Crítica de “Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!”

Todo aquel que se dedique a la creación, en cualquiera de sus vertientes, sabe de la dificultad de encontrar una idea original y efectiva, y los productores de Hollywood, expertos en la materia, explotan las que tienen hasta el límite de sus consecuencias aunque para ello se tengan que repetir.

Así, bajo el lema de “si algo funciona, mejor no cambiarlo”, “Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!” utiliza el mismo esquema y el mismo hilo conductor para salpimentar el metraje con sus gags y chistes pueriles y chabacanos que a veces funcionan, y a veces no, pero que en general consiguen conectar con el gran público.

Por ello, para realizar una crítica de esta “Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!”, bastaría con repetir la misma que se hiciera con la primera parte restándole la parte de la originalidad y la frescura.

Porque no se puede ser fresco al querer repetir un modelo de éxito y lo único que se consigue es repetir lo ya hecho. Eso sí, esta “Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!” será la mejor comedia de la temporada de verano, aunque no sé si eso es mucho decir o si es como no decir nada.

Recuerda, en el estilo del humor, a cualquiera de las versiones de Torrente, más criticada por la cercanía pero que hace hincapié exactamente en los mismos filamentos humorísticos del ser humano, o más concretamente del género masculino.

Porque “Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!”, como su original, es una película principalmente para el público masculino, y las mujeres que lleguen arrastradas a las salas de cine se tendrán que conformar con aquello de que al menos no es un partido de fútbol (ves, amigo lector, acabo de visionar la película y ya me sale el machismo por los cuatro costados).

En definitiva, una película que utiliza el sentido del humor que todos llevamos en nuestras entrañas, ahí donde se generan los más bajos instintos, pero que no se acerca a la frescura de la primera parte, porque modificando el axioma que aplica Hollywood, si algo ha funcionado, ¿por qué hacer una segunda parte?

Mejor búscate un buen libro. Te recomiendo las reflexiones de Allan Watts, con las que ando liado yo ahora mismo.

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