Sociopolítica

Relexiones a la sombra de una cerveza: La subida del IVA y el tozolón que nos espera.

El otro día por fin escuché a alguien en televisión decir que padecíamos una crisis de crédito y de la demanda, que ya nos ha costado darnos cuenta, aunque nunca es tarde si la dicha es buena. Con un poco de suerte a lo mejor lo escuchó también alguien del Gobierno, a la Vicepresidenta Segunda y Ministra de Economía le fue imposible, me consta, mantenía una importante reunión a puerta cerrada con el prestigioso economista y experto en comunicación estadounidense Don Bob Esponja para darle forma al documento de trabajo que horas más tarde presentaría a los medios de comunicación y serviría de base en las negociaciones con los portavoces del resto de partidos del arco parlamentario. Que, vamos a ver, si pretendes, con la excusa de un pacto de estado, sea la oposición quien te dé las ideas que tú no tienes, que también hay que ser optimista, por lo menos esfuérzate un poquito y preséntalo con algo de clase, no es imprescindible que te esmeres tanto  en vender el muñeco como aquellas agencias de valores de principios de los 90 que en la recepción tenían diez o doce televisores de plasma supuestamente conectados directamente con los parquet de Madrid, Wall Street, Tokio, Londres, Fráncfort… Navalcarnero y Villamoratiel de las Matas, con todos mis respetos para estos dos últimos municipios, sí, esas mismas que a los quince días se declaraban en quiebra y dejaban sin un clavel a todos sus clientes, pero al menos ponle una tapita y encuaderna el documento, que seguirá sin valer para nada, pero queda mucho más mono. Mujer, lo mismo que hace la tía Engracia que todos tenemos, la prima segunda de la cuñada de tu madre, esa que en todas las bodas regala un zarrio inservible que nadie quiere, pero al menos ella te lo larga envuelto en papel de colores, con un lacito rosa y una pegatina dorada que reza, “Felicidades”. Pepín Blanco y Miguel Sebastián, los otros dos del Trío la Agonía organizado por el “Presi” estaban apagados o fuera de cobertura escuchando a Epi y Blas explicar aquello de arriba, abajo, delante y atrás, ¿era loe de derecha e izquierda?, no que eso dicen que ya se lo saben.

Volviendo al origen de la presente reflexión, a saber, la crisis. Pues bien, el buen hombre, que no recuerdo quien era, en el supuesto caso que alguna vez lo haya sabido, tenía toda la razón. Crisis de crédito, esa misma que nuestro ínclito y nunca bien ponderado Gobierno decía que no existía mientras varias cajas de ahorros se inventaban emisiones de cuotas de participación a fin de recaudar algo de tela con la que hacer frente a sus propias obligaciones crediticias, ésas que semanas más tarde hubo que intervenir o aconsejar se fusionasen con otras en estado tan precario como el suyo pero con la cara más limpia, las mismas que habían financiado su expansión mediante créditos promotores a cualquier constructor o ente similar que se hacía con un solar algo mayor que el macetero de mi terraza y financiaban hasta el 120% la compra de vivienda a peones de la construcción que a duras penas podían afrontar los pagos con las horas extras que hacían en el andamio, esas mismas que al primer mal soplo de viento cortaron el crédito a todo aquello que oliese a ladrillo y dejaron sin recursos a promotores y demás empresas, a la par que sin trabajo a sus clientes que se quedaron sin horas extras y ya no pudieron devolver sus créditos, con lo que consiguieron ahondar aún más en su propia miseria, esas mismas que meses después recibieron de papa ZP algo así como 50.000 millones de Euros, que sin pudor alguno nos vendió se utilizarían en préstamos a familias y empresas y que con menor pudor, por no decir vergüenza, las entidades de crédito emplearon en sanear sus balances a la caza de un buen partido que las absorbiese o tuviera a bien desposarse con ella o en el peor de los casos arrejuntarse, que para salir del mal paso tampoco es cuestión de ponerse muy tiquismiquis, las mismas que con el Euribor en mínimos históricos te piden por un prestamillo de tres mil euros más que Shylock al bueno de Antonio en el Mercader de Venecia, amén de las escrituras de la casa, tres nóminas, la partida de bautismo, el certificado de penales y una noche con tu parienta si está de buen ver. ¿De qué demonios estaba hablando? ¡Ah!, sí, de la crisis crediticia. Pues eso, que quienes la armaron parda y han “trincao” del erario público, es decir de todos y cada uno de los españoles, incluidos aquellos a los que han arruinado o dejado en el paro gracias a su arrojo, comprensión y perspicaces estrategias, saldrán más o menos bien librados del trance, aunque a algún presidente le cueste la poltrona, que no todo en la vida va a ser un camino de rosas, mientras al resto de los ciudadanos de a pie nos someten a sucesivos, repetidos y rigurosos tactos rectales sin que nos quede más remedio que abrir mucho los ojos, agarrarnos con fuerza a la mesa y apretar los dientes con la esperanza de que no nos hagan cosquillas en la úvula, comúnmente conocida como campanilla. Y si con todo esto no ha quedado claro lo de la crisis crediticia pues a aprender a Salamanca o a esperar que alguien esté dispuesto a publicarme otro artículo en el que ocuparme del asunto.

¿Lo otro que era? Espera que mire más arriba, “…padecíamos una crisis de crédito y de la demanda”. Vale ya me acuerdo, lo de la demanda. Que en román paladino quiere decir que como las entidades de crédito han dejado sin blanca a las empresas, la Seguridad Social no perdona una cuota aunque suponga poner en la calle a Dios y su Madre, que para eso somos un estado aconfesional tal y como reza el artículo 16.3 de nuestra Constitución y los que no están en el paro temen estarlo pasado mañana, pues que nadie se gasta un duro, mejor un Euro, que lo de las Pesetas y los Duros está pasado de moda.

Y para arreglarlo, que Dios nos coja confesados, al Gobierno se le ocurre entre otras maravillas, de las que ya hablaremos si hay tiempo, subirnos los impuestos. ¿En qué campos pacerán estas criaturas? Para empezar nos toman por tontos con eso de los dos punto en el IVA, pasar del 16 al 18% supone un incremento del impuesto y por ende de los precios del 12,5%, a que esto ya suena bastante peor, y peor aún, que el incremento de un punto del tipo reducido, aquel que grava los bienes de primera necesidad tales como gran parte de los alimentos, transporte, vivienda, hoteles, etc., realmente supone un 14,3%. Así que como casi no llueve, el gobierno nos regala camuflado con la paga de verano una subida media de impuestos del TRECE Y PICO por ciento. Como eso le parece poco, te sopla los 400 € que hace un par de años utilizó como bandera de su progresismo, que si en su momento no pasaba de ser más que una medida propagandística, ahora que todo el personal está seco es una canallada, ¿por qué a quién afecta más que le ventilen esos 400 “euracos”, a la pobre dependienta que ya va bien si le pagan los 8.866,20 Euros brutos al año o a los alcaldes de Madrid o Barcelona, por poner un ejemplo, que se levantan más de 100.000 al año?, por si alguno todavía no se ha dodo cuenta, para la dependienta supone un 4,51% de sus ingresos brutos, para los dos alcaldes menos del 0,4%, es decir que en términos relativos el efecto es de un 1.127,5% mayor en el currito de a pie que en el que de verdad las toca. Muy progresista y social sí señor.  Claro que algún ferviente acólito de nuestro reverenciado Presidente, al estilo de Leire Pajín quiero decir, me saldrá con que también se eleva el gravamen para las rentas del capital, un punto, a saber un 5,55% para los que tenemos cuatro perras y tres a partir de los 6.000, es decir un 16,67%, que sí puede parecer más “progresista”, a lo que yo contesto con una pregunta: ¿habrá alguien en España al margen de tres privilegiados que en concepto de intereses o dividendos perciban más de 6.000 Euros?

En resumen que de los 11.000 millones de euros que  supone tan sublime medida, el ciudadano de a pie, el que este año no se va a poder marchar de vacaciones, el que llega a final de mes oliendo el aroma a chorizo que le ha quedado en el cajón de abajo de la nevera, el parado, el autónomo o pequeño empresario al que el banco le ha embargado hasta la casa, todos esos, vamos a soportar 10.000, dejo el resto para los otros porque soy un optimista.

Pongámonos a partir de aquí algo más relamidillos. La riqueza de un país se mide habitualmente mediante una magnitud que los economistas, y pido perdón por ello, entre los cuales me cuento, denominamos renta.  Pues bien, sin ponernos en plan erudito y para entendernos, la renta (Y) se define como la adición de cuatro sumandos, a saber: Consuno privado (C), inversión privada (I), consumo e inversión pública (G) y saldo exterior (X), es decir exportaciones menos importaciones. Matemáticamente, Y=C+I+G+X. Todo esto se puede complicar cuanto se quiera, pero básicamente es así y suficiente para nosotros.  Producto Interior Bruto, PIB, con pequeños matices, es otra forma de llamarle a la dichosa sumita de antes.

Analicemos a vuela pluma y sin entrar en demasiados pormenores lo que con tan excelsa medida podemos esperar de cada uno de los cuatro sumandos empezando por el último.

El saldo exterior en España históricamente es negativo, o lo que es lo mismo, que importamos más de lo que exportamos, es decir que la “X” resta por mucho que el turismo venga a paliar un poco el problema. Teniendo en cuenta que vamos a seguir necesitando petróleo, gas natural, alguna que otra máquina herramienta para las pocas empresas que continúen abiertas y cuatro o cinco cosillas más de las que aquí no tenemos, que la economía de los países que tradicionalmente son nuestros clientes aunque algo mejor tampoco está para tirar cohetes y que salvo Zara y El Corte Inglés aquí no vende nada ni el Tato, por la “X” mal vamos.

Ocupémonos ahora de la “G”, el consumo y la inversión pública. Insisto, consumo e inversión, partidas como las subvenciones, cualquiera que sea su denominación, o los intereses que se pagan por la deuda pública, gran parte de ella en manos de instituciones foráneas, no cuentan, por mucho que las primeras puedan ser tan necesarias como los subsidios por desempleo, o nos cuesten un riñón a todos los españoles las segundas. Si tenemos que el propio Gobierno, y no acierta nunca (como muestra del buen ojo de nuestros próceres baste señalar que en el 2009 tenían previsto recaudar 141 mil millones de Euros y con suerte trincaron 100 mil, nada, una pequeña desviación del 34%, si el director general de una empresa le presenta esos datos al consejo de administración suerte tiene si entra con voz de barítono y sale de mezzosoprano del Orfeón Donostiarra), ya ha previsto para este año un crecimiento negativo del 0,3% (otras estimaciones lo elevan hasta el -1,1%) del PIB  como los recursos de la Administración, al margen del endeudamiento, están en función de ese PIB, hemos de presumir que podrán gastar menos y si según sus propios informes el 51,6% del presupuesto se destina a gasto social, el 21% a transferencias a otras Administraciones Públicas y otro 5% a cubrir intereses de la deuda pública, que ya será más pues en el último año y medio ha emitido más de 250 mil millones de nueva deuda, poco nos queda de lo que suma. Así que con la “G” tampoco deberíamos hacernos demasiadas ilusiones de mejorar el asunto.

La “I”. ¡Ay la “I” que mal aspecto tiene! Aquí no nos queda más remedio que liarlo un poquito y ponernos algo pedantes aunque sin pasarnos. La inversión privada de un país, al margen de la coyuntura económica general, que en nuestro caso más bien sería “descoyuntura” o para mejor decir descoyuntada, depende sustancialmente de tres magnitudes, el ahorro, los impuestos y los tipos de interés. Me explico o mejor aún, pongamos un ejemplo. Imaginemos que el coche con el que todos los días vas a trabajar tiene ya diez años, cuando no le falla el embrague es el carburador y el mecánico, que dice ser tu amigo, mentira, porque hablando de coches ningún mecánico tiene amigos, te ha avisado que a la culata y a la transmisión le quedan tres telediarios, le has pedido un presupuesto a ojímetro y te ha soltado una barbaridad, moraleja, decides comprarte el monovolumen que has visto de oferta en un anuncio de la tele. Lo hablas con tu cónyuge y aunque parezca mentira por una vez y sin que sirva de precedente estáis de acuerdo, sólo os queda decidir cómo pagarlo, podéis tirar de un dinerillo que tenéis guardado, la verdad es que os lo dejó en su testamento la Tía Paquita, es decir ahorros, o pedir un préstamo a un banco, dinero que el banco ha obtenido de sus ahorradores, incluidos vosotros. En consecuencia la inversión procede del ahorro propio del inversor o del de otros ahorradores canalizado por las entidades de crédito. Claro, que si no llega a ser por la pasta de la Tía paquita, con lo que os soplan de retenciones en la nómina y lo que en el mes de junio tienes que apoquinar en la renta, del coche ni hablar, a tirar con él otro añito aunque lo tengas que apañar con cinta americana, que vale para todo. Si por el contrario Hacienda se pusiera a régimen y no hiciera alarde de tan voraz apetito, a lo mejor, entre lo que los dos os levantaríais podríais pagar buena parte del coche. Por otra parte, de los intereses que los bancos pagan por el dinero, el fisco se queda el 18%, pretende llegar hasta el 21, si en vez de eso fuera el 7 o el 5 algo más quedaría, tanto a vosotros como al resto de ahorradores, con lo que las entidades de crédito, si tuviesen a bien que no lo tienen, podrían disponer de más recursos para prestar a los inversores. Por eso la inversión depende de la carga impositiva. Por último o casi por último, nos queda el tipo de interés, obviamente si el usurero de la esquina te pretende soplar el 25% semanal no le vas a pedir la pasta, mientras que a tu suegro, tu mujer es hija única, que te lo deja por la filosa no le vas a hacer el feo. Queda claro el efecto de los tipos de interés ¿verdad? Antes apuntaba que podía haber otro factor, y lo hay, la voluntad de las entidades de crédito de conceder préstamos, voluntad que en nuestros días brilla por su ausencia aunque te apellides Gates y tengas por nombre de pila Bill. Moraleja, con la subida de impuestos propuesta por el Gobierno, el diferencial con el Euribor cada vez mayor que los bancos nos aplican y el canguelo enfermizo que de repente les ha entrado a las entidades de crédito a soltar el parné, por parte de la “I” también vamos apañados.

Y ya para concluir nos queda el consumo, la denostada por unos e idolatrada por otros “C”. Los seres humanos, bueno todos los seres vivos unos más que otros, tenemos la desagradable costumbre de comer y aquí en occidente hasta varias veces al día, además, y éstas sí que son necesidades puramente humanas, procuramos taparnos nuestras vergüenzas y más con el frío que te deja en muy mal lugar y pretendemos los días de lluvia ponernos a cubierto y a ser posible que no sea bajo uno de los puentes de la autopista, que allí hace mucha corriente y se cogen unos resfriados  de padre y muy señor mío. Así que con recursos o sin ellos, por las buenas o por las malas consumir tenemos que consumir, a todas luces resulta más aconsejable que paguemos lo que nos llevamos a que desvalijemos a punta de pistola, machete o navaja albaceteña el súper de la gasolinera. Dicho todo esto, que aunque parezca una tontería, los economistas hemos definido como consumo autónomo, pasamos a lo que en verdad nos ocupa, que es como afecta la subida de impuestos al resto de nuestra pequeña y querida “C”. Pues está claro, si Hacienda nos sopla más tela nos queda menos dinero para gastar, por lo tanto no podremos comprar el lavavajillas que necesitamos y que alguien no venderá, con lo cual no podrá pagar las nóminas a sus empleados que acabarán en el paro y a los que el Gobierno deberá pagarles la prestación de desempleo, con lo que le quedarán menos recursos para el gasto verdaderamente productivo, además ese pobre ex trabajador tendrá dificultades para pagar su hipoteca y en algunos casos le resultará imposible, lo que provocará que las entidades financieras se reafirmen aún más en su negativa a ampliar el crédito, lo que a su vez impedirá nuevas inversiones o estrangulará al autónomo que tenía una pequeña línea de descuento para anticipar los pagarés a 180 días que le largan las grandes constructoras a las que las distintas administraciones adeudan unos 30.000 millones de Euros y que no parecen tener intención de pagar de momento.  Y como nuestro gobierno es muy coherente y lógico, para que consumamos más y mejoremos la situación se ventila de un plumazo 11.000.000.000 € (ONCE MIL MILLONES DE EUROS). ¡Genial! ¡Sublime!

En resumen, que de los cientos de medidas que, como ya he dicho, nuestro nunca bien ponderado gobierno podía tomar para reducir el déficit público en el que no se hubiera visto obligado a incurrir o al menos, no a estos niveles, de no haber actuado toda la Administración, me es lo mismo Central, Autonómica o Local, de un partido u otro, con tan sublime inconsciencia y despreocupada alegría, generando pan para hoy y hambruna perenne para mañana, la de subir los impuestos es la más absurda, negativa, obtusa, estúpida, inconsistente, simplona, zafia,… (me sé más)… y negativa para el presente y futuro de esa pequeña e insignificante ecuación de cuatro sumandos que define como ninguna el futuro de nuestra economía y lo que es mucho, pero que mucho, más grave de nuestras gentes, algo que en más de una ocasión olvidamos los economistas y en todo momento los políticos.

Javier Ortiz.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.