Ciencia

Instinto y negación (I).



Tras una seria reflexión en la que he considerado una serie limitada de fenómenos, seleccionados intencionadamente con el fin de plantear una determinada argumentación, he llegado a una serie de cuestiones, abiertas, mediante las cuáles me pregunto si existe realmente una brecha entre lo que conocemos como instinto y lo que concebimos como aquellas conductas enfocadas a inhibir el mismo. Si bien alguna de estas cuestiones ya ha sido insinuada con anterioridad, de forma superficial, en otros textos, convengo que éste es un buen momento para marcar unas directrices de mayor solidez en lo que se refiere al enfoque particular y general del asunto en cuestión. Antes de pasar a la exposición de los fenómenos y lo que de éstos he podido inferir, deseo dejar claro de antemano que este ejercicio no pretende ser más que un esbozo; entiéndase que, en base a criterios prácticos, habrá detalles y explicaciones omitidos.

Ante todo, ‘instinto‘ es una palabra. Ésta, a su vez, encierra una serie de conceptos que, si bien debieren ser homogéneos entre individuos (o entre grupos de individuos), dan lugar a diferencias semánticas respecto a los mismos. Para abreviar la explicación, facilitaré una definición que, si bien no es definitiva, puede acercar al lector a concebir una vaga idea de lo que el término ‘instinto‘ va a significar en este texto.
El instinto desde la Biología se define como una pauta hereditaria de comportamiento cuyas características son:
  • Es común a toda la especie, las excepciones y variabilidad son mínimas, explicándose por el instinto mismo.
  • Posee finalidad adaptativa.
  • Es de carácter complejo, es decir, consta de una serie de pasos para su producción: percepción de la necesidad, búsqueda del objeto, percepción del objeto, utilización del objeto, satisfacción y cancelación del estado de necesidad.
  • Es global, compromete a todo el organismo vivo“.
(extraído de Wikipedia http://es.wikipedia.org/wiki/Instinto)

Si el lector se toma su tiempo y lee el enlace al completo, podrá encontrar en fragmento que viene a decir que en el ser humano se distinguen tres tipos de instintos. Aún así, e independientemente de este hecho, tras esta breve lectura se pueden obtener una serie de rápidas conclusiones: que el instinto es común a toda una especie, que tiene fines adaptativos, que es de carácter complejo (especial atención a satisfacción y cancelación del estado de necesidad) y que es global.

Inmediata a esta definición, desearía enlazar uno de esos fenómenos mencionados al principio. Se estima que la vida en nuestro planeta surgió, aproximadamente, hace 3.850 millones de años; sin embargo, la reproducción sexual es mucho más reciente, ésta apareció hace 700 millones de años, si bien los primeros fósiles animales que presentan cerebro datan de hace 500 millones de años. El primer homínido del que se tiene constancia proviene del plioceno, unos 4’2 millones de años atrás; y, para terminar, el primer homínido al que se la atribuye la característica común de vivir en Sociedad es el homo erectus, que vivió hace aproximadamente 1.800-300 mil años.

Sin dejar de sostener las exposiciones previas, desearía añadir una última serie de datos. Se estima que la religión más antigua del Mundo es la religión mesopotámica, allá en el 5.000 a.C.; posteriores a ésta podrían situarse, acaso que haya datos que contradigan lo siguiente, el hinduismo o el judaísmo. Sin embargo, cabe resaltar que las primeras manifestaciones rituales le corresponden al homo sapiens, desde hace 150-200 mil años.

¿Dónde pretendo llegar con estos datos escogidos intencionadamente?

La cuestión no radica en el lugar al que pretendo llegar, sino en las cuestiones que surgen tras la asociación de datos y pensamientos. Cuando pienso en el instinto, pienso en aquella fuerza que empujó al primer microorganismo a sobrevivir; esta afirmación casa de forma sutil con una de las interpretaciones que se pueden extraer de la definición de voluntad en términos schopenhauerianos, es decir, aquella fuerza primigenia que empujó la vida hacia la misma vida, sin olvidar por ello la definición inicial que he aportado sobre el instinto. Independientemente de qué fecha concreta elijan los científicos para situar el comienzo de la vida y su propagación, allá donde se sitúe, cabrá el instinto tal y como yo lo entiendo: la voluntad de sobrevivir, de una forma compleja, adaptándose al medio.

Es por este mismo motivo por el cual determino que el instinto es un fenómeno primordial e imprescindible, una condición del organismo vivo que garantiza su propia supervivencia. Sin esta fuerza primigenia (su carácter universal lo relego a otro momento) la vida no habría luchado por ella misma, ya fuese mediante adaptación constante al medio o mediante mutaciones; no importa lo concreta o abstracta que deseemos hacer esta descripción: una primera fuerza o primera voluntad tuvo, tiene y tendrá que velar por la continuidad de la vida, independientemente de los mecanismos que los seres vivos adopten para garantizarla.

Justamente aquí es donde debieren quebrar todos los sistemas filosóficos y religiosos que abogan por la negación del instinto como una forma diferenciada del instinto mismo. Si por algo aporté los datos relativos a la formación del cerebro, la vida en Sociedad de los homínidos o los vestigios de los primeros rituales, incluso de las primeras religiones, fue para hacer una clara distinción entre lo que los recién mencionados sistemas promulgan como un modo de obrar en base al control de los instintos y lo que es el instinto en sí.

La moral, los rituales, el ascetismo, la razón, la buena fe, el civismo o la asertividad no son mecanismos que inhiban el instinto: por el contrario, éstos son mecanismos del instinto que cumplen con la premisa de ser complejos, buscar la adaptación y abarcar al ser humano -en este caso- en su totalidad con el fin de garantizar la supervivencia del individuo, la Sociedad y lo que a la coexistencia armoniosa entre ambos entes se refiere. Desde el punto de vista lógico, merece ser calificado de absurdo el hecho de que existan una serie de conductas que contradicen al instinto si bien éstas han surgido del mismo, y con el mismo fin.

Esta reflexión finaliza temporalmente aquí y ahora. ¿Son los mecanismos inhibidores de instinto tan solo una manifestación más del mismo?

[…]

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.