empre­sas, cuanto más se despierte esta cons­ciencia en la sociedad, más rápidamente deberán cambiar y evolucionar para adap­tarse y sobrevivir económicamente. La revolución está en manos de los consumi­dores. De ahí que lo mejor que podemos hacer es apoyar el consumo ecológico en toda la gama de productos y servicios que ofrece en la actualidad.

Así que el futuro pinta verde… La revelación ecológica nos abre un hori­zonte económico hasta ahora inédito. En un máximo de 20 años, las empre­sas que apuesten por la sostenibilidad se verán recompensadas, mientras que las que se resistan al cambio tenderán a desaparecer.

Daniel Goleman

Psicólogo estadounidense. Autor de Inteligencia ecológica

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.