Sociopolítica

¿Qué esperan nuestros pacientes?

Un técnico ajusta los controles del escáner. El silencio de los profesionales que permanecen tras él, temiendo lo peor, parece ser impermeable a los lamentos de la anciana que gime, sola y semidesnuda, en la sala de exploración. El técnico termina de preparar la exploración, se pone su bata plomada, señala a uno de los presentes un botón: “cuando te avise, aprieta”, y cierra tras de sí la puerta de protección, se coloca junto a la anciana, y le coge la mano. “¡Ahora!”

La salud del ser humano es una compleja y caótica amalgama de aspectos físicos, psíquicos y sociales, en continua interacción, que permanecen en un inestable equilibrio. La vulnerabilidad de cada factor es diferente para cada individuo, por lo que  la alteración de dicho equilibrio, la enfermedad, se manifiesta de manera distinta en cada persona.

Los sistemas de salud nacen como respuesta a las necesidades y expectativas de los individuos de la sociedad en la que surgen. La Organización Mundial de la Salud (OMS) los define como un conjunto de instituciones, personas y acciones cuyo principal objetivo es promover, restaurar o mantener la salud. A lo largo del pasado siglo, los sistemas sanitarios positivistas han mejorado paulatinamente la respuesta a las necesidades de salud de los enfermos, a expensas de marginar el resto de aspectos de esta visión global de la salud.

¿Qué necesita un enfermo? En primer lugar, mejorar su salud, en todas sus facetas. Atender al problema biológico que puede amenazar su bienestar, corregirlo mediante las mejores intervenciones profesionales según los conocimientos científicos del momento, y contribuir a que la salud se mantenga en los niveles más altos a los que la persona pueda aspirar según sus circunstancias.

Las necesidades del enfermo, sin embargo, no sólo se quedan en su aspecto biológico. Es necesario protegerlo de las consecuencias económicas que la mala salud tiene sobre cualquier persona. Las políticas de seguridad social, la cobertura en caso de enfermedad o de circunstancias no patológicos que mermen su capacidad de trabajo, como el embarazo, parto y crianza, constituyen un aspecto inseparable de las políticas sanitarias. En este punto es especialmente vulnerable la mujer, la cual es puesta con frecuencia en la disyuntiva entre trabajo y crianza. Por una parte, ha de gestar, alimentar y criar a los retoños que necesita para su futuro la sociedad, y, por otra, debe adaptarse a roles laborales y productivos concebidos para seres asexuados e infértiles. Las sociedades que hacen optar a sus mujeres entre vida laboral y crianza, en lugar de conciliarlas, son insanas desde su misma concepción, y atacan imprudentemente la raíz de su propia supervivencia.

Un tercer aspecto clave que el usuario exige es la eficiencia en la utilización de los servicios con que, gracias a sus impuestos, se financian. La OMS, en su último informe de Salud del Mundo en 2010, advierte de que un 40% del presupuesto de cada país invertido en salud se pierde por la ineficiencia del sistema. Los profetas del apocalipsis de la sanidad pública obvian en su argumentario esta profunda sima del gasto sanitario, ocultando los costes que suponen el inmenso aparato burocrático, la ineficiencia en las compras de suministros y tecnología, la descoordinación entre niveles asistenciales, la escasa inversión en formación, la politización y escasa profesionalización de sus gestores, o lavampirización que los intereses comerciales privados ejercen sobre casi la totalidad del sistema. No es cuestión de gastar menos, sino de hacerlo bien y eficientemente.

En relación con las expectativas ¿qué esperan nuestros pacientes de nosotros? Podríamos resumirlo en una palabra: satisfacción. Tras haber pasado la “revisión de chapa y pintura”, estamos satisfechos cuando salimos mejor que entramos, contentos. Cuando nos respetan en nuestras creencias y opiniones, cuando sentimos que nos han consultado en los momentos clave del proceso, cuando hemos percibido calidad y calidez, eficiencia y efectividad, cariño en el dolor. Un sistema sanitario que fracasa en satisfacer a sus destinatarios no puede exhibir una lluvia de cifras y gráficos para protegerse; no sirve, hay que cambiarlo. “Nuestro negocio”, suele recordarme un gran gerente y amigo, Manuel Alcaraz, “es producir salud”.

Ciencia y ternura. Las caricias de una madre a su hijo tras una intervención quirúrgica son más baratas que un sedante. Y más humanas.

Teodoro J. Martínez

Médico, especialista en Pediatría

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.