Sociopolítica

En Reino Unido los «Liberales Demócratas» representan el cambio, ¿y en España qué?

La campaña de las elecciones británicas llega a su recta final, antes del 6 de mayo, fecha en que, sin embargo, existe un principal protagonista para una buena parte de británicos: se trata del candidato Liberal demócrata Nick Clegg. El carismático líder de los liberales representa la ilusión y el cambio, en un sistema electoral en que prima el bipartidismo. Aunque Clegg pueda quedar relegado a un tercer lugar en número de escaños, el porcentaje de votos que puede alcanzar ya dice mucho de lo que un partido Liberal bien implantado puede conseguir. Los liberales podrían obtener el 31% de los votos arrebatando el protagonismo a los conservadores liderados por David Cameron, que temen el ascenso de los liberales, pues no les quedaría más remedio que formar Gobierno con ellos; lo que forzaría a aceptar la reforma del sistema electoral que proponen. Los conservadores alcanzarían el 32% de los votos.

Puede que el escándalo de los gastos innecesarios de los parlamentarios hayan pasado factura tanto a los conservadores como a los laboristas y que el partido liberal, al no haberse visto envuelto en estos casos, haya conseguido la atención del electorado, y eso, tal vez, le haya ayudado a estar en la pensamiento de los electores; pero lo cierto es que la mayor parte del desencanto hacia la clase política tradicional proviene, precisamente, de que los británicos están cansados de la «clase política tradicional». Los liberales quieren ganarse las simpatías de una parte de quienes votan al laborismo e intentan convencer a sus votantes para que ejerzan el voto estratégico y así derrotar al candidato conservador. No obstante, el líder laborista Gordon Brown, más próximo a las ideas socialdemócratas e interventoras, ha empezado a criticar duramente la política fiscal liberal, así como su política migratoria, y empieza a recurrir también a los ataques personales contra Clegg. Ante la evidente derrota, Brown quiere arrancar algún puñado de votos a los liberales, y así menguar sus esperanzas de formar gobierno.

El juego sucio de Brown se asemeja cada vez más a las políticas del miedo que emplea tradicionalmente la izquierda española. No obstante, como ocurre en una mayoría de países europeos gobernados por la izquierda, los laboristas en Reino Unido son señalados como los grandes culpables de la prolongación de la crisis económica. Los liberales demócratas, sin embargo, han pasado a convertirse en la esperanza del cambio. Con un discurso mucho más realista, han elaborado un programa económico mucho más minucioso incluso que el propuesto por los propios conservadores, aunque ambos sean partidarios de recortar los presupuestos. En su programa electoral, los liberales explican la situación real de la economía que heredaría el próximo gobierno en materia fiscal, con unos ingresos públicos que han disminuido por la recesión que experimenta la economía británica del 6% en los últimos 12 meses, y un aumento del gasto público que representa el 60,2% del PIB. Hace tan sólo dos años era del 35%.

Y es que Reino Unido no escapa, como ocurre en España, al problema del excesivo déficit público, que ya equivale al 11,8% del PIB, y del paro, que alcanza el 8% con 2,5 millones de trabajadores- eso sí, aún muy lejos de ese 20,05% alcanzado en España. Para los británicos, sin embargo, estas cifras son una tragedia, de allí que la propuesta de los liberales les haya llevado al centro del escenario. Los liberales no dejan títere sin cabeza y hablan también de reformas del sistema bancario que ni los conservadores ni los laboristas han siquiera considerado. El discurso conservador consiste en recortar subsidios del desempleo y en premiar el trabajo, aunque no suelen entrar en el fondo de la cuestión, lo que puede ser interpretado como que trasladan la solución del problema del empleo fundamentalmente al trabajador, como si los parados desearan estar desempleados porque les resultara rentable gracias al sistema de subvenciones.

Igual que ocurre en España, donde resulta penoso observar que la clase política sigue a lo suyo dedicándose a cuestiones baladíes, que no interesan a la mayoría de los ciudadanos, despilfarrando el dinero público mientras dure, y, en algunos casos, enriqueciéndose ilegalmente a costa de los sufridos contribuyentes mientras se hace muy poco por evitar el desastre económico en el que la economía está cayendo; allí, en Reino Unido, también el electorado está desencantado con los partidos políticos tradicionales, con la diferencia de que allí los casos de corrupción no son nada, ni tan descarados, comparándolos con lo que sucede en España. Los electores británicos han visto en la alternativa liberal la oportunidad para cambiar las cosas, y los principales diarios lo saben. Algunos de estos diarios apuestan por favorecer una alianza entre conservadores y liberales, mientras otros, los menos, por una alianza entre laboristas y liberales.

Aunque aún nada está dicho, el problema, fundamentalmente para los laboristas, está en que no han sido capaces de trasladar a la opinión pública una política económica creíble ni de explicar cómo pretenden reformar el sistema fiscal, sin que el peso de la reforma recaiga como siempre sobre los más débiles. El electorado, en general, necesita recuperar la esperanza y la credibilidad en su clase política, que les permita al mismo tiempo salir de la crisis. El último trimestre su economía creció sólo un 0,4%. Por eso, las esperanzas se han depositado en buena medida en el partido liberal demócrata; por eso y porque Clegg es el símbolo del cambio, un cambio que también incluye una reforma electoral del sistema, un cambio que recoge una posición más europeísta y más tolerante con la inmigración, de la que el 80% proviene de Europa. Gordon Brown y David Cameron criticaron duramente la propuesta liberal de regularizar a los ilegales que llevan años en el país. Casualidades de la vida: se da el caso de que el propio Nick Clegg está casado con una española de Valladolid, que podría convertirse, «todo es posible», en la primera dama británica.

Como hemos mencionado, la situación electoral británica puede parecerse en algunos aspectos a la española: desencanto político debido al mal uso del dinero público, crisis económica por la falta de políticas económicas eficaces, desempleo, inmigración, etc. Y quizás nos pueda dar una idea de por dónde irían las cosas de tener en España un partido liberal. Aunque no es del todo comparable, porque en España tenemos un problema añadido e igualmente importante, que no se nos puede olvidar y que tiene que ver con el modelo de Estado que estamos construyendo y el desarrollo desigual de nuestras Autonomías; un serio problema de identidad nacional, que no se da, ni por asomo, con la misma magnitud en el Reino Unido. En España, algunas comunidades autónomas no se sienten identificadas dentro del marco de desarrollo Constitucional de 1978, y eso imposibilita, entre otras cosas, la aplicación incluso de medidas económicas coherentes para todo el país y que las reformas necesarias de austeridad puedan tener éxito. Igualmente, y sin ir más lejos, en España las Autonomías van desarrollando sus propias normativas que, en ocasiones, favorecen la desintegración del mercado común; lo que hace aún más difícil mejorar la competitividad de nuestra economía, que es lo que finalmente crea crecimiento y empleo.

Las Administraciones Públicas de las distintas Autonomías también son responsables de la actual crisis fiscal, pues han hecho oídos sordos a la austeridad en un momento de urgente necesidad. No se entiende, por ejemplo, que mientras la Administración Central redujo en 23.800 personas el número de empleados públicos, las comunidades autónomas hayan incrementado sus empleados en más de 80.000 personas, según datos de este último año desde el primer trimestre de 2009 al del 2010. El problema es de difícil solución, lamentablemente, y el bipartidismo que divide las «dos Españas» se ha mostrado incapaz hasta hoy de reformar el modelo de Estado; por ello, haría falta no sólo un partido liberal, sino también una reforma electoral.

Si algún día llegara a plantearse una alternativa liberal real, como muchos de nosotros quisiéramos, y como ocurre en Reino Unido, probablemente muchos españoles podrían empezar a pensar en que otra España es posible; pero, de momento, para que eso llegue será necesario primero conseguir la «unidad del liberalismo». Lamentablemente, las distintas opciones liberales se encuentran hoy más que nunca dispersas en pequeños partidos, o bien sufriendo la desnaturalización dentro del partido popular. El «Proyecto Liberal Español» nace con la pretensión de conseguir la verdadera unidad de los liberales; no obstante, para que esta alternativa prospere, hace falta un elevado grado de generosidad por parte de los distintos partidos liberales, además de personas con sólidos principios liberales y no simplemente oportunistas. Sólo así se podrá conseguir en el futuro una buena representación liberal en España, y que la situación económica y social actual dé un vuelco a favor de todos los españoles.

Gunther ZevallosSecretario Gral pCUAImprimir

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.