Sociopolítica

Antes de que me banneen

 

LA CORREHUELA

 

España es un país de taberna, de quinto y tapa, de café, copa y puro, de barra fija, que viene a ser el parlamento de los pobres. Allí el “homo laboralis”, en claro retroceso ante el avance del “homo desempleadus”, descarga sus tensiones, se apuesta las honras y las perras y se arregla el país entre pinchos de tortilla y cañas expendidas.

 Seguramente tamaña tradición empezó en el medievo, en esas tascas, mesones, posadas y fondas donde el patrio componente nacional se apostaba el barbecho y el fonsado por Cluny o por el Císter, por los Lara o los Castro para la justa del domingo antes de la misa.

 Así que muchos piensan que la Ley Antitabaco ha venido a remover un tanto esa costumbre popular, tan arraigada, de convertir la vía pública en extensión del domicilio propio. Protestan airadamente (por hacerlo al aire libre, se entiende) los fumadores. Lamentan (y condenan) los empresarios taberneros, perdón, los hosteleros lo que consideran un derechazo directo a la quijada de sus negocios.

 Y así, en mitad del huracán (que no lo es tanto, si los telediarios no buscaran la excepción a la normalidad), van surgiendo “cidcampeadores” que han decidido calzarse la Ley por Montera y usar su arco de triunfo como poderosa razón. Al olor de su rebeldía a lo Woodstock, los periodistas acuden en masa para darles la propaganda gratuita y el minuto de gloria. De modo que se multiplican las triquiñuelas: que si una sociedad gastronómica por aquí, que si un club de fumadores por allá, que si el “guardacopas” de la discoteca… mientras las locales beneméritas afilan los ojos avizores contra estos sediciosos.

 Ayer conocíamos el vulgo ignorante la existencia de “El Patillas”, cuya taberna burgalesa es considerada por sus feligreses como el templo de Júpiter Tonante o el recinto para las fiestas de las Lupercales. A tal punto que, triquiñuela de consenso, han organizado un movimiento ciudadano para que las patillas bandoleras de este ínclito tabernero, y su establecimiento, sean declarados Bien de Interés Cultural.

 Al mismo tiempo, geografía mediante, Manuel Cáceres, más conocido como Manolo el del Bombo, que ya es en sí mismo un BIC, ha anunciado su intención de cerrar su garito valenciano, pues una ordenanza municipal del ayuntamiento de la Barberá le prohibe orientar sus televisores hacia la calle. Ya sabemos que el fútbol sin atmósfera cargada es menos fútbol. Nadie quiere ver un partido sin rodearse de malos humos blancos, como bien sabe Florentino, que para eso se trajo a don José alias “Mou”, para que los malos humos blancos no escaseen.

 Dada la complejidad de infraestructura, a nuestro querido Manolo, y a su patria bombonera, aconsejo que coloque en su taberna un gran espejo de fondo hacia el que enfocar los plasmas de sus televisores, de modo que no se incumpla el “edictus consistorialis” de no orientar el televisor hacia la calle y transmitir el partido, aunque sea a pierna cambiada.

 Seguramente de nada sirvaabsolutevalencia.com pues tendrá usted, amigo de esta España roja y campeona, en breves fechas una ordenanza sobre ordenanza acalarando el asunto y sellando con masilla de papel el punto de fuga. Todo por el bien común. En días de desempleo una persona que da trabajo a sus congéneres puede considerarse un héroe nacional.

 Pero hágalo rápido, amigo Manolo. A buen seguro que la policía tecnológica ya ande al quite de esta columna, “delete” a mano, para bannearla sin orden judicial y como medida cautelar por presunta sedición contra la Autoridad. Me dicen que están pensando en declarar el estado de alarma contra los columnistas para militarizar el sector. Por si las moscas.

 En fin. ¿Qué partido echan hoy?

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.