Sociopolítica

Indiferencia y doble rasero

Los acontecimientos en Oriente Medio y Norte de África han demostrado la imprudencia, ignorancia e inutilidad de las políticas desarrolladas por la cancillería argentina en dirección al mundo árabe. A pesar de todo lo que se pregona sobre derechos humanos y democracia, la administración kirchnerista jamás ha sabido definir sus objetivos estratégicos en política exterior para con aquella región del mundo, por no mencionar los intereses comerciales ni la seguridad de sus fronteras.

Los viajes a los países árabes que efectuara la primera mandataria han sido meras visitas protocolares, todos ellos carentes de cualquier acuerdo relevante que la responsabilidad en política exterior requiere. Es imposible soslayar en estos días las palabras emitidas por la presidente Cristina Kirchner cuando visitó Trípoli en noviembre de 2008 y estrechando la mano del criminal serial se comparó con él sosteniendo que ella y Khadaffi han sido militantes políticos revolucionarios desde muy jóvenes abrazando ideas y convicciones que confrontaban el status quo que amenazaba imponerse para que nada cambie y nada pueda transformarse.

Lo cierto es que la reacción oficial argentina ante los sucesos que se desarrollan en Oriente Medio y el Magreb ha sido “contenida, de absoluta sordina y cubierta por un llamativo apagón informativo solamente comprensible en el repudiable marco del doble rasero ideologizado, o en la más profunda ignorancia en los asuntos árabes islámicos”. Aunque es justo mencionar que no solo ha ocurrido esto en las filas del oficialismo, sino en la mayoría de partidos políticos de la oposición, con la honorable excepción del contundente comunicado de repudio emitido por la Diputada Patricia Bullrich de Unión Por Todos-Coalición Cívica.

La diplomacia argentina se acostumbró a recibir dictadores con honores en Buenos Aires tanto como a cerrar los ojos ante las violaciones a los derechos humanos de los tiranos amigos. Así, perdió su norte y hoy naufraga en la dualidad de un discurso contradictorio sin entender que apoyar criminales y autócratas corruptos no es neutralidad ni respaldo a la libre determinación de los pueblos.

Ni la brutal represión desatada por Muhamad Khadaffi ha sido capaz de provocar una reacción del Canciller Héctor Timerman, siempre propenso a centrarse en cuestiones internas y de militancia en defensa de su “presidenta”. No hemos visto que se convocara una reunión de un Gabinete de Crisis, ya por motivos de política exterior y diplomacia responsable, ya para manifestar una preocupación humanitaria acerca de la situación de los libios que están siendo asesinados por el carnicero de Trípoli. A nadie en la cancilleria argentina se le ha ocurrido analizar los posibles problemas humanitarios de los desplazados, menos aun la problemática de suministro energético derivada de la situación ni el impacto que ello implica en Occidente, problema del que Argentina no estará exenta si la situación se profundizara.

Así, cuando un país como Perú ha roto sus relaciones diplomáticas con el régimen de Khadaffi, la inacción Argentina genera un vulgar e innecesario retroceso del país en el concierto internacional. Resulta decadente ver a Brasil manifestar su preocupación por la crisis humanitaria de los civiles libios al tiempo que Argentina permanece sumida en un vergonzoso e impresentable silencio. Todo este panorama nos indica que la política exterior argentina ha quedado muy a la zaga de los países serios y muestra que muchos de sus diplomáticos en la región (algunos con escasa formación que la educación secundaria otorga, pero cuyos pliegos fueron aprobados por su fervor militante kirchnerista) no comprenden ni saben de que va la marcha en Oriente Medio.

Solo se ha oído tibiamente un pedido de la presidenta acerca de que se respete la decisión de los pueblos y que la salida a tales crisis deben ser unas elecciones libres. ¿Pero es que no hay un solo funcionario en la cancillería que la asesore misericordiosamente y le haga saber que en el mundo árabe-islámico para construir una sociedad libre no basta con celebrar unas elecciones? ¿Sabe la señora quién es el grupo político-terrorista Hamas y cómo arribo al poder en Gaza? La gente quiere tener voz, libertad y respeto en sus países, si Argentina, el MERCOSUR, la UNASUR y las pseudo democracias neosocialistas de America Latina no hubieran mimado a sus reyes y déspotas durante tanto tiempo, quizás los pueblos árabes hubieran podido airear sus frustraciones antes y de otra manera.

Por consiguiente, decir que “intervenir es una injerencia” es una completa hipocresía y configura una política cobarde de doble discurso entre lo que se dice y se hace. La postura del gobierno argentino “de que las fuerzas políticas y sociales autóctonas deben ser las que dirijan los procesos de reforma en cada país revela palmariamente una falsa neutralidad”. Cerrar los ojos ante la falta de democracia y la violación de los derechos humanos no es mantener una posición neutral; es apoyar al dictador que sojuzga y asesina a su pueblo. El gobierno argentino, tradicionalmente, se ha llevado bien con los autócratas de la región, aun con los que generaron muertos en los ataques terroristas desatados en la década de los 90 en Buenos Aires. Pero los acontecimientos actuales han demostrado la inutilidad e imprudencia de esa política. El Palacio San Martín necesitará definir sus objetivos estratégicos generales y sus prioridades en política exterior más allá de sus necesidades comerciales y de una espuria neutralidad amparada en el fraudulento discurso de la estabilidad en sentido estricto.

Está muy bien que la presidente Kirchner y otras autoridades visiten los Estados Árabes con el fin de promover el comercio y oportunidades de inversión, pero esas iniciativas deben estar insertas en una estrategia más amplia, en una política nacional e internacional coherente, que esté por encima de los intereses partidarios, solo así se contribuirá a asegurar la importancia argentina en las instituciones latinoamericanas e internacionales. Dicha política tendrá también que incluir la defensa de sus principios teóricos de democracia y multilateralismo, y ello no se logra a base de poner en marcha iniciativas desleídas que ayuden a tranquilizar las conciencias con la celebración de reuniones interconfesionales. Es posible que la colaboración con los dictadores sirva para proteger a corto plazo los intereses comerciales y la seguridad, pero a la hora de la verdad, sólo ofrecen una estabilidad engañosa. La incorporación de Argentina a las instituciones supranacionales no habrá de producirse escondiéndose detrás de “unas concepciones hechas a medida del gobierno argentino sobre los derechos humanos para justificar su falta de intervención”.

Lo cierto es que la administración Kirchner nunca ha tenido influencia en el Oriente Medio y ello por los dislates populistas de su política exterior. En la práctica Argentina ha sido totalmente irrelevante a nivel global. El deseo de su canciller actual por aparecer ante la opinión pública regional e internacional como jugador importante en el escenario del Oriente Medio tampoco prosperó, y es entendible que haya sucedido de tal forma, pues no conocen el juego político ni la cosmovisión árabe islámica, mucho menos sus elementos idiosincrásicos y a menudo confunde respeto con sumisión.

En otras palabras; lo que la política exterior argentina debe hacer, es retroalimentarse despojada de socios indeseables a nivel continental y fortalecerse de contenido responsable, dejando de lado la diplomacia devaluada por la facilidad de llegar a acuerdos y concesiones que ya no valoran la condición de preferente más que como un gesto simbólico.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.