Dia del libro. Más vale tarde…

Ya me lo decía mi padre: Lee, Jose, lee… aunque sean 10 minutos al día. Lee lo que sea: un artículo, un poema,  un libro, de una enciclopedia, de un diccionario. De ciencia ficción, de cualquier ciencia, de cultura general, de historia, de toda aquello que tenga un interés social y humano… de lo que sea, hijo. Entiéndeme, cuando te digo: lo que sea. Y si de algo no entiendes, pregunta, indaga, investiga.  El saber no ocupa lugar. Eso te reportará sólo beneficios y riqueza intelectual y humana, te llevará a conocer tu idioma y sacarle todo su jugo; entérate de lo que significa cada una de sus palabras. Hablarás y te expresarás mejor. Leyendo es la mejor forma (si no la única) de entender muchas cosas que pasan en el mundo y en el universo. Con todo lo que leas, al final vas a reunir argumentos de peso para debatir, dialogar o discutir sobre cualquier tema. No sólo vas a tener sino que vas a formar y modelar tu propio criterio sobre cualquier asunto. Si tienes algún día un debate con alguien que ha leído y se ha informado más que tú, tus ideas serán vacías, tus argumentos gratuitos. ¡¡ Cuánta razón tenía y tiene ¡¡. Si él hubiera experimentado el fenómeno de Internet, le hubieran podido suceder dos cosas: una, saber y conocer mucho más de lo que se llevó y otra, agarrarse unos cabreos de mil demonios por la cantidad de sandeces, argumentos sin lógica y sin sentido común además del sinfín de faltas de ortografía al leer muchas cosas que aparecen en la red de redes. Y es que mira que hay blogs y páginas Web de todos los estilos, de todas las materias, de todos los colores. Lo más divertido es que estás en Canarias y en un abrir y cerrar de ojos, te encuentras en Argentina. O en Australia. Y escritores. Y escritoras: incontables, infinitos. Hasta yo me he atrevido. Cada uno y una expresando sus opiniones, su particular “filosofía” de la vida, sus frustraciones y alegrías. Unos intentando subir a lo más alto de los distintos “ranking” utilizando cualquier medio para llamar la atención y diciendo unos disparates de tal calibre que alucinan al personal. Las noticias, con su versión particular, se cuentan en función de una máxima y posible audiencia o videncia. Otros, opinan sobre aquella cuestión o sobre aquel hecho, luciendo sus mejores galas en la técnica de la escritura. Otros predicando desde púlpitos virtuales y consiguiendo adeptos o enemigos, según coincidan o no con sus ideas y su forma de ver las cosas. Y todos, una inmensa masa de gente, opinando, criticando y denunciando que para eso estamos y vivimos en estados de derecho. No opina ni dice algo al que vigilan, al que le tienen controlado y pinchado su teléfono. Estados de no-derecho porque se lo han robado a la ciudadanía. Los hay y sabemos quiénes mandan en ellos. Y miedo me da que este país vuelva a las andadas del pasado porque aún en esta democracia incipiente y joven, escucha uno cosas y las vive que te dejan helado como si estuvieras viendo un “thriller”, tipo Alfred Joseph Hitchcock. Últimamente, dos amigos se han visto con los cataplines puestos de corbata, sin comérselo ni bebérselo,  por culpa de las malas artes de algunos que tienen de apellidos: miedo y amenaza. Y que no. Que no estaban muertos, joder. Que estaban de parranda y por lo visto han venido con más fuerza. Estupor me causan, por otra parte, los comentarios que se suelen hacer a los distintos escritos. Hay quienes, a falta de argumentos sólidos, les da por insultar a todo bicho viviente. ¿Dije insultar?. Me quedé corto. Hay teclados que expelen auténticos excrementos.  Otros, se atreven a opinar sin tener la más mínima base. Ni el grado más elemental. Escriben o hablan porque ni son mancos ni mudos. Lo malo es que esto se propaga como un virus. Y hay que luchar contra él. Otro reto más. Me atrevería a decir como aquellos maestros de antaño: “ O lees o te quedas sin recreo”. Termino, matizando: “Si no lees, ni se te ocurra opinar. Por el contrario, le proporcionarías mucha salud mental a los demás”.