Sociopolítica

Los españoles dejan el relativismo para instalarse en la preocupación

Había dinero para casi todo. Se circulaba hacia el Estado del Bienestar total. Había para el cheque bebé, para kilómetros de AVE, para todo tipo de infraestructuras, para aprobar una Ley costosa como la de “dependencia”, para prestar a otros países necesitados, para condonar deudas, dinero para constituir un Ministerio de Igualdad, para enviar miles de soldados a Afganistan y demás lugares del planeta. La oposición no existía, llegado el Pacto Antiterrorista escasos argumentos le quedaban a su disposición; tan sólo la “justicia” y la política internacional, siempre discutidas y siempre discutibles. Además existía la imposibilidad real por cuestiones ideológicas de un pacto educativo.

A pesar de todos los datos aportados, los principales economistas de país ya realizaban un diagnóstico en el que existía un acuerdo bastante general de que en España este crecimiento era irracional y que en cualquier momento giraría básicamente por producirse dos desequilibrios básicos. El primero, un crecimiento desmesurado de la construcción, acompañado de una fuerte elevación de precios y de la expansión del crédito  hipotecario. El segundo, un alto déficit de la balanza de pagos, financiado mediante un elevado endeudamiento neto frente al exterior, protagonizado primordialmente por el sector privado, y, en particular, por las entidades de crédito.

Para conseguir llegar a esta crisis como país rico y próspero económicamente, España empleo entre otras modalidades, dos peligrosos movimientos en la contabilidad macroeconómica: Déficit de balanza de pagos y endeudamiento exterior.

El espectacular crecimiento de la demanda interna de los siete u ocho primeros años de siglo ha sido a costa de provocar un elevado déficit por cuenta corriente, que supera el 10% del PIB, y se ha visto agravado por la dependencia energética y el encarecimiento del petróleo, así como por un continuado diferencial de inflación. Este continuado y abultado déficit – al que debe añadirse la financiación de grandes adquisiciones exteriores de empresas – ha hecho que el endeudamiento (bruto) de la economía española frente al exterior se aproxime al 150% del PIB. Paradójicamente, ese endeudamiento externo creció al tiempo que el nivel de Deuda Pública se reducía de forma significativa.

Ilustres académicos opinaban que la situación tenía ciertos visos de convertirse en una crisis de carácter ético, (no sólo financiera y económica). Se estaba a construir una sociedad irresponsable y superficial según ellos, una sociedad basada en el relativismo, “la sociedad Gran Hermano”. Una sociedad sin valores, donde la ética se percibía como algo anacrónico, donde el acceso a la droga y al alcohol en edades tempranas cuando todavía no está formada biológicamente la persona era tolerada por las familias y por las autoridades. Éramos los primeros en el consumo de drogas, en el alcoholismo, en el fracaso escolar y otras conductas por el estilo. Con todo esto y con una crisis mundial era obvio que pronto seríamos los primeros en el ranking del paro.

España se convirtió en un país en crisis, pero no sólo por la crisis económica como nos hacían ver, sino también por la crisis de valores. Y eso, que duda cabe, tarda más en recuperarse que la estabilidad presupuestaria. El problema es que no sabemos a donde ir, porque nos faltan referentes para promover ese cambio tan necesario. En este momento en los españoles reina una cuestión: preocupación.

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Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.