Economía

La expectativa que todo lo podía (Las expectativas nos condenan al fracaso)

Una expectativa es la esperanza de realizar o conseguir algo, y como tal nos condena al fracaso más absoluto, porque no se trata de crearse un objetivo que alcanzar, sino que se basa en la esperanza de conseguir de hecho ese objetivo, lo cuál nos condena indefectiblemente al fracaso más absoluto.

Las expectativas condenan al ser humano en todos los ámbitos de su vida, condenan, por ejemplo, los matrimonios, las mujeres se casan bajo la expectativa de cambiar a los hombres, lo cuál nunca consiguen, mientras que los hombres contraen matrimonio bajo la expectativa de que sus mujeres nunca cambien, lo cuál nunca ocurre, por lo que todos los matrimonios terminan o en fracaso o en rutina sin ilusión, hay parejas que se conforman y parejas que no.

Pero donde mayor importancia tienen las expectativas es en el ámbito económico, allí todo está dominado por las expectativas. Los consumidores consumen porque tienen expectativas de un futuro económico halagüeño, los ahorradores ahorran porque consideran que el futuro les será más propicio, los trabajadores contratan un plan de pensiones porque consideran que vivirán hasta su jubilación, y las empresas invierten bajo la expectativa de un mayor beneficio económico.

Expectativas, expectativas, expectativas, todo a nuestro alrededor son expectativas. Pero, ¿qué sucede cuando nuestras expectativas no se cumplan? El fracaso, la depresión, el malestar general con nosotros mismos y con nuestro entorno, y las pérdidas económicas.

La crisis actual es financiera, no hay duda, y es estructural, al menos en España, pero lo que nadie dice es que se trata de una crisis de expectativas. Los ciudadanos del mundo avanzado, al menos económicamente, tienen la expectativa de seguir viviendo como hace un par de años, con el mismo nivel de vida, no se dan cuenta que la situación ha cambiado, y no quieren adaptarse a las nuevas circunstancias. Estas nuevas circunstancias les condena a consumir menos, a ahorrar más y reducir sus gastos en general, lo cuál va en contra de sus expectativas de poseer más y más cosas cada día.

Si la situación actual se hubiera dado a la sociedad de mediados del siglo XVIII, por ejemplo, la felicidad sería plena, porque sus expectativas eran menores que las actuales, con lo que se conformarían con mucho menos de lo que tenemos hoy en día.

Bien haríamos como sociedad del primer mundo, o eso nos llaman las estadísticas, en girar la cabeza de vez en cuando y darnos cuenta de lo afortunados que somos en comparación con otros países, otras sociedad, cuya expectativa no es la de poder comprarse un coche más grande y más potente el año que viene, sino conseguir un plato de comida para cada día.

La crisis que vivimos es económica, no hay duda, la cuál se acabará solucionando, como se han solucionado todas las crisis anteriores, la que no se solucionará tan fácilmente es la otra crisis, la crisis de valores en la que estamos inmersos y de la que nadie, o casi nadie, quiere hablar, una crisis de valores que nos golpea porque confundimos nuestras expectativas, que no deberían de estar relacionadas con poseer objetos materiales, sino con ser felices, tan simple y tan complejo.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.