Sociopolítica

Los neoconservadores y sus cantos de sirena

En uno de sus primeros discursos, el Presidente Barack Obama dijo: «No existe una América liberal y otra conservadora, una América negra y otra latina. Existe los EE.UU.». Esto es un ideal subjetivo de unidad, más profético que real y cumplido. El que él (Obama) haya sido el primer afroamericano electo democráticamente con el apoyo popular de la mayoría no significa que en Norteamérica se haya acabado el racismo, o la proclividad a las ideas conservadoras, o las consideraciones polarizadas de origen y estatus. En los EE.UU. nunca ha habido una unidad sólida o permanente, sino simulacros de unidad, siempre en un proceso dialéctica de desarrollo económico-social y político. El hecho que haya tirantez entre liberales y conservadores muestra la cuestión étnico-racial irresuelta.

Fuente imagen: historycommons.org

Hay periodos en la historia norteamericana, cuando ese cisma entre liberales y conservadores, racistas y integracionistas, asimilacionistas y multiculturalistas, se asemeja a una irrupción abismal e irremediable. Si bien nadie es absolutamente conservador ni liberal, estos relativismos están ya muy definidos, porque estas son conductas históricas cíclícas, a veces se renuevan, se redisfrazan, especialmente, cuando se teme que una de las polaridades perderá su empuje.

Más o menos, por los mismos años, en que William E. Gladstone, exprimer ministro inglés y el más prominente político británico para el periodo de 1868-1894 daba una de las clásicas definiciones sobre lo que es liberalismo, con aquella de que el «liberalismo es la confianza de la gente que se atempera con la prudencia y el conservadorismo es la desconfianza de la gente que se atempera con el temor», un escritor norteamericano decía lo mismo: «El conservadorismo es la adoración ciega y temerosa ante los radicales muertos». [1]

Y Abraham Lincoln, quien tenía su mesurado balance entre lo conservable por útil y efectivamente ya tratado, con buenos resultados, decía que los conservadores a lo que temen es a lo nuevo y no intentado todavía. A todos, liberales o conservadores, el pasado o lo viejo nos es conocido, por lo que el «status quo» mantiene alguna adherencia; sólo que el liberal se atreve a más, desecha lo que no sirve en su presente.

Sobre todo cuanto se dice del conservadorismo, una distinción importante con respecto al liberal es que, al entrar ya en juego la dialéctica hegeliana del enfrentamiento entre opuestos, es el sector conservador a quien le gusta esquivar esta realidad / la dialéctica / «a través del disimulo o la postergación» (Cf. de Norbert Elías: Humana Conditio). Nada está más lleno de subterfugios, denegaciones, non-sequiturs, filosofemas que ni ellos mismos han de creerse a menos que son mentirosos y crédulos patológicos. Lo más reciente que anhelan para ver si ganan un cierta solidez y prestigio para su oquedad es que se conceda un Premio Nobel para Ronald Reagan y G. W. Bush (aduciendo que Bush «liberó 50 millones de Muslims en Iraq» y Reagan cienntos de millones de europeos y salvó partes de América Latina»; pero, quien dice esta baturrada es Rush Limbaugh, uno de los neo-consevadores de nuevo estilo y, a quien le duele que demócratas como
Gore, Carter y Obama lo hayan ganado.

En su módúlo de percepción de la historia, vivénciandola desde el hoy, los conservadores están solos porque parecen que hablan desde dramas ahistóricos, subjetivos, en tal manera interpretados y figurados que la historia de Irak o América Latina sobre la que hablan no es la misma de la que habla la comunidad mundial ni el hombre común y corriemte, sea liberal o un ‘republicano’ de los que no circula en esos intramundos publicitarios e ideológicos de los neo-cons, que son pura paja.

El costo humano después de la Invasión de Iraq (hasta July 2, 2010) por la que el neocon Limbaugh pide un premio Nóbel de Paz (por «liberar», o crear una fatula democracia en Iraq) es más 1.3 millones de soldados iraquíes muertos, 437 fueron académicos e intelectuales, 338 fueron periodistas. El número de civiles muertos que da la prensa occidental es 1,044,607. E Iraq calcula que el número sobrepasa Iraq, el total de 1,220,580 muertes civiles desde la invasión en 2003. Premiar a Bush por ésto y precisamente con un Premio de Nobel de Paz me parece un sinsentido. [No pasamos por alto que esta carísima guerra ha dejao más de 130,000 bajas / heridos y muertos a los EE.UU. Ver].

Liberal o conservador son términos dirigidos dotar de valores preferenciales a la autoridad que emana de los grupos de poder y a los que, a la larga, se les proporcionará al poder. En rigor, como explica el socilogo Max Weber, «tener poder no significa necesariamente tener autoridad. Tanto la autoridad como el poder que de ellas se emana dependen de la legitimidad, es decir, de la capacidad de justificar su ejercicio». Es, a través de la propaganda ideológica, que se cumple ésto. La agenda liberal o conservadora de una administración de gobierno se echa a la suertes por el tipo del proceso democrático que se apoye.

El pueblo estadounidense tiene el poder de representarse para la oposición a estas guerras para la que republicanos neo-cobservadores pretenden Premios de Paz; pero ese poder no tiene legitimidad porque es neutralizado por su avieza propaganda; el miedo y la legitimidad, para fines prácticos, se la apropia el aparato-militar-industrial y el estamento de políticos beligerantes aue definan para Norteamérica lo que es «libertad», «democracia», «lo bueno» a conservarse, a que el precio para el extranjero / el enemigo / sean millones de muertos.

Tras tan alto precio pagado por Irak, en la guerra premiable de los Neo-Cons, el grupo de vigilancia «Transparencia Internacional» indica que esos 50 millones de libertos que constituyen la nueva democracia, impuesta en Irak, es uno de los cuatro gobiernos más corruptos del mundo. «Transparency International has ranked Iraq’s government as the fourth most-corrupt in the world in its annual survey. It tied Sudan, and scored slightly higher than Myamar, Afghanistan, and Somalia. Concerns with Iraq persist into 2010» [Iraq’s government rated among the world’s most corrupt . Y hablar de contribuciones de Reagan al mundo de la paz y la justicia, sea para Europa o América Latina, es otra cosa como hablar de los asuntos secretos de otro planeta.

En todas las épocas, el conservador ha sido quien más se ha refugiado en la metafísica de la Fortuna; así como el liberal ha sido quien se arriesgó a proponer el valor de la Ciencia. La sucesión de ideologías conservadoras se alimentan de conformidad, de fe y lo divino (como aquello sagrado estamental que no se puede transgredir), sin que ocasione temor político y catástrofe. El liberal clásico ha sido, por el contrario, quien ha traído a la historia las más altas dosis de secularización y racionalidad política.

Definir el liberalismo hoy, es ya más arduo que antes porque han surgido acumuladas sofistiquerías y terminologías con las que se batallan los distintos grupos y opuestos; pero una definición que me agrada la hallé en Hey Monkey Brain y dice: «Ser un liberal es promover el máximo de libertad individual, así como tener una mente abierta y tolerante. El liberal no se asusta por explorar e implementar las nuevas y diferentes ideas aún cuando las mismas parezcan extrañas e inaceptables a la mayoría»: [«Being a liberal is promoting maximum individual freedom as well as being open minded and tolerant. A liberal is not afraid to explore and implement new and different ideas even those that may seem strange and unacceptable to the majority»] y, por conservador, se entenderá: «dispuesto a preservar las condiciones existentes, instituciones, etc., o restaurar las tradiciones y limitar los cambios» [Ver]. [2]

La hipocresía en que cae la nueva discusión o renacimientos del temario de estos dos opuestos es que muchos liberales han comenzado a temer su propio «progresivismo» y los conservadores a indicar que prácticas tales como la desproporcionalidad y la desmesura son hábitos únicamente del liberal, cuando muchas veces son vicios compartidos. El conservador que se jacta de acusar a los liberales de amor al «Big Government», o al «Big Spending», gobierno extendido y derroche, es un hipócrita aunque se ponga el apellido de «moderate spender», o «fiscal conservative». En el capitalismo de hoy, ambos se extreman cuando practican estas cosas. Ninguno está lbre de culpa.

Los neo-conservadores el siglo XX no han defendido —ni los Movimiento de Derechos Civiles ni el Estado Benefector, no han sido los mejores amigos de los sindicatos, ni de la Inmigración Abierta; pero bien que han sido pro« free trade», intervencionismo y Big Government en general—. Ni la opoasición al régimen de Nuevo Trato – Gran Sociedad entró en la agenda conservadora sino para consolidarlo y dar el mismo respaldo que dieron a Richard Nixon, George Wallace y Ronald Reagan. El neo-con que se jacta en ser «antídoto a la Izquierda Posmoderna» presume que asusta «a la izquierda profundamente por libertades económicas y políticas que apoyo» (¿para quién?) si son quienes más temen a la libertad y sólo traen retórica hueca y el viejo fantasma del temor al Comunismo, el trasnochado de los enemigos de la Guerra Fría y la Peste Roja.

Hoy, en momentos en que la nación sufre desempleo y hay problemas urgentes de frontera e inmigración que tratar, son los miedosos con la actitud del avestruz que esconde la cabeza en agujero. Todo cambio demanda dos cosas, cautela y valor, y los conservadores tienden a esconder esa deficiencia de valentía y fogueo que es necesario. Su miedo y desconfianza característicos ante la acción innovadora saca a flote muchos de los vicios que han explicado la prevelescencia de épocas perpetuadas de estancamiento e inmovilismo.

Ahora se vale preguntar ante el uso del poder: ¿por qué se defiende lo que se debe cambiar, o lo que huele a pudrido, a injusticia perpetuada? ¿Cuál es la voz hablante del Conservadorismo, qué tipo de legitimidad asigna y por que muy pocas veces, se cuestiona la legitimidad de un poderoso y éste no da la cara, a menos que venga una época de intensa crisis? ¿Quienes son, en última instancia, los legitimados en la democracia capitalista? ¿Y su legitimización, representa de veras un consenso para el país?

El conservador es quien suele llamar crisis al momento en que las masas se abren a una transformación espiritual o cambio ante el que, como clase minoritaria en poder, el Poder Conservador juzga períodio lesivo y amenazante a sus intereses. El sector liberal puede entender, aún no siendo siempre revolucionario, que las masas degradadas por siglos o más o menos largos periodos de estus quo, se abran, o anhelan el ejercicio de sus instintos sociales, de un modo no egoísta, marcando un nuevo hito de conducta y, en ese experimento, hasta darían su participación a un cambio o nuevo idealismo…

Sin embargo, el conservador desconfía de ese impulso y siempre lo clasificará como un excesivo afán de compensación, o apetito de poder. La masa en el poder, o en afán de conquistas o fases hacia una superiordidad, trae pues terror al conservador, lo encara a la incertidumbre de su rol o poder influidor. Condideremos, por ejemplo, el escándalo y pánico con que el Establecimiento Conservador reaccionara ante momentos que les han requerido su exorcismo conjurador: el papel conservador ante la Abolición de la Esclavitud, la Guerra Civil o de Secesión, la Reconstrucción tras la postguerra, la aparición del sufragismo, la intervención en la Primera y Segunda Guerra mundiales, la Contracultura, la Guerra de Vietnam y el pacifismo, la lucha por los Derechos Civiles de minorías étnicas y mujeres en los ’60 y ’70s.

Hay que destacar que el punto más crítico y esencial ante el cual se van alineando los partidarios en la zona de enfrentamiento entre liberales y conservadores es la lucha de clases. En los EE.UU., hay clases sociales en conflicto. «Hay una lucha de clases (además de razas) de enorme intensidad y crueldad», nos dice Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University. Pese a que los portavoces e ideólogos de los partidos en los EE.UU. tratan de reclamar para sí una mayoría que «legitima» para sí l el «sentir popula» y la participación en el conservadorismo o el liberalismo, esto es cuestionable.

Explica Navarro que «el porcentaje de la población que ha votado al partido gobernante no es la mayoría de la población. Este es el caso de EEUU. No puede asumirse, por lo tanto, que lo que hace y decide el Gobierno federal es lo que la mayoría de la ciudadanía estadounidense desea». [3]

Si uno lee libros conservadores, tales como «Invasion: How America Still Welcomes Terrorists, Criminals, and Other Foreign Menaces to Our Shores» (Regnery 2002), «In Defense of Internment: The Case for ‘Racial Profiling’ in World War II and the War on Terror» (Regnery 2004), «Culture of Corruption: Obama and His Team of Tax Cheats, Crooks, and Cronies» (Regnery 2009), lo que uno halla es una élite de editores y escritores guerreristas, cultivando el terror, justificando la tortura, la persecusión y el perfin racial en nombre de la seguridad, quitando derechos en nombre del patriotismo y la alienación de la gente.

Bibliografía

[1] Kristol, Neoconservatives /  Essays, loc. cit.
[2] Blog / Hey Monkey Brain, loc. cit.
[3] (Ver: V. Navarro: «El conflicto de clases mundial»

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.