Sociopolítica

Las comuniones, los obispos y la crisis

Soy de los que hicieron la comunión a los siete años. Eran épocas muy duras y de hambres en España; y la mayoría de niños y niñas que entonces la hacíamos (era obligado hacerla entonces) lo hacíamos, sencillamente vestidos con un atuendo modesto y del que ya teníamos en casa, puesto que pocos estrenábamos nada.

En mi caso, una camisa blanca, un pantaloncito corto (ni me acuerdo el color) y los calcetines y zapatos reservados para los domingos (el calzado de diario eran alpargates o alpargatas, que se cuidaban como algo valioso por demás). El libro de comunión, la banda y el crucifijo, se lo prestaron a mi madre una familia más pudiente y para que el niño fuese “completo al altar”. El niño fue al altar muerto de miedo, por “los sermones” de aquellos curas, que apenas hablaban otra cosa que de pecados mortales y del infierno consiguiente. Terminada la comunión a casita, un tazón de leche con magdalenas y a visitar a los más allegados de la familia, para darle la estampita y que te dieran algunas pesetillas… “no había mucho que dar”. Y por la tarde, a ponerse el “ato” de diario y a jugar con los chiquillos del barrio.

Como yo, la inmensa mayoría de la chiquillería. Desconozco como la hacían los niños de familias pudientes, puesto que eso estaba fuera de nuestro alcance.

Pero llegó la época próspera dentro del régimen de Franco y después de quince años de penurias. La cosa cambió y en poco tiempo se inició esa carrera absurda de… “yo más que tú”, cosa por otra parte que no es más que una nueva versión de esa enfermedad española y donde la envidia va “como la nata”, siempre encima.

Y la cosa se desmadró y sigue desmadrada, puesto que las madres (mucho más que los padres) quieren que su hija, la vistan a ser posible de princesa heredera; y si es hijo, que lo vistan por lo menos de almirante… y aparte de ello dar un banquete similar al de las bodas, que según “que bolsillos”, ya es de bochorno.

Se adaptaron los usos y costumbres de las bodas y te invitan a la comunión, por poco allegado que seas (y te requieren confirmes tu asistencia), puesto que lo que se pretende aparte del boato, es recaudar cuanto más dinero mejor, ya que los regalos “al niño/niña”, se suelen hacer en metálico (al menos en mi tierra es así) y con ello, los progenitores pueden costear toda la fiesta y si los invitados son generosos, incluso recaudar dinero extra. Si la cosa les falla, alguno ha contraído deudas que le van a traer de cabeza mucho más tiempo que el que él pensaba.

Para ello y tras el banquete, “la criatura” llevada y vigilada por la madre o ambos cónyuges, te la van llevando de mesa en mesa, te dan  “la estampita” y alguna chuchería más y discretamente “ponen la mano”, para recibir el sobre. Ya digo igual que una boda que aquí se desarrollan así; pero lo de la boda está justificado, por cuanto es lo ancestral y que la tribu hacía, para acomodar a la nueva pareja que entraba a formar parte del clan o tribu… “y había que entre todos costearle el ajuar y hacerles la choza”.

Algún obispo (el de Jaén ya lo intentó hace años) quiso que esta ceremonia, tomase visos de la austeridad cristiana y que practicara Cristo según cuentan Las Escrituras; pero “el rebaño no está por la labor” y ya digo… “yo más que tú” y caiga quién caiga.

Pero como estamos en crisis, parece ser que los obispos y colegiadamente han hecho una llamada “al rebaño”, para que se moderen y adecuen a los tiempos. Pero está claro, si “el rebaño” ve las ostentaciones que la propia Iglesia Católica, muestra y monta en sus celebraciones solemnes (no hablemos de las que retransmiten desde Roma) ¿cómo van a renunciar ellos a imitar esos lujos y derroches que es una vez en la vida y para esa criatura que ni tiene idea de lo que predicó Cristo?

¿Les habrán leído lo que Cristo predicó en su Sermón del Monte? Seguro que no, les habrán predicado lo que convenga en el momento y les habrán pintado, esa vida irreal que los clérigos suelen predicar, puesto que recordar todo lo que el fundador dice que hay que hacer… en su famoso Sermón, que está considerado como el mejor discurso de todos los tiempos… estoy seguro que no, ese contenido es demasiado crudo y duro y sin embargo es algo así como La Constitución o Carta Magna del Cristianismo.

Y es que para ser cristiano, quizá se tenga uno que aproximar mucho a lo que dejara dicho Cristo… y la verdad eso cuesta demasiado… y en estos tiempos mucho más.

Por cierto que en ese gran discurso, no se habla nada en absoluto de primeras comuniones y tantas otras cosas adoptadas después de crucificado y muerto el profeta. Detalle que habría que recordar a tantos, que seguro en mayoría ni lo aceptarían siquiera; sencillamente por aquello tan viejo de que… “las costumbres se hacen leyes”.

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Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.