Sociopolítica

Al malo nunca le manca grano. Refrán sefaradí.

AL MALO NUNCA LE MANCA GRANO. Refrán sefaradí.

En algunas ocasiones me he parado a pensar que la machaconería con que los pequeños gacetilleros, volatineros del gusto de los políticamente amorfos, títeres movidos por manos de todos conocidas que no han variado el discurso en dos mil años, que más allá de sus propias convicciones demuestran una supina ignorancia de lo que realmente se está jugando Israel, no ya desde su recreación como Estado moderno, sino desde que su gente -los judíos- llevan dando vueltas sobre el mundo. A este personal le mueve más la irreprimible fobia que siente hacia el judío que el razonamiento, si es que alguna vez llega a este grado de animalidad perfeccionada. Algunos de sus componentes son los que de común se atribuyen una al menos amigable cercanía a los centros generadores de noticias, lo que yo llamo estercoleros de primicias. Otros, menos refinados, de plumas más toscas y tribunas más recónditas, limitan su rol a ser meros repetidores de consignas, sin que ello les procure beneficio monetario alguno, aparentemente.
Justo a la vista tengo sendos ejemplares de artículos representativos de ambos bandos, distantes en el análisis y coincidentes en el resabio. En uno de ellos y como muestra, un tal Menéndez del Valle, del que ya he dado son en anteriores ocasiones, el que se firma “embajador de España” como paradigma de todo lo ungido, de la misma manera que en la familia real se firman “el Rey, o la Reina, o Infanta de España, o la Princesa”, pone a parir al Presidente de los EEUU, tildándolo como poco de mequetrefe. Desarrolla la escena en las cercanías del despacho oval, en la que, gracias al poder del “lobby judío USA”, el primer ministro Netanyahu se manejó en las recientes reuniones para relanzar el proceso de paz en OM como si fuese el anfitrión, Obama el tenor invitado y Mubarak, Abdulá y Abbas meros ayudas de cámara. Por lo tanto, según el “embajador de España”, Netanyahu ha jugado con ventaja, igual que han venido haciendo sus antecesores desde las horas previas a la declaración de Venecia en 1980. Ha movido los hilos y la puesta en escena, ha marcado los tiempos y provocado que el mismo Obama haya dado por finalizada la conferencia en olor de paja quemada. Mayor fracaso, imposible. Igual que en Madrid, en 1991, Oslo, en 1993 y Camp Davis, en 2000: todas resultaron ser “parodias, farsas, tomaduras de pelo por razones varias de la política israelí”. Con todo, hace un pequeño inciso para referirse a Camp Davis, pero no para explicar las múltiples maniobras y subterfugios de Arafat para escapar del compromiso, sino para decir, parodiando a su idolatrado terrorista, “no es el momento de analizar ahora por qué fracasó Camp Davis”.
Naturalmente, como es común a los entrevistados y autores progres o tiznados de islamismo, le ha parecido que en esta ocasión la convocatoria nacía ya viciada. Y ello era así porque Israel hubo impuesto “al amigo americano” la condición sin ambages del reconocimiento de Israel como Estado Judío por parte de Abbas, lo cual califica de “contradictio in natura” por no ser al cien por ciento judía la población israelí. Al respecto, de mi propia cosecha y presumiendo como él de latinismo, estimo que tal apreciación es “a contrario sensu”, porque Abbas no puede pretender sacar réditos excesivos en una negociación inmerecida, habida cuenta de que es un problema provocado inconsecuentemente por sus correligionarios con el inicial rechazo a la partición. “A limine litis”, como diría Cicerón.
Israel busca paz, y el futuro estado palestino es un problema a resolver por los árabes, cuestiones que a este personal teledirigido no le cabe en la cabeza. La violencia, discrepo con el “embajador de España”, es simple en sí misma y más cuando su único objetivo es el daño al contrario que ignora o rechaza los dogmas del que la ejecuta, como es el caso de la violencia islamista. Pero, cuando se ejerce como defensa y a resultas de, como es el caso del Estado Judío, sufrir durante sesenta y cuatro años los ataques de los seguidores de Mahmud, con sus ejércitos regulares o irregulares (Hizbollah), o con sus elementos terroristas, la violencia es justiciera y proporciona seguridad para su ciudadanía, aunque no sea definitiva. La proporcionalidad no es medible más que por el que ha padecido la agresión. Ningún leguleyo allende los mares, a sueldo de manijeros sin escrúpulos, ningún enrolado en apresurados banderines de enganche va a cuestionar la medida, la intensidad o la oportunidad de la acción defensiva.
Pero he aquí que, según dice este individuo en la seguridad de su púlpito, sería lícito preguntarse por qué el gobierno israelí (entre cascotes de escuelas, plazas y mercados) no ha intentado agotar las vías negociadoras, porque la violencia (defensiva) no proporcionará seguridad a su país. Su cinismo agota. No caben más méritos para hacerse acreedor de un viaje turístico a La Meca. Por ello y porque no hay mejor cuña que la de la propia madera, es mejor recordarle una frase de un prestigioso musulmán de Ramala, Edward Said: “A la seguridad de Israel se la persigue sin alcanzarla jamás, pero constituye el objetivo eterno de cualquier acción futura”. Pero si de ética y de sentido común, incluso político, es necesario hablar, ¿qué persiguen los mandos árabe-musulmanes con las nuevas andanadas de cohetes, que aterrorizan y lesionan a la ciudadanía y destrozan edificios?¿Por qué se arriesgan a un recrudecimiento bélico?¿Acaso creen que una nueva intifada volverá a engañar a la opinión pública mundial?
Haim.
http://haimfer.blogspot.com/

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.