Sociopolítica

Un libro de Bruce Bawer sobre Europa y los musulmanes

En la misma corriente de autores como Mark Steyn («America Alone: The End of the World As We Know It»), Robert Spencer («The Politically Incorrect Guide to Islam (and The Crusades)» y el satirista político P.J. O’Rourke («Peace Kills y Give A War a Chance»), Bruce Bawer presenta un libro titulado «While Europe Slept: How Radical Islam is Destroying the West from Within» (Randon House: 2006: 256 ps.). Hay una traducción al español, publicada por la editorial Gota a Gota, con el título «Mientras Europa Duerme» (Madrid, 2007, 414 páginas).

Esos tres autores construyen sobre un terreno común, cada uno con su estilo: los peligros del Islamismo militante y radical y el rol de los EE.UU. en combatirlos. Se interesan en la experiencia estadounidense en Europa antes y después de los Ataques a las Torres Gemelas (9/11) y, de alguna manera, frivolizan el fenómeno del imperialismo estadounidense y echan la culpa a algún país europeo de lo absurdo, o liberaloide, o inconsistente que puede ser la conducta política de los dirigentes en el Viejo Mundo.

Así, por ejemplo, O’ Rourke, cuando desea culpar a Francia. Alega que Francia  tiene un liderazgo que lo mismo apuntó hacia la colaboración con los Nazis, el acomodo con los comunistas, el existencialismo o las idioteces de Jerry Lewis, o un veto de la ONU. Steyn es un xenófobo chistoso; Robert Spencer, más serio, pero cojeando de la misma pata y el vicio de echar la culpa a otro. Los Estados Unidos de América nunca es culpable de nada y decir que lo es da el pitaso de cierto antipatriotismo subyacente.

Finalmente, tenemos a Bruce Bawer, el autor que nos interesa y a cuyas percepciones en su libro reseñaremos. Este es un crítico de arte, metido a politólogo, graduado con un Ph.D. en Inglés, graduado de la Universidad Estatal de Nueva York, Stony Brook, Long Island y con casi una decena de libros escritos, que incluyen «Stealing Jesus: How Fundamentalism Betrays Christianity» (1998) y «Surrender: Appeasing Islam, Sacrificing Freedom» (2009).

Bruce Bawer describe los énclaves musulmanes a través del Viejo Continente (en particular, las ciudades de Oslo, Copenhagen, Paris, Berlin, Madrid, y Estocolmo) como lugares donde las mujeres son oprimidas y maltradas, los homosexuales perseguidos y asesinados, los «infieles» amenazados y vilipendiados, los judíos estigmatizados. Alega que los islámicos tienen tradiciones bárbaras, ampliamente seguidas (como son el asesinato por honor honor y el matrimonio obligatorio); obstruyen y desaniman la libertad de expresión y culto.

Su pintura del extremismo musulmán tiene casi los mismos visos que los que adjudica Steyn. Bawer, que viajó a Europa para radicarse en Holanda, huyendo de «la intolerancia de los protestantes extremistas en los Estados Unidos» y «cansado de un país hiperreligioso», se decepcionó con lo visto. Bawer es confesamente homosexual, cómodo con la etiqueta de neoliberal y, aún con la de izquierda, y por eso se sentía estigmatizado y despreciado en los EE.UU. Mudarse a EE.UU. no solucionó su problema ni los fantasma por los que se sintiera, si no perseguido, objetado.

Holanda ya no es el lugar para la libertad que fue antes. Europa se ha vuelto una colonia del Islam, «Eurabia», como la llama burlonamente la periodista Oriana Fallaci, donde el extremismo árabe ha importado «la intolerancia, la falta de respeto por los Derechos Humanos, la brutalidad y la censura». Este influjo de prepotencia idiosincrática es achacado a la doctrina islámica.

Ninguno de estos autores islamófobos se toma la tarea de hacer deslindes rigurosos, ver en perspectiva histórica el mundo árabe, las causalidades que lo afectan y la diversidad y complejidad de ese mundo. Todo se echa simplísticamente en esa «olla podrida» que llaman el Islam. Y el esterotipo resultante es que, por sólo ser árabe y  / o musulmán, se es una amenaza para la democracia y los derechos humanos. Quieren construir sobre este preconcepto porque está de moda en el mercado editorial y en la política oficial que el Gobierno de EE.UU. confecciona, junto a sus aliados europeos.

A lo máximo, en cuanto al origen de la islamofobia en Europa, indican que desde la Edad Media en el imaginario occidental hay sentimiento negativos contra el mundo árabe. Pero eso no es hacer investigación, si quien escribe tiene un PhD que valga algo.

En el presente, unos 87 millones de personas están bajo sospecha, victimizados por los estereotipos que en Estados Unidos y en Europa se promocionan contra los musulmanes, o los inmigrantes del Oriente Medio, sea tengan la piel oscura, o profesen el Islam u otras religiones. Otros alegan que son mil millones de personas las sospechosas de querer acabar con los principios básicos de la cultura occidental, según el investigador Dr. Rafael Ortega. «Hay un gran desconocimiento y vacío con respecto a las sociedades árabo islámicas. La superioridad técnica de los países occidentales difunden su cultura a través de muchos medios con lo que el mundo musulmán se convierte en receptor de ese mensaje; sin embargo, la sociedad árabe tiene un conocimiento más profundo del conocimiento que nosotros tenemos respecto a ellos. Las imágenes negativas que se han construido respecto a la población musulmana deben ser mitigadas a través de la enseñanza de la
 historia, siendo que existe una visión muy distorsionada, negativa o escasa sobre las culturas árabo islámicas con lo que se va agravando ese desconocimiento e ignorancia. El 11-S ha convertido al musulmán en sospechoso de querer acabar con los valores occidentales».

Un miembro de la coalición gubernamental de Silvio Berlusconi, explica que el miedo a la inmigración masiva de extranjeros en Italia en décadas recientes y, en particular, en un país que es el bastión mundial del catolicismo, se resolvería con deportaciones. La comunidad musulmana es el segundo grupo religioso más grande en Italia, con más de 800,000 inmigrantes de primera y segunda generación. En Milán ciudad del Norte de Italia, donde radican unos 23,000 jóvenes musulmanes, en un reciente congreso juvenil, de corte pacifista, la declaración juvenil destaca que, en virtud de los estereotipos, «la visión que tiene la mayoría de la gente es que los musulmanes son personas que tienen casi todo prohibido, pero eso es falso».

El grupo Amnistía Internacional de EE.UU. (AIUSA) ha dicho que, si bien se critica el fundamentalismo antidemocrático y la exclusión que se le adjudica a los árabes, el gobierno de los EE.UU. ha mostrado actitudes y ha diseñado políticas de seguridad nacional que ponen bajo la lupa «a más de 32 millones de personas consideradas como sospechosas sólo por su origen o creencias». De hecho, una crítica de Bawer  a la sociedad estadounidense, aunque él tambien entra en el juego, es la intolerancia de los protestantes.

La nueva Derecha Cristiana es fundamentalista y poderosa en las administraciones republicanas, en especial, la de Bush. Bawer juzga que el fundamentalismo cristiano evangélico es «avasallador y peligroso» y su libro «Stealing Jesus» es una crítica a los desmanes del fanatismo ideológico-religioso en Norteamérica.

Al pretender presentar a los EE.UU., como «la encarnación de lo que una vez fue un sueño europeo de libertad e igualdad ante la ley», Bawer chocará necesariamente con la larga historia de reversiones a ese ideal. Aún después de la Declaración de Independencia y creación de la República, con su sistema federal: (1) los EE.UU. fue una nación que siguió una política etnocida y de reclusión del indígena nativoamericano; (2) continuó siendo una nación esclavista que para dirimir sus diferencias respecto a la libertad del negro y el balance entre derechos de los Estados y del Poder Federal tuvo que inmiscuirse en una guerra entre Norte y Sur / unionistas y confederados / que ocasionó a ambos bandos 620.000 soldados muertos entre las 1,030.000 bajas, equivalentes a un 3% de la población entonces: Al Nofi: «Statistics on the War’s Costs». Louisiana State University) ; (3) acabada la guerra civil, el odio xenofóbico, la intolerancia a cultos
 diversos o étnicos (católicos y judíos), los linchamientos y el racismo excluidor, se entronizan (e.g, los KKK, el vigilantismo de los «Rangers», las políticas de los Know Nothings, etc.) y, paradójicamente, en aquellos tiempos en que los EE.UU. buscaba encarnar el Sueño Europeo, festejado por Bawer, las dos naciones que habrían de representarlo en Europa, Inglaterra y Francia, fueron convocadas por los confederados del Sur para que entraran en la guerra civil a favor de su bando. El presidente Abraham Lincoln y su Secretario de Estado, William Henry Seward, trabajaron para evitar que las potencias europeas se involucrasen, lo que habría conllevado a una guerra mundial.

Viendo tal perspectiva, se entiende la nostalgia de Bawer por una histórica Holanda o «Europa, como paraíso tolerante y abierto», porque los EE.UU. no lo ha sido. Pero el autor se lleva los resabios de intolerancia étnica (que ha internalizado) a Europa cuando viaja y, al final de cuentas, se siente motivado a decir que el Viejo Continente va camino a convertirse en un «parque temático de tamaño natural… con el islam como religión y cultura dominante». Tal vez si fuese de otra cultura anglocaucásica, o eurocentrista, no le importaría tanto; pero, son islámicos.

Y la cuestión es que Europa duerme y le gusta no despertar, ni reaccionar a ese cambio cultural y demográfico que vive y al que se presta con «servidumbre voluntaria», aceptándolo «como si fuera irremediable o, aún más increíble, como si fuera un progreso, un avance». Consecuentemente, Bawer pasará a dar sus ideas sobre cómo se procesa este nuevo Rapto de Europa: cómo el radicalismo islámico «está destruyendo a Occidente desde adentro», que es el subtítulo del libro.

El libro es el llamado a despertar de la «rendición preventiva», «la siesta y la molicie», «empeño suicida» al abdicar de sus antiguos ideales; pero, ¿cómo será ese no rendirse ante los árabes? ¿Qué se propone? ¿Sirve la receta estadounidense a la que él designa como «su patriotismo, el dinamismo de una sociedad que se niega a depender del Estado, el empeño en integrar a los inmigrantes en una identidad orgullosa de sí misma»? Es fácil contestar tales preguntas si se entiende qué es lo que hegemónicamente esa élite conservadora, islamofóbica y eurocéntrrica [en la que se puede incluir a Oralia Fallaci, Steyn, Spencer y otros] apoyan.

Ellos, como este libro de Bawer, aplauden a Francia como cabeza principal de una lucha la contra la inmigración entre los países europeos; Holanda sigue los mismos pasos y, recientemente, en un discurso, el Diputado holandés y presidente del Partido para la Libertad de los Países Bajos, Geert Wilders, dijo: «Es muy difícil ser optimista frente a la creciente islamización de Europa. Todas las mareas están en contra de nosotros. En todos los frentes estamos perdiendo. Demográfico: el ímpetu está con el Islam. La inmigración musulmana es aún un motivo de orgullo dentro de los partidos gobernantes liberales. Las academias, las artes, los medios de comunicación, los sindicatos, las iglesias, el mundo de los negocios, toda la clase política, todos han sido convertidos a la teoría suicida del multiculturalismo. Los así llamados periodistas voluntarios etiquetan a todos los críticos de la islamización como una ‘extrema derecha’ o ‘racistas’.
 El Establishment completo tiene toda la cara hacia nuestro enemigo. Izquierdistas, liberales y cristiano-demócratas están ahora todos en la cama con el Islam».

Lo que Bruce Bawer y sus acólitos anuncian como una convocatoria al despertar es abdicación a todo teoría de corrección política del pasado, tolerancia intercultural, rechazo contra el racismo, la xenofobia y las desgracias perpetradas en nombre de la civilización occidental, a través del colonialismo y neocolonialismo y sus formas de explotación de minorías. El terrorismo y el rechazo al inmigrante conflictivo se vuelven pretextos. «The threat of radical Islam is real», insisten en decir. Y todo se achaca a hechos actuales como los ataques terroristas conocidos como 9 / 11, o los de Madrid (11 de marzo), Beslan y Londres, los asesinatos de el asesinato de Pim Fortuyn y Theo Van Gogh.

En la actualidad, 2.6% de la población de Europa occidental es de origen musulmán y se concentran fundamentalmente en sectores urbanos. Estas cifras extraoficiales corresponden a «los 15» países que componían la Unión Europea antes de la adhesión masiva de otros 12 países de Europa central y oriental». Esto implica 4,000 mezquitas y 12 millones de fieles. Francia, centro más importante para los musulmanes en el mundo occidental, tiene más de 5 millones de musulmanes, de los que 2 millones tienen nacionalidad francesa. Aunque es el país con más dura tónica para expulsar extranjeros, la población inmigrante ha descendido el 9% en el decenio 1990-1999.

Los árabes y africanos permanecen en Francia como «indígenas» son ignorados, en general, en el ámbito de la cultura y el entretenimiento y «especialmente en los círculos de decisión política por la razón obvia de que no se les considera productores de ideas o proyectos aunque no se pongan en duda sus capacidades intelectuales», según explica René Naba en su artículo «Europa frente a la realidad de la inmigración árabe musulmana». Francia ha despertado su Francofonía oficial anti-árabe y la promociona por todo el Mediterráneo, aunque exista también allá quienes se oponen a la hegemonía angloestadounidense y favorecen el diálogo intercultural.

Mas un hecho sobresaliente es que, a pesar de su énfasis en la integración, 6 millones de musulmanes y 2.5 millones de habitantes de raza negra no están representados en el parlamento. Ninguno de los 555 diputados del territorio metropolitano es árabe o negro.

Bawer es incompetente para discernir la relación que las políticas franceses tienen con su propia necesidad de superar su pasado colonial. Para él, o los propósitos de su libro, las historias que le interesan datan de los ‘ 30 y de momentos intelectuales en que el secularismo se alió, por repudio al nazismo, a la nueva tendencia de «Political Correctness». Y, en rigor, lo que examina con mayor deseo de impresionar son estadísticas criminales. Así, por ejemplo, su While Europe Slept informa que en París ocurren diariamente 12 actos de vandalismo contra tumbas judías («cemetary desecrations»), y ataques a sus personas; se complace en informar que los inmigrantes indocumentados de Morocco son propensos a comter crímenes, pero el gobierno holandés carece del coraje de hacer algo al respecto; indica que el 65% de las violaciones sexuales en Noruega, en fecha de uno de los años que consultara, fueron cometidas por «non-Western immigrants»
 (término que en Noruega es esencialmente una referencia a los mahometanos).

En su afán de criminalizar el fantasma demográfico de una conducta bárbara de los árabes, pero, sin hacer las debidas distinciones etnográficas y culturales, Bawer informa que en el Reino Unido cada año unas 13 mujeres son víctimas de homicidios por honor («honour killing»), crimen que ocurrea la fecha exclusivamente entre familias asiáticas y del Oriente Próximo. Son casos que a menudo no se resuelven en las Cortes porque ni las familias ni las comunidades se personan a testificar.

En el año 2006, una encuesta de la BBC del Reino Unido reveló que 1 entre cada 10, entre 500 asiáticos jóvenes «perdonarían o justificaría» el asesinato de alguien que deshonrase a algún miembro de su familia. Si la encuesta se hiciera entre occidentales, no dudo que el resultado sería más o menos similar. Los paquistaníes son muy dados, por sus costumbres tribales, a juzgar a hombres y mujeres con la pena de homicidio, cuando faltan a su lealtad. En 2002, en su país, no en Europa, se ejecutaron 245 mujeres y 137 hombres en nombre de su Karo-Kari en Sindh. Entre los kurdos de Turquía, hay el fenómeno de los suicidios de honor entre las niñas.

Un investigador especial de la ONU, Yakin Erturk, alega que «algunos suicidios entre regiones de Turquía son asesinatos de honor que se disfrazan como tales o como accidentes». Mundialmente, los asesinatos de honor pueden ser tantos como unas 5,000 víctimas; pero, poquísimos se cometen en Europa. La UNICEF dice que, en la India, unas 5,000 novias son asesinadas anualmente porque la dote se considera insuficiente. Bawer cuando habla de mutilaciones genitales y este tipo de asesinatos de honor es tendicioso. Todo lo acomoda de modo que el lector piense que son los bárbaros islámicos.

Cuando en Europa la clase intelectual defiende al aporte laboral e intelectual del Islam y su derecho a no asimilarse, Bawer se enoja. Alega que es un reflejo de envidia y antiamericanismo: «Reflection of their own envy of, and obsession with, America. Europeans hate their own obsession with all things American. They attempt to overcome their obsession and envy by mouthing fashionable condemnations of America, which they depict as a wasteland where evil whites dominate defenseless blacks. To prove that they are better than Americans, Europeans not only don’t require Muslim immigrants to assimilate, they don’t want them to».

En términos generales, eso ocurre en toda Europa, aunque en ciertas élites académicas, francesas e italianas, las olas de atentados en 1986 y 1987, por razón de la guerra entre Iraq e Irán, y la segunda ola relacionada con el conflicto argelino, asi como los ataques en Madrid, Karachi, Anka y Marrakech (centro cultural español), comienza a que se piense con más cautela, en particular sobre el poder de Al Qaeda y la guerra de Iraq. Antes de esos últimos ataque no hubiese sido necesario. Desde entonces, ya sí existe el asunto de inmigrante conflictivo y aquel del que los EE.UU. pide cuentas, aún cuando tenga que acudir al chantaje y las represalias económicas.

El análisis que falta a Bawer es el por qué, aún los ciudadanos de origen árabe en Europa, apenas han mejorado su condición económica original, que es «muy inferior a la del ciudadano medio del país anfitrión». Vid: Raúl Fain Binda ¿Por qué la asimilación natural no ocurre? ¿O por qué Francia la impone desde arriba, o Inglaterra, la elude? A Bawer, al parecer, le interesa mucho pintar un cuadro de radicalismo islámico, sin decir que en Europa el árabe islámico ha pedido representividad política y se le niega.

El político derechista holandés Pim Fortuyn fue asesinado como un acto político de la frustración ante quien se convirtió en un portavoz de la Mano Dura y más barreras contra la inmigración. Sin violencia ninguna, muchos activistas árabes piden el derecho de vivir ya mismo en un régimen de sharia, o ley islámica; lo pidan en paz, o con presión violenta, son vistos como extremistas.

Bawer pide la supresión de las comunidades en áreas de Holanda que son regidas por la Sharia, no la Ley holandesa; pero ni a Bawer ni Steyn les interesa dar las versiones islámicas ni propiciar un diálogo; más bien, se explota como propaganda todo delito, como el cineasta holandés Theo Van Gogh explotó la temática de la postergación de las mujeres en la sociedad musulmana, por tan sólo ventajería comercial. Esta es la receta del despertar: «No queremos tolerar al intolerante y ustedes, invasores del Islam, son los que golpean mujeres, mutilan genitales, ultrajan y asesinan por honor». Una observación interesante de Djaouida Moualhi en su ensayo Mujeres musulmanas: estereotipos occidentales versus realidad social es: «Cuando en Occidente se habla de la supuesta discriminación de las mujeres magrebíes se da por sentado que su religión es el origen de sus males, en vez de buscar las causas en la política de los Estados correspondientes y
 la herencia sociocultural patriarcal de sus sociedades. Para entender esa percepción es importante situarla en el marco general de los estereotipos sobre el mundo islámico, sondeando su procedencia en antecedentes históricos y políticos. Al fin y al cabo, la hostilidad y xenofobia exhibidos actualmente hacia los musulmanes encuentran parte de su alimento en rancios tópicos sobre el islam… Una gran parte de los periodistas continúa viendo a estas mujeres como víctimas dependientes en un estado de semiesclavitud, culpando de ello a la religión musulmana. Los medios de comunicación propagan imágenes deformadas y estereotipadas sobre el velo, la clitoridectomía y la violencia política en países musulmanes… La discriminación de las afganas y el secuestro y asesinato de algunas argelinas llegan a la opinión pública de manera distorsionada y amplificada. Naturalmente, estas imágenes despiertan sentimientos de sospecha, recelo y temor, al
 tiempo que refuerzan juicios previos sobre los musulmanes como violentos, agresivos y misóginos…»

El cineasta Theo van Gogh se convirtió en propagandista de asuntos que no conocía en rigor. Fue asesinado en una calle de Amsterdam el 2 de noviembre del 2004 por Mohammed Bouyeri, un fanético musulmán airado por el la película «Submission», y sus manipulaciones en torno al tema del trato a la mujer. Lamentablemente, él pagó con la vida por hacerlo. El cine es más influyente y popular que leer a Bawer. En la mente obsesinada de Bouyeri, el poder de Van Gogh y su mensaje es tan criminal como el honor malentendido con que se defiende la honra de una tradición o una familia. Más cauteloso en su manejo de propaganda, es Bruce Bawer. Pero él tambien provoca y lleva a muchos lectores un mensaje que es falso: «Tenemos que reconocer que los jidistas culturales odian nuestras libertades porque tales libertades desafían sharia, que desena imponer sobre los otros». Esa falacia de tomar una parte por el todo es lo que forma el mito de Al-Qaeda y ese
 decantado radicalismo musulmán.

Algunas fuentes indican que en la ampliada Unión Europea residen entre 15 a 20 millones de musulmanes. Mas no han llegado a una sociedad receptora que la da una grata bienvenida. Los utiliza porque se les puede pagar menos y, sea como sea, necesitan su mano de obra barata. Suecia es el país cobn mayor representatividad democrática para el musulmán (en su Legislatura tiene 6 membros extranjeros. En Alemania, donde hay 3 millones de musulmanes de origen turcos, hay 2 representantes de tal comunidad en una Legislatura de 603 miembros. En Inglaterra, la representación musulmana es mínima, aunque hay 12 negros / africanos / en la Cámara de los Comunes entre sus 660 miembros.

 Hay otras naciones europeas que ni para árabes ni africanos ciudadanos conceden el derecho al voto, la representatividad ni la regularización migratoria.

En rigor, no puede considerarse un libro serio.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.